El sacerdote diocesano y profesor de los Centros Teológicos Juan Manuel Caracuel ayuda a profundizar en el Evangelio de este V Domingo de Pascua (Jn 15, 1-8).
«Vosotros permaneced en mí y yo en vosotros». Esa ha sido la petición del Resucitado en este domingo. Permanecer en el Señor es agarrarnos a Él, en las buenas y en las malas, cuando el viento sopla a favor y cuando se levanta la tormenta. Permanecer en Él no es una cuestión de gustos ni de comodidad, sino una cuestión de vida o muerte. Porque si el sarmiento se arranca de la vid, muere sin la savia que le dé vida. A la luz de esta Palabra de Jesús, hoy podemos reflexionar sobre los aspectos de nuestras vidas en los que debemos estar unidos a Él. Y, quizá, debemos pedir al Señor que nos dé la gracia para permanecer unidos a Él dentro de su Iglesia, juntos, en comunión. Permanecer en Él es también permanecer en el hermano, en el que sufre, al que nos cuesta querer. Permanecer en Él es también querernos a nosotros mismos, valorarnos y cuidarnos como un regalo de la Creación. Permanecer en Él es sentarnos al calor de nuestro Dios cuando se ponen las cosas difíciles, como los discípulos de Emaús, partir el pan, beber el cáliz y oír aquella Palabra que calma nuestros quebrantos. Permanecer en Él, entonces, no es cuestión de esfuerzo, sino de necesidad. Escuchemos con el corazón henchido del Espíritu Santo el susurro del Resucitado y pidámosle como Iglesia, como comunidad de creyentes, el don de la comunión, para permanecer en Él y para que Él permanezca en nosotros.