
Homilía del obispo emérito de Málaga, Mons. Jesús Catalá, durante la Eucaristía celebrada con motivo del centenario de la Fundación de la Casa de las Hermanas de la Cruz en Ronda.
CENTENARIO DE LA FUNDACIÓN DE LA CASA DE LAS HERMANAS DE LA CRUZ EN RONDA
(Parroquia de Santa María – Ronda, 12 octubre 2025)
Lecturas: 1 Cro 15, 3-4.15-16; 16, 1-2; Hch 1, 12-14; Sal 26, 1-5; Lc 11, 27-28.
1.- La primera lectura de la fiesta de la Virgen del Pilar presenta a David congregando a todo el pueblo de Israel para subir el Arca del Señor al lugar que le había preparado (cf. 1 Cro 15, 3); y allí hicieron una gran fiesta con cantos de júbilo (cf. 1 Cro 15, 16).
El Arca de la Alianza simboliza la presencia de Dios en medio de su pueblo, al que ha elegido con amor y lo ha llevado por el desierto hasta la tierra prometida, donde son abundantes los frutos y los bienes.
La Virgen María simboliza el Arca de la nueva alianza; a través de Ella el Señor, el Hijo de Dios, se hace presente en la Iglesia, siendo ello motivo de gozo y esperanza.
En las Letanías del Rosario llamamos a la Virgen “Arca de la nueva Alianza”, porque ha llevado en su seno al Hijo de Dios. Ella lo ha cuidado maternalmente y, además, ha sido su mejor discípula.
Las Hermanas de la Cruz, cuyo Centenario de vuestra presencia en Ronda estamos celebrando, sois aquí presencia de Dios en medio de su pueblo. Sois como el Arca de la Alianza, que representa a la presencia divina y da ánimo en las dificultades de la gente y en las situaciones adversas de enfermedad o necesidad. Hoy venimos a dar gracias a Dios por vuestra presencia centenaria en esta tierra rondeña.
Queridas Hermanas, cada una de vosotras sois como arcas de la nueva Alianza, sois templos vivos de Dios; y cuando os vemos percibimos la presencia del Señor; no solo por lo que hacéis, sino por lo que sois. ¡Muchas gracias por ser esa presencia divina entre nosotros!
2.- Según una piadosa y antigua tradición los primitivos cristianos levantaron una ermita en honor de la Virgen María a las orillas del Ebro, en la ciudad de Zaragoza. La primitiva y pequeña capilla, con el correr de los siglos, se ha convertido en una basílica grandiosa que acoge, como centro vivo de peregrinaciones, a innumerables fieles que, desde todas las partes del mundo, van a rezar a la Virgen.
El Pilar de Zaragoza es signo de la fortaleza en la fe, que recibió el apóstol Santiago de la Virgen María. Al celebrar esta fiesta mariana profundizamos en los cimientos de nuestra fe: todo nuestro edificio y entramado espiritual está levantado sobre la roca de los apóstoles, cuya piedra angular es Cristo. Formamos el edificio eclesial como piedras vivas (cf. 1 Pe 2, 5).
El Pilar ofrece un renovado deseo de fortalecer nuestra fe en Jesucristo y de proclamarla. El Pilar es como la roca firme, sobre la que se asienta nuestra fe y nuestra vida cristiana. Aunque soplen vientos recios, caiga lluvia abundante y se desborden los ríos (cf. Mt 7, 25) nuestra vida se mantendrá firme, como hemos pedido en la oración colecta por intercesión de la Virgen: fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor; las tres virtudes teologales, regaladas en nuestro bautismo, que dan la vida divina y nos ponen en sintonía con el Señor.
¡No tengamos miedo a los desvelos, las luchas, las fatigas, los decaimientos y las contrariedades! Nuestros pies están sobre la roca firme que es Cristo.
Las Hermanas de la Cruz tenéis vuestra vida y vuestra misión fundamentadas en Jesucristo; por eso no se puede caer ese edificio espiritual.
3.- La Virgen María consoló y animó a orillas del Ebro al apóstol Santiago, descorazonado por la ingente misión evangelizadora que se le confiaba y por el cansancio en medio de tantas dificultades.
También nosotros, queridos fieles, nos encontramos cansados muchas veces y desanimados por las pruebas que la vida nos depara. Pero la Virgen sale a nuestro encuentro para consolarnos; viene para ayudarnos en nuestro crecimiento espiritual y para animarnos en nuestro testimonio en medio del mundo pagano en que vivimos. La presencia maternal de María nos anima, nos acaricia y nos fortalece para la misión encomendada.
Al igual que los apóstoles debemos perseverar unánimes en la oración con María, la madre de Jesús (cf. Hch 1, 14), la Madre de la Iglesia. Ella fue la primera discípula del Señor. Cuando una mujer le dijo, según el evangelio de hoy: «Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron» (Lc 11, 27); Jesús respondió: «Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen» (Lc 11, 28); porque la Virgen la escuchaba y la cumplía.
4.- La Compañía de la Cruz, conocida como “Hermanas de la Cruz”, fue fundada en Sevilla en 1875 por santa Ángela de la Cruz y aprobada por el papa san Pío X en 1904, para llevar una vida religiosa de gran austeridad y ayudar a enfermos y necesitados, siguiendo la espiritualidad de pobreza y humildad de san Francisco de Asís. La Santa Sede aprobó las reglas en 1908.
A lo largo de los años fundaron varias casas (Andalucía, Extremadura, Canarias, Madrid, Galicia, Comunidad Valenciana y Castilla-La Mancha, Argentina e Italia).
La fundación en Ronda se hizo en 1925 por santa Ángela de la Cruz; y para la inauguración estuvo presente el entonces Obispo de Málaga san Manuel González. Posteriormente se hicieron otras fundaciones en la diócesis malagueña: Archidona (1929), Málaga (1931) y Pizarra (1955). La obra de Dios crece, porque es él quien la hace crecer.
Dos hitos importantes en su historia han sido las canonizaciones; en primer lugar, la de sor Ángela de la Cruz (Madrid, 2003) y la y de sor María de la Purísima (Roma, 2015); en ambas tuve el gozo de participar y concelebrar.
5.- La misión de las Hermanas de la Cruz se centra en varias actividades, como bien conocéis todos; pero que queremos recordarlas, para dar gracias a Dios y a ellas:
– En primer lugar, lo que no se ve por fuera: la oración diaria, los sacrificios, las penitencias.
– Visitas a domicilio a las personas ancianas y enfermas que precisan cuidados, ayudándolas en las tareas cotidianas domésticas y de aseo.
– Asistencia tanto en el campo material como en el espiritual.
– Atención a las personas sin recursos, que acuden a las casas de las Hermanas de la Cruz.
– Residencias para ancianos.
– Internado para niños huérfanos.
Todo ello realizado desde la espiritualidad de la pobreza y de la humildad; y como dijo el mismo Jesús: «Cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25, 40).
Dando gracias a Dios, queremos agradecer también la labor de las Hermanas que han ejercido su carisma en Ronda durante estos cien años. ¡Cuántas Hermanas han pasado por la comunidad de Ronda! A todas ellas nuestro agradecimiento. El pueblo de Ronda está realmente muy agradecido.
6.- Celebramos esta Eucaristía, que ofrecemos como acción de gracias a Dios por el Centenario de la presencia de las Hermanas de la Cruz en Ronda; y la ofrecemos a petición suya por la vida consagrada y las vocaciones.
Como preparación al Centenario la Santa Sede concedió un Año Jubilar, desde el 30 de enero de 2025, fecha del nacimiento de la fundadora, santa Ángela de la Cruz, hasta el mismo día del año 2026. También se han realizado diversas actividades entre otras el Triduo, que hoy termina y que ha sido predicado por dos hijos de este pueblo: D. José-Antonio Melgar y D. Salvador Aguilera, que os quieren mucho. Y esta tarde se celebrarán las Vísperas solemnes y la procesión, presididas por el párroco, D. Francisco Sánchez, también rondeño. Aunque no estaré presente, me uniré espiritualmente. ¡Que todo esto contribuya a una mayor gloria de Dios y bien de las almas!
Pedimos al Señor que mantenga a las Hermanas de la Cruz en el gozo y en la fidelidad a su carisma y que la Virgen, bajo la advocación del Pilar, siga acompañándolas en su misión. Hermanas, no desfallezcáis en la hermosa tarea y carisma que el Señor os ha concedido. Gracias. Amén.

