Carta Pastoral del Obispo de Jaén, Mons. Ramón del Hoyo López.
Queridos fieles diocesanos:
Cada vez que la comunidad cristiana se prepara para recordar y celebrar “el Nacimiento de Jesús en Belén de Judá, en tiempos del Rey Herodes” (Mt 2, 1), siente una sensación de alegría y de esperanza para recibirle, desde la intimidad, y celebrar con los demás tan decisivo acontecimiento.
1. Año tras año celebramos este hecho histórico, el nacimiento del Hijo de Dios, nacido de la Virgen María, en la plenitud de los tiempos. Pero le hacemos también presente y nos arrodillamos ante su presencia eucarística, “nueva gruta de Belén”, y cantamos ante su imagen, miramos sus ojos de Niño Dios… Renovamos nuestra vida para construir un mundo distinto desde su presencia liberadora en el amor. El Adviento eleva asimismo nuestra mirada hacia la meta final de nuestra corta historia y a nuestro encuentro definitivo con el Señor. Vendrá Jesús al final de esta historia. Él nos ha preparado una morada feliz y para siempre.
2. Pensemos durante este tiempo litúrgico del Adviento que el Señor desea hospedarse en nuestras casas y que llama a la puerta de nuestros corazones. Quiere seguir naciendo en la historia humana a través de nuestras vidas. Busca una mirada en los pobres y sencillos que le hacen sitio en su posada.
El Espíritu Santo que formó a Jesús hombre perfecto, en el seno de la Virgen, continúa llevando a cabo en nosotros, si permanecemos despiertos y dóciles a sus inspiraciones, el admirable proyecto de Dios que transforma nuestra pobre existencia. En cada uno de los que le reciben y acuden al portal se realiza, diríamos, se renueva toda la obra de la creación y de la redención. Eso sí es Navidad.
3. La Purísima Concepción, figura primera del Adviento, será nuestra ayuda y norte para conseguir estos propósitos.
María Santísima esperaba con gran ilusión, junto con todo el Pueblo de Israel, la venida del Mesías, del Salvador, pero no podía ni imaginar cómo se realizaría su venida. Por eso “se turbó” cuando supo por el Arcángel San Gabriel que el Señor quería encarnarse precisamente en ella. La había preparado desde su concepción. María Virgen, con un gran acto de fe y de obediencia, dijo “sí”. “He aquí la esclava del Señor”, y se convirtió en “morada y templo” del Hijo de Dios, en “puerta” para que el Señor entrara en la tierra y se hiciera hombre.
Que la intercesión de esta Purísima Madre nos ayude para recibir a su Hijo en la próxima Navidad, caminar de su mano durante esta preparación del Adviento y siempre, desde la fe y esperanza que se traducen en amor cristiano, ser “puerta” también de su venida para otros hermanos nuestros.
Os saluda y bendice.
+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén