Carta Pastoral del Obispo de Jaén, Mons. Ramón del Hoyo López.
Queridos fieles diocesanos:
1. Cuarenta días después de la Navidad el Niño Dios fue llevado al Templo de Jerusalén, por María y José, para el cumplimiento de la ley mosaica, aunque fue, en realidad, su presentación ante el mundo como “luz para alumbrar a las naciones”. Simeón y Ana representan en la escena la larga espera mesiánica del Pueblo de la Antigua Alianza pero también la esperanza cumplida y el inicio de una Alianza Nueva de Dios con toda la humanidad, su Nuevo Pueblo. Es lo que celebramos en la Fiesta de la Presentación del Señor, el miércoles, 2 de febrero.
No es de extrañar que, el próximo, Beato Su Santidad Juan Pablo II, determinase en el año 1997 que en este día de la Presentación se celebrase en toda la Iglesia la Jornada mundial de la Vida Consagrada, porque el estado religioso no es sino la oblación plena de la persona al Señor, mediante su total consagración e inmolación que encierran sus votos de obediencia, castidad y pobreza.
2. Todos los cristianos por el Bautismo hemos sido elegidos y consagrados a Dios, pero el bautizado que consagra por entero su vida al Señor desde su servicio total a la Iglesia y a sus hermanos, queda destinado a estos servicios por un nuevo título y compromiso, y se consagra más íntimamente al servicio de Dios.
Como enseña el Concilio Vaticano II: “Este estado de vida (de consagración) imita más de cerca y hace presente continuamente en la Iglesia aquella forma de vida que escogió el Hijo de Dios al venir al mundo para hacer la voluntad del Padre y que propuso a los discípulos que lo seguían.” (LG 44).
Por eso muchos religiosos y religiosas, en esta fecha de la Presentación, renuevan ante Dios y la Iglesia su consagración, reafirmando el compromiso de entrega al Señor y a sus hermanos y hermanas.
Todo ello es una ocasión muy oportuna para que en esta jornada, no sólo alabemos juntos al Señor y le demos gracias por el don inestimable que suponen los muchos cristianos consagrados que viven entre nosotros, porción primordial del pueblo de Dios en esta Iglesia de Jaén, sino también para dar a conocer la generosidad y riqueza de su vocación.
3. Su modo de vida, su obediencia y entrega por entero al cumplimiento de la voluntad de Dios Padre y al servicio del pueblo de Dios, conforme a sus ricos y variados carismas, son para todos una parábola viva del “Dios con nosotros” y signo elocuente de la presencia del Reino de Dios también en el mundo de hoy. Son como cirios encendidos que irradian nueva luz.
Su completo abandono en las manos de Cristo y de la Iglesia es un anuncio fuerte y claro, con lenguaje bien comprensible, para que las nuevas generaciones se encuentren de verdad con Jesucristo y su Evangelio. Son como centinelas que anuncian desde el silencio muchas veces, pero hablan sus obras, de que la nueva vida y la luz imperecedera del Niño Dios, presentado hace tantos años en el Templo de Jerusalén, continúa encendida y sigue llegando a los nuevos bautizados. Es cuanto nos recuerda la vela que se nos entregó el día de nuestro bautismo, para conservarla encendida, acrecentar su luz y darla a conocer.
4. Invito muy especialmente a los consagrados y consagradas a que hagan suyas las palabras de San Pablo a los Colosenses, cuando les exhortaba a que la Palabra de Cristo habitara en ellos con toda su riqueza, “orando con salmos, himnos y cánticos inspirados, con gratitud” (cf. Col 3, 16).
Que la reflexión y estudio de la reciente exhortación apostólica postsinodal Verbum Domini os ayude también para acercaros al agua viva de la Palabra de Dios, sobre todo desde la práctica de la Lectio divina.
Pero, sobre todo, que María Santísima, la mujer consagrada por completo al cumplimiento de la voluntad de Dios en su vida, en su “sí” continuado, interceda en vuestro favor para vivir plenamente vuestra especial vocación y misión en el cumplimiento también de la voluntad de Dios, de vuestro “sí” libre y renovado.
Con nuestro apoyo ante el Señor y felicitación.
+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén