Sobre la Jornada Mundial de Oración por las vocaciones

Carta Pastoral de Mons. Ramón Del Hoyo López, Obispo de Jaén.

Muy queridos fieles diocesanos:

El próximo domingo IV de Pascua, día 15 del presente mes de mayo, celebramos esta jornada bajo el lema: “proponer las vocaciones en la Iglesia local”.

Se nos invita a reflexionar y a pedir, comunitariamente y en particular, por las vocaciones al ministerio sacerdotal y a la vida consagrada junto con el Buen Pastor.

En la lectura del Evangelio de la Misa escucharemos estas palabras de Jesús: “…el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y los saca fuera. Cuando ha sacado a todas las ovejas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz”. (Jn. 10, 2-4). Son palabras que deben llenarnos de consuelo y esperanza en este tiempo de Pascua, porque nos las dirige a cada uno de nosotros.

1. Celebramos hace dos meses la jornada del “Día del Seminario”. En este domingo nuestra reflexión y plegaria abarca, sin embargo, no sólo las vocaciones sacerdotales sino  todas las vocaciones a la vida consagrada de Dios.

El Mensaje que nos dirige Su Santidad, Benedicto XVI, con ocasión de la presente jornada, destaca de forma especial esta enseñanza: la realidad inexorable de la Iglesia diocesana en la llamada y sostenimiento de estas vocaciones. Cada Iglesia particular es sujeto activo de esta llamada a favor de todas las vocaciones específicas y carismas en la comunidad diocesana.

Conviene, nos dice el Papa, que cada Iglesia local se haga cada vez más sensible y atenta a la pastoral vocacional, educando en los diversos niveles: familiar, parroquial y asociativo, principalmente a los muchachos y muchachas y a los jóvenes, como hizo Jesús con sus discípulos.

2. Nos indica el Santo Padre, asimismo, en qué dirección hemos de caminar y a qué logros tenemos que apuntar en este proyecto al decirnos que: “madure en ellos una genuina y afectuosa amistad con el Señor, cultivada en la oración personal, litúrgica; para que aprendan la escucha atenta y fructífera de la Palabra de Dios mediante una creciente familiaridad en las Sagradas Escrituras, para que comprendan que adentrarse en la voluntad de Dios, no aniquila ni destruye a la persona, sino que permite descubrir y seguir la verdad más profunda de sí mismos; para que vivan la gratuidad y la fraternidad en las relaciones con otros, porque sólo abriéndose al amor de Dios es como se encuentra la verdadera alegría y la plena realización de las propias aspiraciones”.

Nos señala de forma certera, en ese precioso párrafo, el centro de la diana vocacional: “Abrirse al amor de Dios”, y nos indica también, en cada una de sus frases, el camino a seguir en nuestra propuesta: oración personal y litúrgica, escucha de la Palabra de Dios, adentrarse en la voluntad de Dios, seguir su verdad y la vivencia del amor cristiano”.

Nos recuerda también el Santo Padre, en su Mensaje, la pedagogía a seguir en este proyecto constante vocacional: “Demos prioridad al encuentro, sobre todo, de los niños, adolescentes y jóvenes, con Jesucristo. Sigamos el recorrido que Él hizo: llamó a algunos; les mostró con claridad y sin recortes su misión; les educó con la palabra y con su ejemplo de vida; les confió el memorial de su muerte y resurrección en la Eucaristía y los envió a todo el mundo con un mandato misionero claro (cf. Mt. 28, 19)”.

3. La vitalidad de una Iglesia diocesana se manifiesta desde el termómetro de su entrega y preocupación en este campo vocacional. Es toda la comunidad diocesana, desde su Obispo hasta cada uno de los fieles, la que con la mirada puesta y el apoyo a la Delegación de Vocaciones, debe unirse, desde la oración y colaboración misionera para que la llamada del Señor se presente nítida y llegue a los corazones de quienes ha escogido y llamado para servicios específicos a favor de todo el Pueblo de Dios, su Iglesia.

La próxima celebración de la Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid, y el recorrido de la cruz e iconos de la Santísima Virgen y Santo Rostro por la geografía diocesana, deben significar un verdadero estímulo y todo un reto para nuestra Iglesia en este momento histórico. Sacerdotes, consagrados y fieles laicos hemos de procurar, con alegría y sin descanso, depositar estas inquietudes vocacionales en tantos adolescentes y jóvenes de nuestras comunidades, grupos y colegios, porque buscan y necesitan de la nueva vida de Jesús Resucitado. Tienen ya su Espíritu desde el Bautismo y, el Señor y su Iglesia, nos encomiendan a los cristianos adultos: llamar, proponer, educar y poner en sus manos el Evangelio de Jesucristo para ser también sus testigos en la Iglesia y en el mundo.

Con mi saludo agradecido en el Señor.

+ Ramón Del Hoyo López
Obispo de Jaén  

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