Día de San Pedro, Día del Papa

Carta Pastoral del Obispo de Jaén, Mons. Ramón del Hoyo López.

Queridos fieles diocesanos:

1. El siglo XX y estos primeros años del siglo XXI han sido y son muy especiales en la larga historia del papado.

Lo estrenó san Pío X, quien selló con su autoridad el movimiento litúrgico moderno. Luego vendría el Papa de las Misiones, Benedicto XV. Lo siguió el sabio Pío XI, paladín de la doctrina social de la Iglesia, siguiendo las huellas de su predecesor León XIII. Pío XII fue un impulsor decisivo de la interpretación de la Sagrada Escritura, la Eclesiología y la Liturgia. Aquella gran figura fue sustituida por el sencillo y rompedor san Juan XXIII, que convocó el Concilio Vaticano II. Pablo VI, que muy pronto será beatificado, sería quien lo concluiría y llevaría a su aplicación. San Juan Pablo II llevaría el Evangelio de Jesucristo a todos los continentes. A Benedicto XVI, el Papa de las esencias, de la renovación interior de la Iglesia y del Ecumenismo le ha sucedido recientemente, el Papa Francisco que encamina sus pasos a lograr una Iglesia misionera, cercana, pobre con los pobres.

2. Sabemos que el designio de Dios Padre era que Cristo, una vez resucitado, fuera plenamente glorificado junto a Él, en la Gloria. Por eso, el mismo Señor estableció que existiera siempre en su Iglesia, mientras caminara en la historia, alguien que hiciera las veces de Jesús y fuera principio visible de unidad: su Vicario en la tierra. Para ello, puso al frente de los Doce a Pedro Apóstol y determinó que el Colegio Apostólico perviviera, por los siglos, en el Episcopado. El Colegio de los Obispos sucede a los Doce y el Papa es su Cabeza.

Cada generación cristiana tiene así la posibilidad de estar en la Iglesia fundada por Jesucristo. Si hoy seguimos y escuchamos al Papa Francisco y al Colegio de los Obispos, en comunión con él, podemos tener la seguridad de que recibimos sin adulterar y completa la doctrina de Jesucristo y sus sacramentos, la voz y cuidados del Buen Pastor.

La solemnidad de san Pedro Apóstol nos recuerda, por ello, que el Vicario de Jesucristo en la tierra pervive hasta nosotros y pervivirá hasta el final de los tiempos en la persona del Papa. «Donde está Pedro, allí está la Iglesia, allí está Cristo», decía el gran San Cipriano. No hay mejor garantía de fidelidad que seguir el Magisterio y el Pastoreo del Papa, en cada momento de nuestra historia.

3. Forma parte de la espiritualidad de la persona católica vivir ese vínculo personal con el Vicario de Cristo. Se trata de un elemento muy característico del católico.

El Apóstol Pedro no era de por sí «una roca», sino más bien un hombre débil e inconstante. Sin embargo, el Señor quiso convertirlo «en piedra», para demostrarnos que, a través de un hombre débil, es Él mismo quien sostiene con firmeza a nuestra Iglesia y la mantiene en la unidad.

El Papa nos confirma en nuestra fe pues necesitamos de una orientación que dé una dirección segura a nuestra vida. Una vida sin norte, sin Dios, no tiene sentido, queda vacía, relativiza todo y, al final, ya no se puede distinguir el bien del mal, lo opinable de lo que es cierto. Tenemos necesidad de Dios, de Cristo y de la comunión en la Iglesia que nos une y reconcilia. Cristo quiso garantizar para siempre tanta riqueza a través del servicio y magisterio de los Papas. Seamos siempre fieles a su voz, garantía de verdad y seguridad para nuestra fe.

4. Veamos siempre en el Papa Francisco al sucesor de Pedro a quien el Señor ha encomendado el ministerio pastoral en toda la Iglesia.

A él le ha dicho como un día a Pedro: «Apacienta mis ovejas» (cf. Jn 21, 15-19). Veamos en él al sucesor de aquel a quien dijo Jesús cerca de Cesarea de Filipo: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia» (Mt. 16, 18). Dejémonos de comparaciones inútiles.

Escuchemos y oremos por el actual sucesor de Pedro porque el Señor ha querido convertirlo «en piedra», sin cambiarle su forma de ser y de expresarse, como a sus antecesores. Necesita de nuestra ayuda. La cultura del relativismo y egoísmo no tolera las palabras claras y exigentes, aunque siempre llenas de amor y dichas con sencillez. Ya a los apóstoles quisieron hacerlos callar, pero nadie lo consiguió.

¡Felicidades, Santo Padre, de los fieles de Jaén!

Con mi afecto y agradecimiento en el Señor.

+ Ramón del Hoyo López

Obispo de Jaén

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