Carta Pastoral campaña de Manos Unidas: «Compartir es nuestra mayor riqueza»

Queridos fieles diocesanos:

Con motivo de la Campaña de Manos Unidas 2025, me dirijo a vosotros, con corazón esperanzado y lleno de gratitud por el trabajo constante que nuestra Iglesia realiza en favor de los más vulnerables. Este año, el lema que nos convoca, «Compartir es nuestra mayor riqueza», nos invita a reflexionar sobre nuestra responsabilidad como cristianos en la construcción de un mundo más equitativo y solidario; luchando contra el hambre, la deficiente nutrición, la miseria, la enfermedad, el subdesarrollo y la falta de educación.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: «La apropiación de bienes es legitima para garantizar la libertad y la dignidad de las personas, para ayudar a cada uno a atender sus necesidades fundamentales y las necesidades de los que están a su cargo» (n. 2402). Pero este principio no olvida algo fundamental que está en la base de la fe cristiana y que a ningún creyente resulta extraño: Dios creador es el único Señor absoluto de todo lo creado. Nuestra fe nos impulsa a vivir una «economía de la fraternidad», en la que los bienes se pongan al servicio de todos y donde la dignidad de cada persona sea reconocida y protegida. Jesucristo nos enseñó que el amor al prójimo es el mandamiento más grande. Y, este amor no es solo un sentimiento, sino una acción concreta que busca la justicia y el bienestar de todos, especialmente de los más desfavorecidos.

La urgencia del momento

Sabemos bien que en el mundo hay graves injusticias que se deben a muy diversas causas y que tienen diferentes manifestaciones. Una de ellas es la enorme distancia que separa a los pueblos ricos de los que no han alcanzado todavía los niveles básicos en recursos materiales y en instrumentos para conseguirlos, en medios de producción agrícola e industrial, en acceso a la educación, a la seguridad social y a la sanidad. Sus gentes son las que mueren de hambre año tras año; sus niños son los que no sobreviven a la primera infancia y los que en su más tierna edad son víctimas de los más indignos abusos. La solución de estos problemas afecta, indudablemente a la solidaridad universal entre los gobiernos de todo el mundo. Pero perderíamos la razón si nos consideráramos exentos de toda responsabilidad, la justicia social también depende de nosotros.

¿Cómo podremos responder a esta urgencia del momento? Primero, a través de nuestra oración, poniendo en manos de Dios a las comunidades que sufren y pidiendo la fortaleza para ser instrumentos de su amor. Segundo, mediante nuestro compromiso solidario, participando activamente en las iniciativas de Manos Unidas, ya sea a través de donaciones, voluntariado o promoviendo proyectos de desarrollo sostenible. Debemos mirar al futuro con esperanza, ampliar el horizonte de nuestros objetivos y pensar, muy seriamente, en la responsabilidad que tenemos para la construcción de un mundo nuevo, para mejorar el futuro de este mundo que el Señor ha puesto en nuestras manos.

La acción concreta

La ayuda encomiable de tantos voluntarios; la inmensa labor que los misioneros religiosos y seglares vienen realizando en favor de los pueblos más deprimidos; la oración, para que el Señor ablande los corazones e ilumine las mentes de quienes tenemos responsabilidad, y la tarea de sensibilización social acerca de los problemas del tercer mundo, son formas que, unidas, pueden apoyar el progresivo desarrollo de los pueblos más pobres. La caridad cristiana debe movernos a poner generosamente cuanto esté de nuestra parte; todos podemos contribuir con una ayuda económica, y colaborar así en la dotación de proyectos concretos.

En nuestra tierra jiennense, Manos Unidas sirve de una manera encomiable a los excluidos de la tierra, a través de proyectos que pretenden transformar la vida de comunidades enteras. Esta organización eclesial, inspirándose en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia, promueve dos líneas de trabajo: de sensibilización, cuyo objetivo es aumentar la conciencia y el compromiso de las personas para lograr un mundo más justo y más humano; y de cooperación al desarrollo, al adquirir medios económicos para financiar los programas, planes y proyectos de desarrollo integral. Este año, en nuestra Diócesis de Jaén, Manos Unidas cuenta con los siguientes proyectos:

Un primer proyecto en Asia, para buscar una mejora en la salud materno-infantil mediante clínicas móviles en 17 barrios marginales de Calcuta.
Un segundo proyecto en África, para mejorar la seguridad alimentaria y paliar la economía doméstica de familias en Butunduzi.
Y un tercer proyecto en América, que pretende hacer una mejora sostenible de la seguridad alimentaria en la comunidad de Montegrande.
En este año, que jubilosos conmemoramos el 2025 aniversario de la Encarnación de nuestro Señor, donde Dios se hace uno de nosotros, nuestro compromiso con los más desfavorecidos ha de manifestarse en la ayuda activa a estos proyectos con los que Jaén, a través de Manos Unidas, quiere colaborar con un mundo mejor.

Pongamos nuestras manos unidas al servicio del Evangelio, y seamos testigos de la generosidad divina que no conoce límites. Porque cuando compartimos, reflejamos el amor de Dios y descubrimos que la verdadera riqueza está en dar, en abrir nuestro corazón a los demás. Que el Señor bendiga vuestros esfuerzos para que la caridad, virtud esencial del cristiano, brille como el mejor signo de nuestra fe, y adquiera las formas adecuadas al mejor servicio a favor de los hermanos que lo necesitan.

Para todos, mi saludo fraterno y mi bendición.

+ Sebastián Chico Martínez
Obispo de Jaén

Contenido relacionado

Enlaces de interés