Emilio López Navas, profesor de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga, ayuda a profundizar en el evangelio del domingo 12 de junio, Solemnidad de la Santísima Trinidad (Juan 16, 12-15).
Cuando se trata de un misterio, la actitud no puede ser la de querer comprenderlo enteramente, sino la de dejarse envolver por él, descubrirse dentro de ese misterio, acogido y sostenido por él. Cuanto más cuando el misterio es el de la Santísima Trinidad, en la que vivimos, nos movemos y existimos.
Si la semana pasada celebrábamos Pentecostés, hoy el Evangelio nos recuerda que es el Espíritu quien nos capacita para experimentar la realidad de Dios de esa manera que decíamos: como un misterio que nos envuelve y no tanto como un problema a resolver. En el cuarto evangelio la palabra “verdad” tiene que ver más con la revelación, con aquello que Dios ha querido mostrarnos de sí mismo, que con lo que nosotros entendemos por verdad.
Por eso, decir que el Espíritu de la verdad nos guiará hasta la verdad plena quiere decir que el Paráclito nos va a mostrar la profundidad de lo que Jesús ya nos ha dicho, y que nosotros solo alcanzamos a vislumbrar. Con la ayuda del Espíritu no solo sentiremos la presencia del Señor en nuestras vidas, sino que comprenderemos que nuestro Dios no es un ser solitario que nos mira desde el lejano cielo, sino que ha querido compartir nuestra historia y que no nos abandona, porque conoce nuestra debilidad y continuará comunicándose con nosotros para que no nos perdamos; porque nos conoce bien y sabe lo que necesitamos.