Homilía del obispo de Jaén, Mons. Amadeo Rodríguez, en la Romeria a la Virgen de la Cabeza
Queridos peregrinos y peregrinas:
1. Desde este bendito cerro de Sierra Morena, presididos por la querida y venerada imagen de la Santísima Virgen de la Cabeza, nos encontramos todos reunidos y unidos para celebrar la Eucaristía, corazón de la vida de la Iglesia.
Incorporo con un especial saludo a quienes a través de Canal Sur TV y otros medios de comunicación se unen a esta celebración religiosa, con una dedicatoria cariñosa para los enfermos, impedidos y ancianos.
2. Sin faltar a la cita con la Madre, cada año nos presentamos ante Ella como peregrinos. La Virgen de la Cabeza nos espera con los mismos sentimientos de Dios, los del Padre bueno que aguarda el retorno de sus hijos, y nos acoge como Jesucristo, el Resucitado, que, ante la negativa de Tomás a dar crédito al testimonio de los demás apóstoles, da el primer paso hacia él, le muestra el corazón abierto y las llagas de sus manos, y le señala el camino para un encuentro especialmente emotivo que terminará, en una preciosa confesión de fe:“¡Señor mío y Dios mío”!
En ese encuentro del Resucitado con Tomás, la Iglesia ha visto a la Divina Misericordia, a la bendita imagen que vio Faustina Kovalska del costado abierto de Cristo, del que brotan radiantes agua y sangre para la vida del mundo. ¡Si la Santísima Virgen tiene tanto tirón para nosotros es porque la consideramos una activa mediadora entre la misericordia divina y las necesidades humanas!
3. Los cristianos conocemos esa misión de la Virgen y, por eso, nunca dejamos de acudir a este bendito Santuario y de acercarnos a su rostro misericordioso. Si estamos hoy aquí es porque entendemos que nuestra Madre del cielo continúa ocupándose de sus hijos de la tierra. Desde hace cientos de años, sin faltar a esta cita anual, hemos venido, sucesivamente, generaciones tras generaciones, a la romería más antigua de España a ofrecerle a la Santísima Virgen de la Cabeza el bien que sembramos y, también, a pedirle el bien que necesitamos. Los devotos de la Virgen sabemos, y así lo sentimos, que Ella no está en su Santuario como la que vive en una isla al margen de la vida de sus hijos e hijas de Andújar, de Jaén, de toda España y de cuantos la veneran en el mundo entero. Ella está aquí, en este bello lugar de Sierra Morena, al que vino del cielo a encontrarse con Juan Alonso Rivas, pastor de Colomera, en 1227, con una misión que ejerce desde este bendito Cabezo: me refiero a la que aceptó junto a la cruz, cuando su Hijo le encomendó ser nuestra Madre. Por su maternidad, para todos, es mediadora nuestra ante Dios y ante su Hijo Jesucristo. Y también es mediadora de Dios ante nosotros.
4. Por esta mediación de la Virgen María recordamos cada año que Dios entiende de humanidad. A nosotros nos recuerda que Dios quiere que seamos buscadores de un mundo de amor, de paz, de justicia, de solidaridad, de verdad y de dignidad. Es natural que los que contemplemos con fe y devoción la belleza del rostro maternal de la María, rechacemos todo lo que sea injusticia, insolidaridad, mentira, odio, venganza, abuso o violación de la dignidad humana y que nunca queramos saber nada de violencia o muerte. Con María queremos lo mejor para nuestro mundo y rechazamos todo lo que lo empeore o lo ensucie; con Ella sentimos que nada de lo humano le es ajeno a Dios, autor, a su imagen y semejanza, del hombre y de la belleza de la creación.
Para los hombres y mujeres de fe no hay dos mundos separados, funcionando el uno al margen del otro; la fe mueve y motiva nuestra vida ordinaria. En lo que hacemos y vivimos cada día, en las grandes responsabilidades y en las pequeñas cosas que nos suceden en la familia, en el trabajo, en el ocio, en la convivencia, en la fiesta o en la tragedia, Dios está presente inspirándonos los valores de su Reino y enseñándonos a juzgar y a rechazar todo lo que sea pecado y vaya contra el proyecto creador y salvador de Dios.
5. Para lograr ese proyecto de Dios, los cristianos participamos en la construcción democrática del bien común; queremos estar donde se trabaje y cultive el bien del ser humano y la pacífica convivencia de todos en la diversidad. Sabemos que, en nuestros proyectos sociales, como el que hoy estamos encauzando, Dios siembra salvación para el mundo. Como ha dicho el Papa Francisco: «La salvación que Dios nos regala es una invitación a formar parte de una historia de amor que se entreteje con nuestras historias; que vive y quiere nacer entre nosotros para que demos fruto allí donde estemos, como estemos y con quien estemos. Allí viene el Señor a plantar y a plantarse» (Chistus vivit 252).
Por eso, continúa el Papa, utilizando términos y conceptos de hoy: «La salvación no está colgada en la “nube”, esperando ser descargada; la salvación hay que jugársela en el compromiso de la vida». Eso significa que la fe no nos estorba, no es un obstáculo para el progreso, las libertades y el bien del hombre; al contrario, la fe esclarece la verdad y la dignidad de la vida humana y del desarrollo social; la fe en Jesucristo, camino verdad y vida, ofrece la felicidad temporal y eterna que el hombre busca sin descanso.
6. Los que subimos a este Santuario de la Santísima Virgen de la Cabeza, al encontrarnos con María, notamos enseguida que Dios, por su mediación, sigue infundiendo bien en el mundo. Tened esto siempre en cuenta, queridos peregrinos, y poned ante Ella todo lo que traigáis en vuestro corazón; comprobaréis que esta Madre buena sabe lo que nos pasa, tiene una respuesta para nuestras oraciones filiales y siempre nos encomienda también un compromiso. El Papa Francisco nos acaba de recordar que la Santísima Virgen, cuando aceptó la responsabilidad de ser la Madre del Redentor, aceptó también su oficio de ser influencer, es la influencer de Dios (Mediadora ante Dios, para entendernos).
Cuando queráis conocer el por qué de los dolores y sufrimientos del mundo y los de tantas injusticias, especialmente las que está generando esta sociedad moderna, acudid a la Virgen, que Ella os llevará al que nos señala el camino de la verdad y nos dice qué hacer ante todo lo que nos duele; Jesús, desde la cruz, nos da las respuestas. Cuando deseéis el bien para quien lo necesite, entendeos con la Virgen, Ella es cómplice del bien del mundo con su Hijo. Cuando os encontréis con la cruz, que nunca falta a lo largo de la vida, venid ante esta Madre, que supo guardar en su corazón sus cruces y la cruz redentora de Señor y Salvador.
Cuando necesitéis encontrar en el camino de vuestra vida la luz, la verdad y las fuerzas que os puedan faltar, venid ante la Santísima Virgen, que enseguida os dirá que en Jesucristo nace y renace la alegría y la esperanza. Cuando oigáis decir que no hay fe sin pasión e ilusión misionera por haberse encontrado con Jesucristo, venid ante la Madre que a todos nos dice: id y anunciad a Jesucristo Resucitado, su Hijo, porque no es lo mismo haberle conocido que andar por la vida sin haber podido encontrarle.
Queridos peregrinos y peregrinas: que la Virgen de la Cabeza nos enseñe a ser discípulos misioneros en medio de esta sociedad jiennense en la que vivimos y que tanto necesita de Jesucristo. Si dejáis que la Virgen os hable al corazón, este habrá sido un gran día de nuestra Misión Diocesana. Y la misionera habrá sido para nosotros la Virgen de la Cabeza, la Madre de Nuestra Diócesis. Y cuando volváis a vuestras casas, en nuestras ciudades y pueblos, manifestad a los cuatro vientos que habéis estado con la Madre del Señor del Camino, de la Verdad y de la Vida. Así sea.
28 de abril de 2019
+ Amadeo Rodríguez Magro
Obispo de Jaén