
Homilía del obispo emérito de Málaga, Mons. Jesús Catalá, durante la Eucaristía celebrada en la Catedral con motivo del centenario de la presencia de las Hermanas Trinitarias en la Ciudad de Málaga
CENTENARIO DE LA PRESENCIA DE LAS HERMANAS TRINITARIAS EN LA CIUDAD DE MÁLAGA
(Catedral-Málaga, 27 septiembre 2025)
Lecturas: Am 6, 1.4-7; Sal 145, 6-10; 1 Tm 6, 11-16; Lc 16, 19-31.
(Domingo Ordinario XXVI-C)
1.- Queridos fieles, os saludo en nombre de nuestro Obispo, D. José-Antonio, quien me ha solicitado que presida esta celebración. Un cordial saludo a las Hermanas Trinitarias, a los padres Trinitarios que comparten el mismo carisma, a las autoridades y a todos los fieles, que os unís a esta acción de gracias a Dios.
El pasado día 24 de septiembre de 2025 se cumplieron cien años de la presencia de las Hermanas Trinitarias en la ciudad de Málaga. Ello es motivo de agradecimiento a Dios, quien providencialmente trajo a las Hermanas Trinitarias para desempeñar su carisma entre nosotros.
Es ciertamente un acontecimiento de gracia, porque con su vida y testimonio han enriquecido espiritualmente nuestra Diócesis; y han realizado su misión educativa, social y pastoral a lo largo de un siglo. Por eso hoy iniciamos el Año Centenario con esta celebración eucarística de apertura, dando gracias a Dios y a las Hermanas Trinitarias.
2.- La congregación de Hermanas Trinitarias regenta varios colegios y centros de acogida de personas en situación de necesidad en distintos lugares de España y en otros países.
En Málaga dirigen el Centro de Educación Secundaria “Santísima Trinidad”, que está integrado en su Fundación Educativa y responde a la misión de la congregación religiosa fundada en 1885 por Francisco Méndez y Mariana Allsopp, destinada al servicio de la juventud más necesitada.
El colegio de Málaga está ubicado en la calle Ciprés; y este árbol nos puede ayudar a entender mejor la misión educativa de las Hermanas, que forman alumnos, siguiendo la imagen del ciprés, para ser esbeltos y recios en espíritu, rectos en sus intenciones y acciones, con la mirada hacia el cielo, nuestra verdadera patria, con buenos frutos de hoja perenne, llenos siempre de vida sin que se sequen sus hojas, ofreciendo a los jóvenes una formación integral desde la visión cristiana y desde la luz del Evangelio, del ser humano, de la vida y del mundo. ¡Gracias, queridas Hermanas Trinitarias!
El centro educa con la acogida y cercanía a los alumnos, la atención personalizada y el acompañamiento, procurando un seguimiento personal y una constante comunicación con las familias, que se resume en el lema: “Educamos para ser libres”, animando al alumno a ser protagonista de su propia educación. La libertad es esencial para el ser humano; Dios nos ha hecho libres y eso nos distingue de todos los demás seres.
3.- La Orden de la Santísima Trinidad se ha comprometido desde su origen con la liberación de aquellos que sufrían la esclavitud; inicialmente el rescate de esclavos. Pero hay muchos tipos de esclavitud, no solo física, sino también espiritual. La libertad está inspirada en la redención de Cristo, que nos llama a luchar por la dignidad y los derechos de cada persona como hijos de Dios.
El Salmo de hoy nos recuerda que el Señor «hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos» (Sal 145, 7). Este Salmo parece inspirar el carisma trinitario, teniendo en cuenta que está escrito mucho antes de la venida de Cristo.
Los ejes de la misión pastoral de las Hermanas Trinitarias son tres: Libertad, Familia y Transformación. Hoy damos gracias a Dios por los cien años de presencia de las Hermanas Trinitarias, que ofrecen su carisma trinitario al servicio de la educación. Imitemos a la Santísima Trinidad, que es fuente de amor y de toda comunión, modelo de participación y ejemplo de convivencia. La Trinidad es el misterio más profundo, insondable y sublime de la fe cristiana; por eso la hemos de contemplar como “nuestro todo”.
4.- El evangelio presenta la parábola del rico que banqueteaba (significado de “epulón”) diariamente y del pobre Lázaro, entre los cuales hay un abismo insuperable, porque están distanciados por una hondura de egoísmo e insolidaridad; no se trataba de una distancia dictada por la pobreza material; y según Jesús, esta distancia egoísta puede hacerse definitiva por toda la eternidad (cf. Lc 16, 26). El rico es condenado para siempre; y el pobre Lázaro es llevado al cielo para siempre.
El mendigo fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán; y el rico fue al infierno, en medio de los tormentos (cf. Lc 16, 23). Allí gritaba: «Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas» (Lc 16, 24).
El rico pedía que avisaran a sus hermanos, para que no fueran a ese mismo lugar de tormento; pero Abrahán el respondió: «Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen» (Lc 16, 29); porque «si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto» (Lc 16, 31). Esta es una gran lección para nosotros, que no hemos de esperar cosas espectaculares, grandes palabras o maravillas. El Señor nos puede hablar a través de un mendigo, de una persona maltratada o necesitada. Dios habla a través de esos signos; ahí está su presencia, que hemos de descubrir.
5.- El Señor nos concede en vida la oportunidad de hacer el bien, para gozar después en el cielo de su compañía. No perdamos la ocasión que se nos brinda en la vida temporal de amar a Dios y al prójimo, que nos servirá para gozar en la vida eterna.
La revelación enseña el modo de actuar de Dios, que es fiel, justo, compasivo, solidario con los oprimidos, hambrientos, cautivos, ciegos, débiles, peregrinos, huérfanos y viudas. Todos ellos nos hablan de Dios y por todos ellos podemos ser interpelados por Dios.
Queridos fieles, éste es un hermoso programa para nuestra vida, haciendo que Dios reine en nuestros corazones.
La riqueza material sirve al ser humano, porque todos necesitamos de los bienes materiales para mantener nuestra vida. Pero no siempre estos bienes nos hacen crecer como hijos de Dios; más bien la riqueza puede destruir y deshumanizar al ser humano, pues lo va haciendo indiferente e insolidario ante la desgracia ajena. La parábola de hoy es un reto a nuestra vocación de solidaridad.
Agradeciendo a Dios en esa Eucaristía la presencia centenaria de las Hermanas Trinitarias en nuestra ciudad, encomendamos sus intenciones a la intercesión de la Virgen María y a la Santísima Trinidad. Amén.