Carta Pastoral del Obispo de Jaén, Mons. Ramón del Hoyo López.
Queridos fieles diocesanos:
1. En la celebración vespertina del próximo día 29, sábado, comenzamos un nuevo Año Litúrgico con el tiempo del Adviento. Se inicia también, en la misma fecha, el Año de la Vida Consagrada.
Centrándose en lo primero, la liturgia del Adviento nos invitará, durante las primeras semanas camino de la Navidad, a despertar del sueño de la rutina y mediocridad, a abandonar la tristeza y el desaliento y alegrar nuestro corazón porque «el Señor está cerca».
Es tiempo favorable para redescubrir una esperanza no ilusoria sino cierta y siempre nueva por estar fundada en Jesucristo, Dios hecho hombre, roca de nuestra salvación.
Bien podemos hacer nuestra, durante este tiempo, la invitación del Apóstol san Pablo en su carta a los Tesalonicenses (1Ts 5, 23): preparar la venida de Nuestro Señor Jesucristo, conservándonos sin mancha, con la gracia de Dios.
2. El Papa Benedicto XVI, en una homilía de las Vísperas de Adviento, explicó el significado de este término, con el siguiente alcance: «Con la palabra Adventus se quiere decir substancialmente que Dios está aquí. No se ha retirado del mundo, no nos ha dejado solos. Aunque no podamos verlo, tocarlo, como sucede con las realidades sensibles, él está aquí y viene a visitarnos de múltiples maneras. Por tanto, el significado de la expresión… comprende también el de «visitatio», en este caso visita de Dios: él entra en nuestra vida y quiere dirigirse a mí» .
Esta visita de Dios, comentó seguidamente, nos obliga a dedicarle tiempo, también a nosotros mismos, porque nos dejamos absorber por el «hacer», si no nos centramos. Ello exigirá en nosotros silencio, para captar su presencia; para contemplar los acontecimientos de cada día como gestos que Dios nos dirige, y como significados de su atención por nosotros; para vivir con esperanza; para contemplar la historia de nuestra vida como «Kairós», esto es, como ocasión propicia y nueva para nuestra salvación.
3. El Papa Francisco, al hablarnos del Adviento, insiste asimismo en hacer este camino del Pueblo de Dios con Jesucristo. «Este camino, nos dirá, no acaba nunca… es necesario renovar siempre el horizonte común hacia el cual estamos encaminados: el horizonte de la esperanza». Nos pone como modelo en este camino a la Virgen María, porque «en su seno, la esperanza de Dios se hizo carne, se hizo hombre, se hizo historia: Jesucristo» .
El Santo Padre insiste finalmente, de forma especial, en la alegría del Adviento «porque el Señor está cerca. La Navidad está cercana… y la Iglesia no es un refugio de gente triste, la Iglesia es la casa de la alegría. Quienes están tristes encuentran en ella… la verdadera alegría». Esta alegría tiene su razón de ser, nos dirá, «en el saberse acogidos y amados por Dios… un Dios que nos quiere mucho, nos ama y por ello está con nosotros, viene para ayudarnos, para robustecernos y seguir adelante. Gracias a su ayuda podemos siempre comenzar de nuevo» .
4. En el Año Jubilar Teresiano que estamos celebrando bien podríamos tener presente también el espíritu de los Monasterios de Carmelitas para la preparación de la próxima Navidad. Para ellos, las cuatro semanas del Adviento son espera de la «Pascua del Señor», en expresión de Santa Teresa, espera del nacimiento de Jesús en solidaridad con la Virgen y san José.
Este tiempo en los Carmelos reviste un carácter ascético y penitencial , aunque menos que en Cuaresma. El Adviento concluye, desde tiempos de la Santa, con una exaltación festiva y gozosa, en vísperas de la Navidad, dramatizando la práctica de las «posadas»: La Virgen y San José, que llegan a Belén pidiendo asilo.
Como leemos en las antífonas de este tiempo litúrgico la Iglesia por el Espíritu Santo nos invita a salir, con corazón limpio a recibir «el Rey que viene, al Señor que se acerca». Con Santa María de la Esperanza le pedimos: «Ven Señor, no tardes».
Con mi saludo alegre en el Señor.
+ Ramón del Hoyo López
Obispo de Jaén