El sacerdote José Manuel Fernández Camino, OCD, párroco de Stella Maris, en Málaga, ayuda a profundizar en el evangelio del Domingo XVIII del Tiempo Ordinario (Jn 6, 24-35).
La gente busca a Jesús para saciar su hambre. Habían visto cómo Él había dado de comer a la multitud con la multiplicación de los panes y los peces. ¡Qué bueno sería el que pudiéramos quedar saciados y no volver a tener hambre!
Es la misma razón que movió a la Samaritana a pedirle a Jesús que le diera a beber de aquella agua, porque así ya no tendría que ir más a sacarla del pozo. Pero, Jesús nos invita a buscar otro tipo de pan. El objetivo no puede ser sólo buscar el pan material. Es verdad que necesitamos saciar nuestra hambre material.
Pero hay otra realidad más profunda que no puede saciarse Por eso, es necesario trabajar no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura hasta la vida eterna. Este alimento es el que nos dará Jesús. Éste es, Él mismo. Jesús es el verdadero pan que da vida eterna. Por eso, Él dirá: “El que viene a mí, jamás tendrá hambre, el que cree en mí, jamás tendrá sed jamás” (Jn 6, 35). Por tanto, el que se alimenta de Jesús tendrá la vida eterna.
Para poder recibir este pan de vida eterna es necesario creer en Él. Tenemos que aceptar el camino de la fe para poder obtener el alimento de vida eterna. Al igual que el pueblo pedimos signos para creer. Pero Jesús se aleja de los signos espectaculares. Él quiere que confiemos en Él y sigamos su camino. Siendo sus testigos en medio del mundo.
Por eso, pedimos en el Padrenuestro: Danos hoy nuestro pan de cada día. Lo necesitamos para seguir renovando nuestra vida y revestirnos de Dios para comprometernos en el amor a nuestro prójimo, y en la ayuda en sus necesidades.