El sacerdote Francisco Aranda, profesor de los Centros Teológicos de la Diócesis de Málaga, ayuda a profundizar en el Evangelio del Domingo IV de Pascua (Jn 10, 11-18).
Jesús es el Buen Pastor y reúne a todos los hombres para conducirlos a verdes praderas. Así lo hemos proclamado en el Evangelio, como parte del conjunto del discurso del Buen Pastor. El pasaje que nos ocupa afirma tres cualidades sobre Él: Primero: da la vida por sus ovejas, lo contrario del asalariado; segundo, las conoce y ellas lo conocen a Él, un conocimiento que implica reciprocidad y que nace del corazón, y tercero, está al servicio de la unidad. Ya adelantó Caifás: era preferible que muriera uno por el pueblo, y que luego se plasmará en la afirmación de san Juan «Jesús iba a morir por la nación y no solo por la nación, sino también para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos».
Cuando las primeras comunidades cristianas esculpieron la figura del pastor
con una oveja sobre sus hombros, querían simbolizar a Aquel que sale en busca de
cada uno de nosotros; el que nos sigue hasta nuestros desiertos y confusiones; el que carga sobre sus hombros esta oveja herida (muy herida hoy) que es la humanidad y la devuelve a su casa. El que forja la unidad: «que todos sean uno».
«Pastor Bueno, haznos buenos pastores, prontos a dar la vida por las ovejas» , nuestra oración. En este Domingo del Buen Pastor, rezamos por los sacerdotes.