«Muchas veces he dudado de mí misma, pero he mantenido la esperanza», con estas palabras la tricampeona paralímpica de judo, Carmen Herrera (Alhaurín de la Torre, 1974), cuenta su experiencia como deportista. Una luchadora incansable que ha conquistado la vida y que se ha mantenido firme para conseguir su objetivo: ganar tres medallas de oro.
–Ha logrado tres medallas de oro en la misma modalidad de judo para menos de 70 kilos, ¿cómo vive siendo una leyenda del deporte?
–Estoy orgullosa pero no me lo creo. En muchos momentos de mi vida como deportista me he preguntado si merece la pena, si quizás era mejor abandonar. Sin embargo, he creído que mi trabajo valía la pena, que podía cumplir un sueño y que se podía hacer posible. No me siento por encima de nadie ni de nada, sólo me siento muy contenta porque nunca he tirado la toalla.
–En los momentos difíciles, ¿qué le ha motivado para salir adelante?
–La esperanza, lo que me motiva es pensar que lo que hago en el momento presente es bueno en el futuro y asumo perfectamente que mi trabajo no tiene por qué dar el fruto que espero. Muchas veces, he tenido momentos de bajón y me he preguntado si tiene sentido. El deportista tiene unas expectativas frente a un objetivo que quiere conseguir y no sabe cómo va a terminar. Entonces, he seguido creyendo en lo que estoy haciendo, siempre he tenido la esperanza de que mi trabajo me acerca al objetivo. En cierta ocasión, mi tita me preguntó si me encomendaba a Dios cuando saltaba al tatami. Y le contesté que Dios tiene cosas mucho más importantes en las que pensar y que es mejor pedir por las necesidades de las personas y por los problemas del mundo. Dios sabe lo que me conviene, por mi parte, voy a trabajar y si me concede un poco de gracia y consigo el objetivo, mejor. Pero, no me encomiendo, sólo dejo que Dios actúe.
–¿Qué significa para usted la fe en Dios?
–Hace mucho tiempo que aprendí que la fe es una gracia que la tienes o no y que tienes que tener el corazón abierto. Tengo fe en que mi trabajo me acerca a mi objetivo y sé que me acompaña la gracia. Muchas veces he dudado de mí misma pero he mantenido la esperanza firme y en las tres ocasiones que más he necesitado la fe he conseguido la meta.
–¿Qué dirías a los jóvenes?
–La perfección es algo que no se consigue pero la aspiración a la perfección es totalmente legítima y la búsqueda de la excelencia en cualquier profesión es necesaria y posible. Si un joven tiene claro el objetivo al que quiere llegar es muy difícil que no lo consiga. El problema de los jóvenes hoy es, quizás, la falta de objetivos, creen que todo es relativo y eso es bueno para un filósofo, pero el joven ha de tener unos objetivos, unos valores y un sentido para la vida. Hay personas que en la religión encuentran el sentido de su vida y llenan todo su mundo, el caso es encontrar ese sentido. En la actualidad, las oportunidades son mayores y diversas pero de nada sirven si el joven no tiene claro el objetivo en su vida.