Antonio Rubio Núñez es el aspirante al diaconado permanente que hoy comparte su testimonio vocacional con los lectores de DiócesisMálaga. Está casado con Pepi Sepúlveda desde hace casi 35 años.
Es padre de dos hijos: José Antonio y Alejandro, ya independizados, y trabaja en Renfe desde hace más de cuarenta años. Su parroquia es Santa María de la Victoria y San Lázaro.
«A lo largo de mi vida he podido comprobar el amor de Dios en ella», explica Antonio Rubio, quien quedó huérfano con 10 años e ingresó en un internado de los Salesianos, «que me enseñaron a conocer a Jesús y a su Madre, María Auxiliadora, tanto que estuve a punto de ser salesiano. Entonces era muy joven y pensaba que yo no podría hacer lo que Dios me pedía, pensaba que debía ser cosa de mi esfuerzo personal, sin tener en cuenta la gracia de Dios que nos habilita para la misión que Él nos encomienda en cada momento. Me regaló la familia que tengo y a los 25 años de casados, en la parroquia de Santiago, le pedí que me dijera qué quería de mí. ¿Cómo le pagaré al Señor el bien que me ha hecho?», añade.
Antonio hizo el acceso a la Universidad y comenzó los estudios en el Instituto Superior
de Ciencias Religiosas San Pablo, concluyendo la licenciatura en el curso 2016/2017, a falta de la tesina, en que la que está trabajando. «Agradezco a todos los profesores del centro, y en especial a D. Gabriel Leal, al cual le manifesté mi vocación, la ayuda y la enseñanza ofrecida en mi preparación para que este servicio, al Señor y a su Iglesia, sea como Él lo querría», expresa Antonio, y concluye que es «toda una bendición que Dios me haya puesto en este camino de discernimiento vocacional, en el que estoy aprendiendo, gracias a nuestro formador D. Antonio Eloy, cómo debo configurarme con Jesús, en el servicio a Él y a su Iglesia».