La profesora de los Centros Teológicos Ana María Barrera Piedras invita a profundizar en el Evangelio de este domingo, XXX del Tiempo Ordinario, (Mc. 10, 46-52).
El evangelio de este domingo nos presenta a Bartimeo, un mendigo ciego, sumido en la oscuridad, pero con la confianza puesta en Jesús. En cuanto escucha que Él está cerca grita pidiéndole compasión y, ante la represión de muchos para acallarlo, no duda en gritar más fuerte, tiene esperanza en que Él puede sacarlo de su situación.
Todos podemos ser Bartimeo. Cada uno de nosotros estamos postrados en el camino de nuestra vida, pedimos limosna de distintas maneras y muchas veces solo recibimos “falsas monedas”.
Quieren acallar nuestras voces cuando clamamos a Jesús, que no vivamos nuestra fe, que no molestemos con las cosas de Dios. Bartimeo nos enseña a ser valientes, a llamar a Dios “a gritos” frente a un mundo que no quiere escuchar su nombre. Nos muestra que, cuando Dios nos llama, hay que dejar todo, ponernos en pie y acercarnos a Él. Por fin llega el momento de Bartimeo, y Jesús, todo un Dios, se pone al servicio del mendigo ciego y le pregunta: “¿Qué quieres de mí?”. Siente compasión de él y quiere darle la más valiosa limosna que posee. Igual que a Bartimeo, Jesús nos pregunta a nosotros: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Es el momento de abrirle nuestro corazón con confianza, como Bartimeo, sabiendo que solo Dios puede curarnos. Dios nos conoce y sabe cuáles son las limosnas que necesitamos, pero quiere que le abramos nuestro corazón y le pidamos con fe lo que solo Él puede concedernos.