Inauguración del Curso 2012-2013 de los Seminarios y Centros de Estudios Diocesanos de Jaén

Homilía del Obispo de Jaén, Mons. Ramón del Hoyo.

Saludos:

1. La inauguración del nuevo Curso Académico 2012 – 2013 coincide este año con la celebración litúrgica de los Santos Arcángeles San Miguel, San Gabriel y San Rafael. Por su intercesión y como mensajeros del Señor agradecemos todos los beneficios que nos concede y le suplicamos nos envíe la fuerza del Espíritu Santo. Que su luz ilumine nuestras ocupaciones y tareas del curso que comenzamos.

Nos reunimos en torno a la Mesa eucarística para estrechar nuestros vínculos sacramentales de comunión. Agradezco ante el Señor esta concelebración con el Sr. Vicario General, Vicarios Episcopales, los Rectores, Director de los Centros de Estudios diocesanos, Formadores, Claustro de Profesores. Mi saludo agradecido para todos, junto a los sacerdotes hermanos que nos acompañan. Hermano Marista, Amigos del Seminario y seminaristas. Saludamos de forma especial a los tres jóvenes que se han incorporado al Seminario Mayor y al nuevo Rector de la Facultad de Teología de Granada, que nos acompaña. Gracias y enhorabuena.

El acto me brinda también la oportunidad para agradecer sus muchos años de docencia y entrega a la formación de un gran número de sacerdotes de nuestro presbiterio, a favor de D. Juan García Carrillo, que pasa a la situación de «emérito», y darle la bienvenida al nuevo profesor que se incorpora al Claustro, D. Antonio Ramírez Pardo. Agradecemos también los trabajos de la Hna. Josefina, tanto en su atención al Seminario como a los Centros de Estudio. Saben que se encuentra destinada en México desde hace pocas fechas.

Deseo testimoniar al Claustro de Profesores asimismo mi agradecimiento por su dedicación ejemplar a la formación de los futuros sacerdotes como del numeroso grupo de laicos de toda la Diócesis. Les animo a continuar en sus tareas de investigación y publicaciones, entre las que debo destacar la Revista Giennium.

Gracias a todos, en nombre del Señor, desde los servicios en la Biblioteca, Comunidad religiosa, hasta el personal contratado, que hacen posible el desarrollo normal y diario de nuestra convivencia.

2. Es posible que alguien se formule la pregunta que hace dos años le planteó al Papa, Benedicto XVI, un sacerdote de la Diócesis italiana de Albano: «¿Podemos tener esperanza, el preguntó, ante el panorama que se abre a nuestros ojos en este momento?». La pregunta, a pesar de los problemas de toda índole que nos rodean, sobre todo vocacional, tiene la misma respuesta que dio Benedicto XVI: «Sí. Tenemos esperanza: la Iglesia está viva». Nuestros Seminarios y Centros de Estudios están vivos y Dios está presente entre nosotros. Existen dificultades pero rechazamos de plano cualquier desesperanza, desaliento y pesimismo.

Tener esperanza, sin embargo, no es sinónimo de despreocupación, de pensar que todo está asegurado, Dios es, ciertamente guía y motor de la historia, pero ha querido que ésta sea el resultado de nuestros esfuerzos. Dios cuida de nuestros Seminarios y Centros de Estudios, pero necesita de nuestra colaboración con El.

Permítanme que insista, una vez más, sobre la corresponsabilidad de todos nosotros, de toda la Iglesia diocesana, sobre la urgencia de la promoción y fomento de las vocaciones sacerdotales y religiosas en nuestra Diócesis y Congregaciones. ¿Qué hacemos para ello?, nos pregunta el Señor a cada uno, el primero a mí como Obispo. Somos conscientes de que hoy no basta con esperar la llegada espontanea de los alumnos al Seminario. Hoy es de todo punto necesario promover estas vocaciones, una a una y de forma muy personal. Recemos diariamente por ellas y dediquemos una parte de nuestro tiempo al apostolado directo con los jóvenes y con las familias; cuidemos con esmero el Centro Vocacional Manuel Aranda y llevemos nuestra inquietud, en apoyo a la Delegación episcopal de vocaciones, a todas las comunidades parroquiales, colegios, asociaciones, movimientos apostólicos. Todos han de escuchar la invitación de la Iglesia, si Dios llama. Debo manifestarles que es esta mi primera preocupación seguramente, como Obispo de esta Iglesia, y ruego la compartan conmigo. Esta tarea comienza hoy mismo para cada uno de nosotros, y ojalá Dios la bendiga con frutos abundantes para verlos en la apertura del próximo curso académico. Así se lo pedimos al Señor.

3. Sabemos por otra parte, cómo el Pontífice actual insiste, una y otra vez, en la necesidad de que el hombre de hoy busque la verdad, porque al final la encontrará en Cristo, el Hijo de Dios. Nos toca vivir en medio de un relativismo fuertemente enraizado en nuestra sociedad y «la verdad» ha pasado a ser patrimonio del más fuerte y poderoso en el campo político, económico o mediático. Pero la verdad integral, y la Verdad Suprema, no nace de los números, de las estadísticas o de imposiciones. La sociedad reclama esa verdad integral con urgencia y este es el reto que profesores y alumnos tenéis hoy planteado, para ser los discípulos y maestros que Jesucristo y su Iglesia necesitan en el momento presente.

Penetrar y conocer esa verdad será el objetivo de vuestros estudios y exposiciones pero, para ello, no se puede contar únicamente con la inteligencia, sino también y, sobre todo, con la experiencia de Dios.

En un comentario del Papa Benedicto XVI, sobre San Anselmo, gran santo y gran teólogo, decía: «La actividad del teólogo se desarrolla en tres estadios: la fe, don gratuito de Dios, que es preciso acoger con humildad; la experiencia, que consiste en encarnar la Palabra de Dios en la propia vida de cada día; y finalmente, el verdadero conocimiento, que no es nunca fruto de razonamientos asépticos, sino que el fruto de una visión contemplativa».

4. Pensemos en este Año de la Fe, sobre todo los alumnos, que esta virtud teologal, a pesar de su oscuridad, es una luz con la que vemos las cosas como las ve Dios y, por tanto, como realmente son. Sin esa luz nunca llegaremos a la verdad íntegra de las cosas y nos quedaremos, con frecuencia, en lo epidérmico. Porque la fe permite ver donde la razón no ve y lo que la inteligencia no comprende. San Pablo pensó que la cruz de Jesucristo era una «locura». Sólo cuando se encontró con el Resucitado comprendió que la Cruz es «salvación» para los que creen. Teólogos como San Agustín y Santo Tomás, lejos de prescindir de la fe en la búsqueda de la verdad con la sola razón, la suplicaron para no errar en el camino, conscientes de que nada hay más verdadero que la Palabra revelada de Dios.

Llegar al conocimiento de las verdades divinas, fruto de la fe, razón y contemplación nos conducen a alcanzar la verdad integral y la verdad suprema revelada.

5. El camino a seguir está ya trazado y lo conocemos:

En primer lugar, con la lectura y meditación continua y amorosa de la Palabra de Dios. En segundo lugar, desde el amor a la Santísima Eucaristía, Jesucristo no es una idea, es una Persona viva que se hace presente y está en las sagradas especies, y tercero, junto a la Palabra de Dios y el amor a la Eucaristía, el amor a la Iglesia.

Todo el magnífico edificio del Concilio Vaticano II cuyo cincuentenario celebramos en este año, como sabéis, está fundamentado y articulado por el misterio de la Iglesia, como realidad que se origina en la Santísima Trinidad, como sacramento universal de salvación para el mundo, como Pueblo de Dios que camina en la historia, como Cuerpo y Esposa de Cristo, Amemos a la Iglesia como nuestra verdadera Madre.

6. Los seminaristas menores: les diría muy brevemente a su Rector y Formadores que deben ayudaros y estimularos para que con paciencia y constancia, alcancéis una formación humana cristiana. Que busqueis todo lo que construye el bien en la persona y que incorporen a su vida el bien obrar, como ser comprensivos, leales, amar la verdad, respetar a todos, comprometerse con su formación…

En segundo lugar que cuiden vuestra formación intelectual, mediante el estudio
. Para eso debéis tener esa apetencia, del trabajo en serio, sin dejar pasar el tiempo inútilmente. Esto desde el primer día al último del curso.

Formación humana, formación intelectual y, finalmente, formación espiritual, que es ir conociendo a Cristo Jesús y mantener una relación de amistad cada vez más íntima con él. Los formadores, sobre todo Director Espiritual y Confesores, tienen una tarea muy especial en este sentido. Esta amistad se manifiesta a través de vuestra vida de piedad, y en las acciones litúrgicas, especialmente en la Eucaristía diaria.

Os animo a seguir progresando en estos tres campos señalados.

7. Finalmente, el gran número de laicos que reciben formación cristiana de los Centros de Estudios del Seminario, supone una riqueza también difícilmente evaluable. Mal pueden ser testigos de su fe, si sus contenidos no son suficientemente sólidos y fundados.

Por ello, el servicio del profesorado de estos Centros, aunque callado, supone una sementera inaplazable para los fieles seglares. Procuren que no sólo se queden en un título o diploma que acredite unos conocimientos teóricos de los contenidos de la fe cristiana, sino que también, lleven esa fe a la vida diaria y sean los testigos nuevos del Evangelio, para una nueva evangelización.

Gracias por su dedicación.

8. Que el Señor bendiga nuestros trabajos y haga fructificar la semilla. Así se lo pedimos al tiempo que invocamos la intercesión de la Virgen Inmaculada, San Eufrasio, y San Juan de Ávila, para el presente curso. Que así sea.

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