Un año más, comenzábamos un nuevo curso, y lo hacíamos con una convivencia en La Matea. Fuimos acogidos por los párrocos de Santiago de la Espada y La Matea, D. Antonio Lozano y D. David Martínez, respectivamente. Durante esos días reflexionamos sobre las distintas dimensiones de la formación sacerdotal y elaboramos un plan de vida comunitario.
Visitamos los distintos pueblos de la zona: Pontones, Miller, Góntar, Casas de Carrasco, Santiago de la Espada, La Matea. Cada día celebramos la Eucaristía junto a la comunidad parroquial del lugar que visitábamos, y los vecinos nos agradecieron, con mucho cariño, nuestra visita. También pudimos disfrutar del precioso paraje que nos ofrece la Sierra de Segura.
Agradecemos, nuevamente, tan calurosa acogida, tanto de parte de los párrocos, como de toda la gente que se volcó con nuestra visita. Tened por seguro que os llevamos en el corazón y rezamos por todos vosotros. Al finalizar la convivencia partimos rumbo a Granada, donde se celebraron unos Ejercicios Espirituales.
Como todos los años, antes de empezar el nuevo curso, todos los seminaristas tomamos fuerzas gracias a los Ejercicios Espirituales en los que tenemos la oportunidad de adentrarnos junto al Señor.
Esta vez, ha sido D. José Emilio Cabra, Director espiritual del Seminario Diocesano de Málaga, el encargado de predicar los ejercicios durante estos días en una paraje que invitaba al recogimiento como ha sido la sierra granadina. El responsable de los Ejercicios nos ha ido dando las pautas durante estos días para un trato más íntimo con el Señor: nos recordaba cómo Dios tiene que estar en el centro de nuestra vida, de nuestro corazón y cómo desde un trato atento, sencillo y de amistad con Cristo viene con naturalidad todo lo demás. Aprovechamos, también estos días, para darle las gracias por su disponibilidad y entrega, que tanto nos ha ayudado.
Además, el entorno de Sierra Nevada y la casa donde nos alojábamos nos ambientaban en esa quietud necesaria para el encuentro profundo con Dios y nos ponía fácil ese retiro de nuestra rutina y de nuestros apegos que a veces no nos dejan escuchar su voz.
Estamos todos muy agradecidos de haber compartido estos cinco días intensos, a la vez que necesarios, para llenarnos del Señor y empezar el curso de su mano, con deseos de aprender y configurarnos más con Él.
Seminario diocesano de Jaén