El profesor de los centros teológicos diocesanos Daniel Guerrero ayuda a profundizar en el Evangelio de este domingo III del Tiempo Ordinario.
Las palabras se las lleva el viento. Lo escrito, escrito está. Eso debió pensar el evangelista Lucas y de ahí que emprendiera la tarea de componer los relatos de los hechos de la vida de Jesús que le transmitieron los primeros testigos. Gracias a esta labor nos ha llegado a nosotros el Evangelio y todo el resto de la Palabra de Dios.
En el relato de hoy Jesús acude a la sinagoga para encontrarse con esa Palabra escrita y desenrollando el rollo del profeta Isaías proclamó: El Espíritu me ha enviado a evangelizar a los pobres que no tienen nada y a los que teniéndolo todo se encuentran vacíos; a proclamar a los cautivos la libertad de todo cuanto los ata: riquezas, fama, poder, redes sociales…; y a los ciegos, la vista para contemplar la realidad de cada día y salir de la oscuridad de la noche; a poner en libertad a los oprimidos que están subyugados por el dogmatismo, el machismo, el clericalismo…; a proclamar el año de gracia del Señor, un año de júbilo, un año de esperanza.
Todo esto lo puede realizar porque cuenta con la fuerza del Espíritu del Señor. ¿Y si ese mismo Espíritu que estuvo sobre Jesús es el mismo Espíritu que puede actuar en mí y a través de mí?
¡Ea, ahí os lo dejo! ¡Mucho Espíritu y mucha esperanza!