«Cada martirio es una confesión de fe y amor»

Diócesis de Málaga
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La diócesis de Málaga es una sede episcopal dependiente de la archidiócesis de Granada, en España. Su sede es la Catedral de la Encarnación de Málaga.

«La memoria de los mártires nos hace viva y presente la Pasión de Cristo en nuestra Iglesia de Málaga. Cada martirio, como el de Cristo, es una confesión de fe y de amor», afirma el sacerdote Antonio Eloy Madueño, director del Departamento para la Causa de los Santos de la Diócesis de Málaga.

El 7 de octubre, a las 11.00 horas, el Obispo de Málaga presidirá en la Catedral la celebración en la que se abrirá oficialmente el proceso diocesano de las tres causas de beatificación de 214 mártires de Málaga del siglo XX. Se han dividido en tres causas por el elevado número de mártires. La primera de las causas la forman D. Moisés Díaz-Caneja y Piñán y 87 compañeros sacerdotes, religiosos, seminaristas y laicos.

La causa toma el nombre de D. Moisés, que era entonces el Vicario General de la Diócesis de Málaga. Quienes lo conocieron afirman que, «en pocos meses se ganó, con trato sencillo y afable y
con su competencia y excelentes dotes, el afecto y la veneración del clero y de los buenos católicos (…) Era un ejemplo de piedad y de celo sacerdotal, que ejerció principalmente en el confesonario de la Catedral». Mientras lo fusilaban, a sus 60 años, en el Camino Nuevo de Málaga, junto a otros dos sacerdotes, exclamaba: «Yo muero con gusto por Jesucristo».

Un grupo de seminaristas
En este primer grupo de mártires de Málaga se encuentra un grupo de seminaristas: José Merino Toledo, Cristóbal Luque Trujillo, Diego García Calle y Miguel Díaz Jiménez. Eran compañeros
del también seminarista beato Juan Duarte. Miguel es el más joven de los 214 mártires que se presentan en las tres causas. Este joven yunquerano, con 19 años, recibió horribles castigos de
manos de sus verdugos. Antes de matarlo, lo obligaron a cocinarles un chivo y a moler con los pies las brasas ardientes en las que había cocinado para ellos. Ante el sinsentido de aquellos años, Miguel no cedió y no dejó de gritar “¡Viva Cristo Rey!” y de perdonar a quienes lo estaban martirizando, hasta expirar clavado en el tronco de un olivo.

Religiosos y seglares dan la vida juntos
Entre los muchos testimonios de religiosos y seglares de esta primera causa, se encuentran los del padre jesuita José Ruiz Pimentel y la maestra nacional María Antequera Estévez. Desde el 22 de julio, al padre Ruiz Pimentel lo andaban buscando para matarlo. En varias ocasiones lo detuvieron pero no encontraban delito en él o el arma se encasquillaba, y lo volvían a soltar. Andaba refugiándose en
las casas donde lo acogían, hasta que llegó a la de María Antequera, maestra nacional con 50 años, que vivía en el Pasillo Santa Isabel. Ya tenía acogida a una monja clarisa del convento de la Trinidad, María Villatoro. Los tres murieron juntos, fusilados por no renegar de su fe.

Encarni Llamas Fortes

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