Del 13 al 20 de julio, más de 100 chicos de Málaga, Salamanca y País Vasco se unen en la capital malagueña para participar en una nueva edición del Campo de Trabajo Lázaro. En él, los jóvenes prestan un servicio de voluntariado en varios centros sociales de la diócesis.
El director de Cáritas Diocesana de Málaga, Fran Sánchez, nos cuenta el objetivo de este campo de trabajo. «Es una experiencia vocacional que lleva ya muchas ediciones y que ahora se celebra en época estival, organizada por Pastoral de Infancia y Juventud de la Diócesis de Málaga y Cáritas Diocesana. Pretende sobre todo que los jóvenes, mayores de 16 años tengan una experiencia intensa durante una semana de acercamiento al mundo de la pobreza, la exclusión y el dolor lo que la Iglesia hace en el ámbito caritativo y social habitualmente. Pueden convivir con las personas acogidas en los centros, compartir con las que participan en proyectos sociales regentados por Cáritas, y pueden tener un momento importante para reflexionar sobre la llamada que Dios le hace en esas realidades. Conocen la presencia de la Iglesia, saben desde qué claves trabaja la Iglesia el respeto a la dignidad y lo ven en clave vocacional «¿Qué me está pidiendo aquí el Señor y cómo puedo responder a esa llamada?».»
Para el director de Cáritas, «es un momento excepcional para que nuestros jóvenes puedan tener una experiencia fuerte en sus vidas, que les edifique, para entender que la vida se nos da y la merecemos dándola, y que el cristiano no está solamente llamado a dar cosas, sino a darse, a darse en su vida, y es ahí donde encontramos nuestra felicidad».
Gonzalo Otalecu es el responsable del Campo de Trabajo Lázaro desde la delegación de Infancia y Juventud de la Diócesis. Para él, uno de los grandes éxitos de esta propuesta es que «los jóvenes se dan cuenta de que el Señor está en muchos sitios, que lo pueden ver en las caras de la gente necesitada. Esa es la impronta general que sacan, que no tienen que ir a una iglesia para verlo, sino que se lo pueden encontrar reflejado en la cara de los más pobres y necesitados».
Los participantes suelen ser jóvenes de parroquias o movimientos, de entre 16 y 35 años. La dinámica diaria es la siguiente, como cuenta Otalecu: «Al ser la edición de verano vamos a aprovechar para que los chicos partan a los centros hacia las diez de la mañana y no volverán hasta las cinco de la tarde. Comerán en los centros, ayudando a dar de comer a los mayores, a los niños… A la vuelta, tendrán actividades lúdicas y posteriormente un poco de formación y oración».
Raúl Leal tiene 17 años y acaba de terminar 1º de Bachillerato. Él hizo la experiencia en Navidad, y se ha decidido a repetirla. «Fue increíble, aunque fueron solo cuatro días. Al principio fui a una casa de Cáritas, donde estuve con una familia que era atendida allí, y después fui a Los Asperones, así que tuve dos experiencias en una. Quiero volver porque me sentí súper realizado y ayudar a las personas me sienta bien, aparte es una buena iniciativa para encontrarte con el Señor porque hay oraciones y ayudas a la gente. Yo este año he puesto que quiero trabajar con inmigrantes. Ojalá fueran dos semanas, que estaría todo el tiempo encantado».