La capilla del colegio Marista de Jaén ha sido el marco de una oración interreligiosa que nos ha dejado una experiencia magnífica.
Tuvimos la ocasión y la oportunidad de que Dios nos reuniera a un buen grupo de creyentes de diferentes religiones con el único objetivo de invocar su nombre para devolvernos a todos un poco de cordura, sentido común, paz, complicidad, hermandad y, sobre todo, mostrar la posibilidad de que el rostro de dios tiene cabida en medio de musulmanes, ortodoxos, judíos, cristianos,… Qué ocasión tan hermosa para dar a conocer a toda persona escéptica, a los muchos indiferentes, a los nuevos ateos pero que dicen que creen en algo, de que Dios sigue haciéndose presente cuando dos o más se reúnen, sean del color que sean, sean de la religión que sean.
Qué fácil ha sido rezar aunque no entendiese las lenguas, qué fácil entrar en contacto con Dios aunque no sabía lo que decía aquella canción, aquella invocación a la oración de los musulmanes, el rezo de los ortodoxos, la lectura pidiendo la paz de los mormones… qué fácil porque todo lo movía el amor grandioso del que habla San Pablo en su cartas. He entendido más aún que la Fe mueve montañas, he entendido que todos estamos en un mismo planeta con sus diferencias y su diversidad, pero con un único mensaje del que he aprendido esta noche: aquí cabemos todos… porque somos hijos de un mismo padre. O por el contrario, en este mundo no habría lugar para nadie, porque el egoísmo, el poder, el prestigio, el fanatismo,… acabará con la misma razón de existir.
Me quedo con un sentimiento expresado por una buena mujer musulmana al final de la celebración, dando gracias a todos los allí presentes por haber sido invitada a esta oración interreligiosa después de llevar 18 años en Jaén. Fue muy significativo y emocionante.