Bendición de la nueva casa de acogida para presos Ntra. Sra. de la Merced (Málaga)

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Homilía pronunciada por el Obispo de Málaga, D. Jesús Catalá, en la bendición de la nueva casa de acogida para presos Ntra. Sra. de la Merced (Málaga) el 23 de septiembre de 2016.

BENDICIÓN DE LA NUEVA CASA DE ACOGIDA PARA PRESOS

NUESTRA SEÑORA DE LA MERCED

(Málaga, 23 septiembre 2016)

Lecturas: Is 54, 1-10; Sal 22; Jn 8, 31-36.

1.- Fecundidad de la mujer estéril

Los profetas suelen usar una imagen preciosa que es la imagen de la familia, la imagen del amor humano para hablar del amor de Dios. Hemos escuchado un texto del profeta Isaías en que habla de la mujer abandonada, la mujer estéril por su conducta, por su forma de vida; pero que queda transformada en fecundidad esa esterilidad.

La mujer estéril, no valorada y tenida en menos, puede llegar a ser fecunda: «Exulta, estéril, que no dabas a luz; rompe a cantar, alégrate, tú que no tenías dolores de parto: porque la abandonada tendrá más hijos que la casada –dice el Señor–» (Is 54, 1).

Esto es una promesa que Dios cumple siempre. Estamos celebrando, aunque queda ya poco para terminar, el Año de la Misericordia, y hay dos palabras en la Biblia que expresan la Misericordia de Dios. Una es la palabra fidelidad: Dios es fiel a lo que promete. Dios está siempre con su pueblo. Dios no se desdice de su palabra. Dios permanece junto a la persona que ama, siempre. Lo que le ha dicho el Señor a la mujer estéril es consecuencia de ese amor fiel: “no te abandonaré nunca, te haré fecunda”.

Y la otra palabra que la Biblia utiliza para hablar de misericordia es la palabra entrañas. Las entrañas de mujer y las entrañas que todo ser humano tiene. Porque Dios es misericordioso y tiene entrañas de misericordia.

Ambas nociones o aspectos quedan reflejado en este amor misericordioso que Dios tiene con su pueblo, con las personas, con nosotros, con los que estáis aquí y vivís en la casa, con los que están en los centros penitenciarios, con los que estamos fuera, con todo el mundo. Porque todos necesitamos de ese amor misericordioso de Dios.

Abandonados a la esterilidad, al abandono, nuestra vida es vacía, no es fecunda. Pero con el amor y la acción de Dios misericordioso y fiel nos convierte en fecundos. La imagen de la mujer puede ser la imagen de cada persona. Somos amados personalmente por Dios, que, a pesar de nuestras infidelidades, de nuestros vacíos, de nuestras esterilidades, se acerca a nosotros y nos ama con amor eterno y fiel. En Dios no hay tiempo, Dios no ama por un tiempo limitado. Ojalá el amor humano fuera así.

Los profetas utilizan el amor humano para hablar del amor de Dios, pero tendríamos que decir que hablemos del amor de Dios al hombre para ver si el amor humano se puede parecer un poquito más al amor de Dios.

Nos haría bien pensar que Dios nos ama siempre y no nos abandona nunca. Y el amor deber ser así, si es amor auténtico. Si es amor es eterno. Si no es eterno no es amor, no ha habido amor. Ha podido haber gusto, sentimiento, complacencia, amistad…

El amor es eterno, Dios es eterno, Dios es Amor. A las personas que están aquí esto es un signo de su amor. Su amor fiel que no abandona nunca ni abandonará. En este caso lo hace a través de personas, esto es un gesto del amor de Dios mediatizado por Cáritas, por el voluntariado, por personas que dedicáis vuestra vida a ayudar a otras personas. Personas que os muestran el amor fiel eterno de Dios.

Quiero agradeceros, sobre todo, a los que trabajáis tanto en las asociaciones caritativas, sociales, como en los centros penitenciarios, como en los campos en los que se toca el corazón del ser humano y donde a veces tocamos mucha miseria. El amor de Dios es transformante. Y os animo a que seáis instrumentos del Espíritu para transformar a esas personas.

Doy las gracias porque además he podido ver visitando los centros y hablando con vosotros que esa transformación existe.

A la mujer abandonada y a todos les dice el Señor: «No temas, no tendrás que avergonzarte, no te sientas ultrajada, porque no deberás sonrojarte» (Is 54, 4). Dios nos transforma, Dios te está transformando.

2.- Dios desposa a su pueblo con amor eterno

Dios quiere desposar a su pueblo con amor eterno. El profeta Isaías pone como ejemplo la mujer abandonada: «Quien te desposa es tu Hacedor: su nombre es Señor todopoderoso. Tu libertador es el Santo de Israel: se llama «Dios de toda la tierra» (Is 54, 5). Ese es el Dios que nos ama, que nos ha creado, que no nos abandona nunca, que mantiene el amor entrañable, de entrañas de misericordia. Pongámonos en sus manos.

3.- El pecado esclaviza

¿Qué es lo que esclaviza? ¿Qué es lo que nos esclaviza a todos? Lo ha dicho Juan en el Evangelio que se ha leído. Jesús contestó: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es esclavo» (Jn 8, 34).

Que levante la mano quién no comete pecado. No veo ninguna mano levantada. Todos somos esclavos del pecado. Y sólo Dios es capaz de liberarnos, porque de mi pecado, de mí mismo no me libero ni yo mismo, ni las instituciones, ni las leyes, ni el médico, ni el psicólogo, ni el terapeuta, no me libera nadie. De mi pecado no me libera más que Dios.

4.- La Verdad hace libres

El único que hace libre es Cristo. Cristo es la verdad. Jesús dijo a los judíos que habían creído en él: «Si permanecéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos» (Jn 8, 31). Conocer la verdad hace libres: «Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Jn 8, 32). Cristo nos hará libres, no hay otro.

Esta casa quiere ser una casa acogida y lo es. Es nueva porque nos hemos trasladado, como ha explicado anteriormente el Rvdo. Ángel Antonio Chacón, pero estamos haciendo lo mismo que hacíamos; eso sí, en mejores condiciones, con un hábitat más agradable. Pero la misión es la misma: ayudarnos unos a otros para ser más libres, auténticamente libres. No de estar encerrados solamente entre cuatro paredes, sino de estar encerrado en nuestro propio pecado, entre las ataduras y duras cadenas de nuestro propio pecado. Ésta es una gran noticia: Dios me libera de la esclavitud en la que he caído, el único que me salva es Él. Esto es una profesión de fe en esta tarde.

Agradecemos al Señor el que nos haya, a través de personas, regalado la casa, los aderezos, la rehabilitación, todo. Y le pedimos que esta casa nueva de acogida Ntra. Sra. de la Merced sea un signo doble: un signo de amor a la esterilidad, al vaciamiento, al abandono, un signo de amor a las personas; y un signo de libertad. Un signo de amor misericordioso y un signo de amor libre que libera.

Con esta intención vamos a proceder a la bendición de la casa. Lo haremos con los signos propios del agua bendecida. Nos rociaremos porque en la bendición los primeros que recibimos ese don somos nosotros y también rociaremos la casa, las paredes, las estancias.

Que Santa María, Ntra. Sra. de la Merced, nos ayude a vivir con gozo esta celebración de amor y de libertad. Gocemos de ese amor y de esa libertad. Que así sea.

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