Francisco J. Jiménez, profesor de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga, ayuda a profundizar en el evangelio del Domingo XXIV del Tiempo Ordinario (Marcos 8, 27-35).
Una vez más, Jesús me descoloca, mostrando que la mirada de Dios es diferente a la que normalmente guía las relaciones sociales y la forma en que organizamos nuestra vida. Cada vez creo ver con mayor claridad que lo que sucede a nuestro alrededor y lo que tratamos de vivir y de hacer en la vida está relacionado, sobre todo, con la perspectiva desde la que miramos la realidad y con aquello que situamos en el centro de nuestra existencia.
El Evangelio es Buena Noticia para todas y cada una de las personas. Es la expresión y el anuncio del amor de Dios. Y estoy convencido de que la propuesta de Jesús no se centra en el sufrimiento sino en la felicidad, pero su propuesta de felicidad la podemos alcanzar si asumimos lo que supone buscarla para cada persona.
Hemos construido una sociedad en la que el centro de nuestras vidas gira en torno a la satisfacción de nuestros intereses particulares. Pero la propuesta del Padre es diferente, no creo que se trate de negarnos como personas, sino de descubrir que nos encontramos a nosotros mismos cuando buscamos el bien común, cuando descubrimos que la salvación, la felicidad, se alcanza construyendo comunidad, tratando de colaborar, desde lo que somos, en construir un mundo como Dios un día soñó.
