Exortación Pastoral del Obispo de Jaén con motivo del Encuentro de Cofradías y Hermandades que se celebra mañana domingo en el Seminario Diocesano a partir de las 10 de la mañana.
Muy queridos sacerdotes, hermanos y hermanas cofrades:
Urgidos por la voz reiterada y clara del magisterio de los últimos Pontífices, también del actual Benedicto XVI, los católicos precisamos acercarnos y llenarnos de la luz del Evangelio de Jesucristo, en medio de la cultura neopagana que nos toca vivir para proyectar esa luz sobre nuestros coetáneos y cristianizar esta nueva cultura.
A este camino emprendido lo llamamos NUEVA EVANGELIZACIÓN.
Por otra parte, el Concilio Vaticano II, afirmó, en el Decreto Apostolicam Actuasitatem, que la Iglesia, en el cumplimiento de su misión, no puede prescindir de la obra de los laicos (nº 2). Su acción, dentro de las comunidades eclesiales, es tan necesaria que, sin ella, el propio apostolado de los pastores no conseguiría la mayoría de las veces plenamente su efecto (nº 10).
Por ello, los fieles asociados en Cofradías y Hermandades están llamados a ser los primeros en este proyecto eclesial, tan urgente y necesario.
PRIMERA PARTE
LA NUEVA EVANGELIZACIÓN
1. En el marco del plan diocesano de pastoral
Sabéis que acabamos de estrena un nuevo Plan diocesano de pastoral para el trienio 2011-2014. Lleva por título: Evangelizar con nuevo ardor.
En él aparecen marcados unos objetivos específicos para cada uno de estos tres cursos pastorales a nivel diocesano que, a su vista, se pueden seleccionar y concretar en cada parroquia, comunidad, movimiento o grupo. También en cada Cofradía.
El objetivo específico señalado para el presente curso es el siguiente: El cristiano laico, verdadero y original testigo de la fe cristiana.
En realidad es un nuevo paso y profundización sobre la importancia del laicado en la Iglesia, que ya consideramos en el curso pasado. Los seglares cristianos tienen una responsabilidad directa no sólo en la construcción de un mundo más justo y humano, sino también más divino, conforme a la voluntad de Dios.
2. A tiempos nuevos, respuestas nuevas
Evangelizar es anunciar el Evangelio de Jesús vivido por el que lo anuncia, es decir, es presentar a nuestros contemporáneos, de forma especial a los niños, adolescentes y jóvenes, lo que Jesucristo hizo en su vida y nos comunicó. Pero para que el mensaje sea comprensible y creíble ha de acomodarse a la cultura y circunstancias en que se encuentren sus destinatarios.
Nueva evangelización no significa “nuevo evangelio”, porque Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por siempre (Cf. Hb. 13, 8).
Los Lineamenta para el próximo Sínodo romano de los Obispos del 2012, describen la nueva evangelización en los siguientes términos:
“Nueva evangelización quiere decir: una respuesta adecuada a los signos de los tiempos, a las necesidades de los hombres y de los pueblos de hoy, a los nuevos escenarios que diseñan la cultura a través de la cual contamos nuestras identidades y buscamos el sentido de nuestras existencias. Nueva evangelización significa, por lo tanto, promover una cultura más profunda enraizada en el Evangelio; quiere decir descubrir al hombre nuevo que existe en nosotros gracias al Espíritu que nos ha dado Jesucristo y el Padre”(nº 23).
Podría decirse que, a la vista de la nueva cultura secularizante que nos rodea y envuelve, ha terminado un ciclo de evangelización y es preciso comenzar una nueva etapa con nuevo entusiasmo y nuevo ardor.
La nueva realidad con que nos encontramos es compleja. Por una parte son muchos los que dicen creer en Dios y Jesucristo, pero, por otro, al estar sometidos a unos imperativos de la nueva cultura que avanza con tintes ateos de la realidad, vivir la fe de forma coherente y transmitirla a otros, sobre todo a las nuevas generaciones desde las fuentes claras del Evangelio, les resulta difícil y dudan.
3. Primeros destinatarios de la nueva evangelización
Lo somos nosotros mismos. Esto exige, en cada uno, una seria conversión y búsqueda constante del tesoro que es Jesucristo mismo, para dar sentido a nuestros caminos.
Necesitamos todos, sacerdotes, consagrados y laicos, hombres y mujeres, jóvenes, adultos y mayores, profundizar en nuestra vocación, tan singular y siempre nueva.Nuestro signo de identidad es Jesucristo y más de uno puede pensar que su traje de cristiano le es molesto, que se le ha quedado pequeño o envejecido, que no le sirve ya.
Sin esta conversión personal mal podrá hacer frente el cristiano a una cultura descristianizada en muchos sectores. Habrá que retroceder y recuperar el nuevo traje y la nueva luz que la Iglesia nos entregó el día de nuestro bautismo.
La Iglesia evangelizadora, como podemos leer en la Exhortación Apostólica Evangelium Nuntiandi, del Papa Pablo VI, “comienza por evangelizarse a sí misma”.
La nueva evangelización nos invita a abordar primero un proceso personal y sincero de conversión individual desde la amistad íntima con Jesucristo. Seguir de cerca al Buen Pastor que nos conduce y alimenta en la Mesa de la Palabra y en la Mesa de la Eucaristía.
4. Todos estamos invitados e implicados
De la mano de Cristo todos juntos estamos llamados a afrontar, con entusiasmo y sin miedo, esta hermosa tarea de difundir su Evangelio. Bajo la fuerza del Espíritu y como Iglesia diocesana el Señor nos envía por todos los caminos a ofrecer la salvación de Dios, de forma personal y de forma comprensible y creíble, con el fin de presentar a Jesucristo como camino, verdad y vida, como maestro a seguir. Nos envía “para hacer nuevos cristianos” en este nuevo milenio.
Esto no quiere decir que hayamos de olvidar o dejar de atender a otro numeroso grupo de cristianos ya evangelizados, algunos con ideas y hábitos que responden quizás a épocas pasadas. Ellos necesitan también de nuestro reconocimiento y apoyo para seguir afirmando su vida cristiana. Pero sería un error no contemplar la nueva realidad que exige, una nueva evangelización en esfuerzos con programaciones nuevas y, sobre todo, con una profunda renovación espiritual.
Adecuar y responder a estas situaciones que encontramos hoy va a resultar un tanto difícil durante ciertos años. Tendrá que simultanearse una pastoral que llamamos de mantenimiento y entrar por los caminos de una nueva evangelización, tan necesaria
la una como la otra.
5. Tarea nada fácil
Podríamos decir que muchos hemos nacido en una sociedad ya evangelizada en la que la fe cristiana era fuente fácil y asequible para acercarnos a Dios, por medio de su Hijo Jesucristo. Pero esta realidad ha cambiado en pocos años y las nuevas generaciones de bautizados se encuentran con una realidad muy diferente.
Cierto que el Evangelio es el mismo, pero los medios de evangelización para los jóvenes y para quienes llegan a la vida han cambiado. Aumenta el número de los no bautizados entre nosotros, de matrimonios sin el sacramento, de uniones de hecho, de enseñanzas programadas contrarias a los fundamentos cristianos, de familias desestructuradas y de otros factores nada favorables o contrarias a la cultura cristiana.
Todo ello debe conducirnos con realismo y esperanza a una evangelización nueva, en el sentido de que debe ser mucho más personal, de uno a uno, a través de un proceso muy directo y testimonial del Evangelio de Jesucristo y no dando nada por supuesto.
Los nuevos cristianos necesitarán, más que en épocas anteriores, aprender a dar razón de su fe y tener respuestas convincentes a los usos sociales contrapuestos que les envuelven. Lejos, además, de alejarse de la comunidad y de grupos amigos de cristianos, necesitarán mucho más de ellos, asociándose para afianzar su fe.
Como les decía el Papa Benedicto XVI a los jóvenes en la reciente Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Madrid: “No se puede seguir a Jesús en solitario. Quien cede a la tentación de ir por su cuenta o de vivir la fe según la mentalidad individualista… corre el riesgo de no encontrar nunca a Jesucristo o de acabar siguiendo una imagen falsa de Él” (Homilía del 21 de agosto de 2011).
6. Los fieles laicos indispensables en esta tarea
La condición eclesial del laicado, su índole secular y sus compromisos eclesiales está perfectamente expuesta por el Concilio Vaticano II, sobre todo en la Constitución Lumen Gentium (nº 31).
Sabemos que son la inmensa mayoría de los bautizados y que, entre ellos, abundan personas de extraordinarias dotes humanas y calidad de vida cristiana; están presentes en la trama social y viven encarnados en sus ambientes como ciudadanos y como cristianos; muchos de ellos tienen responsabilidades importantes no sólo en sus familias sino también en el mundo de la cultura, del trabajo, de la política, en los medios de comunicación y en otros campos diversos.
Este reconocimiento de su papel indispensable para la nueva evangelización no nace preferentemente de la constatación sociológica de su importancia numérica, sino, como hemos dicho, es el resultado de la reflexión de la Iglesia sobre sí misma. Se trata de una afirmación fundamentalmente teológica y eclesiológica. Por eso la nueva evangelización: “se hará sobre todo por los laicos o no se hará”, concluían los Obispos españoles en el año 1991 (Los cristianos laicos, Iglesia en el mundo).
El desafío queda abierto, pero quedaría en meras buenas intenciones sin una conversión auténtica a Jesucristo y a su Evangelio, sin una espiritualidad fuerte laical, sin una conciencia clara de formar parte de la Iglesia, sin una implicación en el mundo concreto en el que se desenvuelve su vida, sin una ejemplaridad de comportamientos y una sólida formación integral, doctrinal y apostólica.
El nuevo Plan pastoral diocesano insiste en estos aspectos, tanto de forma general como específica, sobre todo para las nuevas generaciones de cristianos (Cf. pp. 26-29).
SEGUNDA PARTE
LA PIEDAD POPULAR
Las Cofradías y Hermandades son, como bien sabemos, asociaciones públicas de fieles laicos que nacen en el seno de la comunidad eclesial. Son manifestación de comunión y contribuyen a enriquecerla y proyectarla ante la sociedad.
Como afirmó el Beato Juan Pablo II: “la comunión eclesial, ya presente y operante en la acción personal de cada uno, encuentra una manifestación específica en el actuar asociado de los fieles; es decir, en la acción solidaria que ellos llevan a cabo participando responsablemente en la vida y misión de la Iglesia” (ChL. 29).
1. Criterios de eclesialidad de estas asociaciones
La Conferencia Episcopal Española en sus Orientaciones pastorales para el apostolado seglar, del año 1972, destacaba como fines y objetivos fundamentales para estas asociaciones los siguientes:
Contribuir a desarrollar la conciencia de bautizados en la Iglesia; asumir la preocupación por la misión de la Iglesia que es evangelizar; poner máximo interés para lograr que la asociación sirva de renovación personal y comunitaria a todos los hermanos; ser dóciles a las inspiraciones del Espíritu y fieles al magisterio eclesiástico en las tareas de renovación de la Iglesia; cooperar a dar mayor presencia, dinamismo y solidez al ejercicio del mandamiento del amor; aceptar gozosamente el amor a la pobreza y aprestarse a compartir la suerte con los pobres de esta tierra; poner los medios para llegar a adquirir una adecuada conciencia social y aceptar sus compromisos temporales como cristianos; convertir sus vidas en una escuela de cristianismo; mantener su identidad cristiana sin miedo y buscar los medios formativos para responder a las situaciones de cambio en las que se vive; ser personas orantes que participan en la liturgia de la comunidad parroquial, especialmente en la Eucaristía dominical; sentirse parte viva de la Iglesia particular diocesana y vivir la comunión cristiana con otras asociaciones y movimientos cristianos (cf. nn. 7-18).
Doce principios que son un verdadero termómetro sobre la eclesialidad de una Cofradía o Hermandad, muy a tener en cuenta.
2. La riqueza de las Cofradías y Hermandades
Hemos de destacar y reconocer, por otra parte, la rica realidad de estas asociaciones y grupos, en nuestra Diócesis de Jaén, como verdadera gracia del Espíritu.
Tendremos que examinar constantemente, entre todos, si responden o no a las exigencias del apostolado seglar y a las características propias del asociacionismo laical, como acabo de señalar, pero hemos de reconocer, por encima de sus posibles limitaciones, su enorme riqueza eclesial. Se precisa, sin embargo, para mantener o incrementar su vitalidad esa constante cercanía del Obispo, Vicaría de Pastoral y Delegación episcopal, con sus responsables y demás hermanos.
Sin duda, y quiero destacarlo, uno de los rasgos más característicos de la realidad cristiana de esta Iglesia de Jaén es la riqueza multiforme de
su piedad popular. Sus expresiones aparecen por doquier y configuran de forma muy concreta el ritmo de gran parte de las celebraciones del Año litúrgico y de la mayoría de las comunidades parroquiales. Incluso nuestra geografía diocesana sería otra sin esos focos de religiosidad que engalanan y unifican en su fe a muchos cristianos en zonas enteras y en el entorno de ermitas y santuarios.
3. ¿Qué incluye ser cofrade?
Debo advertir, para que se tenga presente, que no es verdaderamente hermano cofrade quien se limite a decir: soy creyente porque acepto las verdades que se contienen en el Credo. Tampoco lo es quien reduzca su vida de cofrade a algunas celebraciones en determinados momentos. Tampoco quien únicamente colabora en unas acciones de alcance caritativo, a favor de los más necesitados, o en compromisos de apostolado a favor de la transmisión de la fe cristiana.
Aclaro: El sólo ejercicio de ciertas prácticas de piedad popular no pueden considerarse como manifestación plena de una vida cristiana. La piedad popular para que sea realmente lo que está llamada a ser, ha de incluir, de forma armónica, las tres dimensiones señaladas, esto es, estar iluminada por la luz de la fe, tomar parte activa en la comunidad para las celebraciones litúrgicas, sobre todo en el Día del Señor, y aceptar su dimensión apostólica a favor de la transformación del mundo desde la caridad y el testimonio.
Dios es quien conoce nuestras limitaciones y siempre nos ama y espera a nuestra puerta para que le abramos, para transformarnos, para la verdadera alegría en nuestro espíritu que proporciona el seguimiento de Jesucristo. Esta brota sólo de la integración armónica completa que cada hermano lleva a su vida personal y que, además, vive en comunidad con los demás hermanos.
4. Algunas precisiones
Descendiendo a lo concreto, propongo a cada Cofradía o Hermandad el siguiente itinerario:
– Recuperar la actividad de que goza siempre la Palabra de Dios, sobre todo del Evangelio y, desde él, relativizar tradiciones que no se muestran propias de las exigencias de la fe en un mundo secularizado y con crisis tan graves.
– Expresarse siempre como instituciones eclesiales, como partes vivas de la Iglesia, incorporadas en las comunidades parroquiales como los primeros, siendo corresponsables asimismo con las demás asociaciones de apostolado seglar.
– Cuidar más lo internoque las formas y establecer sistemas de formación en la fe de los hermanos; recuperar el sentido caritativo y adoptar programas que pongan al vivo su condición de creyentes.
– Infundir nueva creatividad en las expresiones públicas de la fe, como pregones, procesiones, viacrucis, rosarios públicos, de modo que resulten verdaderas catequesis vivas, ofertas de experiencia religiosa atractiva, signos sobre todo, del misterio de Dios y experiencia de lo divino.
– Arbitrar apoyos concretos para que los hermanos desarrollen con coherencia su fe cristiana en sus familias y en sus deberes profesionales y como ciudadanos.
5. Nuevas prioridades: adolescentes, jóvenes y alejados
Nuestra Iglesia diocesana cuenta sin duda con el enorme potencial humano de las Cofradías, Hermandades y grupos en su misión evangelizadora.
Continuemos estos trabajos en la parcela de la viña del Señor, que es Jaén, pero a todos nos preocupan las nuevas generaciones de cristianos y los alejados de la fe.
Aún resuenan como muy recientes las palabras del Papa Benedicto XVI dirigidas a los jóvenes en la reciente Jornada Mundial de la Juventud, celebrada en Madrid el pasado mes de agosto: “De la amistad con Jesús, les dijo, nacerá también el impulso que lleva a dar testimonio de la fe en los más diversos ambientes, incluso allí donde hay rechazo o indiferencia. No se puede encontrar a Cristo y no darlo a conocer a los demás. Por tanto, no os guardéis a Cristo para vosotros mismos. Comunicad a los demás la alegría de vuestra fe” (Homilía en el Aeropuerto de Cuatro Vientos de Madrid, Domingo 21 de agosto).
Estas mismas palabras del Santo Padre las pongo en manos del numeroso grupo de cristianos asociados en Cofradías y Hermandades. Comunicad especialmente a los adolescentes, jóvenes y alejados la alegría de vuestra fe. Cuidad especialmente de ellos.
A los mismos jóvenesde las Cofradías les diría que sean testigos de su fe cristiana ante otros compañeros jóvenes. Sois los nuevos misioneros de la piedad popular seguramente heredada de vuestras familias. No os encerréis en vosotros mismos, al contrario, unidos y organizados infundiréis nueva savia en vuestras asociaciones para dar respuestas actualizadas y eficaces. Cometeríais un error cerrándoos en la Cofradía y prescindiendo de la gran fuerza que está imprimiendo la Delegación de Juventud en la Diócesis. Vivid ante todo la novedad y la grandeza del Evangelio de Jesucristo, siendo sus íntimos amigos.
6. Los Capellanes y Sacerdotes son imprescindibles
En los Lineamenta para el próximo Sínodo de los Obispos se nos dice a los sacerdotes que hemos de afrontar la nueva evangelización para la transmisión cristiana “con entusiasmo”. “Recuperar la dulce y reconfortante alegría de evangelizar, aunque a veces parezca que el anuncio sea una siembra entre lágrimas” (n. 25).
Pensamos, queremos y apoyamos como sacerdotes a las Cofradías, Hermandades y grupos parroquiales. Sabemos bien que es un campo muy importante de nuestro ministerio pastoral y estamos a vuestra disposición.
Invito a mis hermanos y amigos sacerdotes a seguir siempre a Jesucristo Buen Pastor y les recuerdo cómo actuó Cristo con los discípulos de Emaús. Fue él a buscarles, les escuchó. Fue descubriéndoles con paciencia y en diálogo “las Escrituras”. Crecía su alegría y, sentados a la mesa con ellos, recobraron su fe. De inmediato, fueron a comunicar a los suyos su encuentro con el Resucitado.
Oración:
Al inaugurar este nuevo curso pastoral de las numerosas Cofradías, Hermandades y grupos parroquiales en la Diócesis, suplicamos la efusión del Espíritu Santo para que se cumplan los deseos del Señor y de su Iglesia entre nosotros. Que busquemos con fe, un día y otro día, el agua viva de la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Es, con este alimento y presencia, como enseña el apóstol San Pablo, desde donde construimos y renovamos nuestra Iglesia, porque “como el pan es uno, así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos del mismo pan”.
Que también nuestra Madre, Estrella de la n
ueva evangelización, presida, como en el Cenáculo el día de Pentecostés a esta Iglesia en oración y a la espera de recibir siempre la fuerza renovadora del Espíritu Santo.
Miramos al futuro con confianza, ¡Señor! “con un solo corazón y una sola alma” (Cf. Hch. 4, 32).
Con mi saludo y bendición.
+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén