El pasado 24 de diciembre, se iniciaba el Jubileo de la Esperanza, con el que se conmemora el 2025 aniversario de la Encarnación del Hijo de Dios. El Papa Francisco lo inauguraba con la apertura de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, en el Vaticano. Las diócesis de todo el mundo se han sumado, hoy, a este Año Santo, con las diversas celebraciones diocesanas.
En la Diócesis de Jaén, la apertura del Jubileo ha comenzado a las 17:00 horas, en la Basílica de San Ildefonso, donde miles de fieles, llegados desde todos los puntos de la geografía diocesana, han querido congregarse para participar en la liturgia de la Palabra. Una celebración que se ha iniciado con el himno del Jubileo y durante la cual se ha leído unos párrafos de la bula de convocatoria de este Jubileo ordinario. Posteriormente, se ha iniciado la peregrinación hasta el primer templo diocesano, que ha estado encabezada por el Cristo de las Misericordias, una talla de Gutierre Gierero del siglo XVI, mientras se entonaban las letanías de los santos a cargo del grupo litúrgico musical, EscuchArte, que ha acompañado con los cantos toda la celebración.
El repique de campanas de la Catedral de Jaén anunciaba la llegada de la procesión a la Plaza de Santa María y han cesado unos instantes antes de la llegar ante la Puerta del Perdón. Ya en el umbral, un seminarista ha leído la monición con la que se ha invitado a los fieles al recogimiento. Por su parte, el Obispo, Don Sebastián Chico Martínez, ha alzado, con solemnidad, el Cristo de las Misericordias, invitando a los presentes a venerarlo con la aclamación: “Salve, cruz de Cristo, única esperanza”, a lo que el pueblo ha respondido: “En ti, Señor, confié, no me veré defraudado para siempre”.
El rito ha continuado en el baptisterio, donde el Obispo ha bendecido el agua, símbolo de purificación y vida nueva. Posteriormente ha asperjado a los fieles con el agua bendita, en recuerdo del bautismo y como gesto de renovación interior.
Posteriormente, el Cristo de las Misericordias se ha colocado en un lugar privilegiado en el presbiterio, donde permanecerá durante todo el Año Jubilar, para la veneración del pueblo de Dios.
La Santa Misa ha proseguido como de costumbre. Una Eucaristía presidida por nuestro Pastor diocesano y concelebrada por más de un centenar de sacerdotes. Del mismo modo, han querido estar presentes seminaristas y diáconos permanentes, así como representaciones de movimientos, cofradías y de toda la rica realidad de la Iglesia del Santo Reino.
Asimismo, han participado multitud de autoridades civiles, académicas y militares en este gran hito de nuestra Iglesia particular, entre las que han acudido, el alcalde de la capital, D. Agustín González y miembros de la Corporación municipal; el subdelegado de Defensa; el teniente coronel de la Guardia Civil; el director de la Academia de la Guardia Civil de Baeza, entre otros.
Las lecturas han estado participadas por fieles de toda la Diócesis y el Evangelio ha sido proclamado por el diácono permanente, D. Andrés Borrego.
Homilía
En su homilía, Don Sebastián destacó la importancia del Jubileo como un tiempo de gracia, reconciliación y esperanza para toda la comunidad cristiana.
Igualmente, el Obispo ha comenzado su predicación agradeciendo la presencia de las autoridades, así como la de los fieles que han acudido a esta llamada de su Iglesia particular, para después, reflexionar, en la Jornada de la Sagrada Familia, sobre las lecturas proclamadas. “Al inicio de mis palabras, quisiera detenerme un momento en las lecturas que, en este día, fiesta de la Sagrada Familia, se han proclamado. Pues, nos invitan a reflexionar cómo fue la encarnación del Hijo de Dios, en el seno de una familia, y sobre los valores esenciales que deben orientar la vida familiar y redescubrir la importancia de ésta como comunidad de amor y de fe”.
Del mismo modo, el Obispo de Jaén ha querido subrayar este tiempo jubilar como una oportunidad para la vida personal y de la comunidad cristiana de Jaén: “En este Año Santo, estamos invitados a mirar nuestra vida como un peregrinaje hacia Dios, un trayecto en el que la esperanza actúa como motor y guía de nuestra vida”, para añadir, “También nos interpela a reflexionar sobre nuestro papel en el mundo actual: ¿Cómo vivimos nuestra condición de peregrinos? ¿Qué señales de esperanza ofrecemos a quienes nos rodean? ¿Cómo caminamos juntos como Iglesia? Preguntas nos conducen a explorar dimensiones fundamentales que se desprenden del este Jubileo”
En este sentido, el Pastor diocesano explicó las distintas bases sobre las que se puede apoyar este Año Santo para que dé fruto en el interior y ese se refleje en la sociedad: “el peregrinaje no solo es un acto físico, sino también un signo de búsqueda espiritual y de renovación interior. En este Año Santo, somos llamados a redescubrir el valor del silencio, del esfuerzo y de lo esencial, dejando atrás las distracciones que nos alejan de Dios”, ha apuntado Don Sebastián, para, igualmente incidir en la necesidad de la esperanza. “La esperanza cristiana nos impulsa a ser luz en medio de las tinieblas, a consolar a los que sufren y a trabajar por un mundo más justo y fraterno. Este Jubileo es una ocasión para recordar que la esperanza es también una tarea: debemos cultivarla y compartirla con generosidad”, todo ello desde una perspectiva sinodal.
El Prelado jiennense ha animado a los cristianos de Jaén a vivir este tiempo “fortaleciendo nuestra fe, redescubriendo la importancia de la oración, de la Palabra de Dios y los Sacramentos; purificándonos de nuestros pecados, viviendo la reconciliación con Dios y los hermanos con sinceridad y profundidad, renovando nuestra alianza bautismal y acogiendo la Gracia de Dios para la conversión genuina; renovando nuestra esperanza, sabiendo que Cristo nunca defrauda, especialmente en nuestras crisis y en los desafíos que la vida conlleva; y manifestando nuestra caridad de manera concreta, donde en este Jubileo se traduce también en obras concretas de amor” y todo lo ha puesto bajo la intercesión de la Madre de Dios, “María, la Santísima Virgen de la Cabeza, Patrona de nuestra Diócesis, Madre de la Esperanza. Ella, que albergó en su seno al Salvador del mundo, es modelo de fe, paciencia y confianza. Bajo su protección, iniciamos este camino jubilar con nuestros corazones llenos de gratitud y de esperanza”.
Proyecto de caridad
Durante la oración de fieles, el director de Cáritas diocesana, Rafael Ramos, ha querido explicar que este Año Jubilar quiere sembrar esperanza, también, personas que sufren a través de un proyecto de Caridad que estará dirigido a las personas migrantes y a las que sufren trata. En este sentido ha apuntado: La colecta que ahora vamos a realizar es en favor de tantas personas necesitadas que precisan de nosotros, en especial las personas que sufren abusos por razón de la trata y en general para que seamos comunidades acogedoras con las personas que vienen a buscar una vida digna a nuestro país, es un signo de nuestro compromiso, de nuestra fe en el Señor de la Vida, en el Señor que nos regala la vida eterna. En nuestro peregrinaje por este mundo, seamos portadores de vida y esperanza para aquellos que esperan nuestra ayuda. Gracias por vuestra constante colaboración, y en especial en este año Jubilar que nos señala a la Iglesia para que seamos esa luz y esperanza para los más desfavorecidos de la sociedad.
En el ofertorio, dos personas sin hogar han llevado hasta el presbiterio el pan y el vino, y un niño y un joven han sido los encargados de llevar las flores que posteriormente han puesto en la mesa del sacrificio.
Indulgencias
Antes de recibir la bendición solemne, el delegado diocesano para el Jubileo, D. Bartolomé López Gutiérrez, ha leído el significado de este tiempo de gracia, que deber servir, también, como acicate para una conversión personal, de reconciliación con Dios y con los hermanos.
Un signo identificativo del año jubilar es la concesión de la indulgencia plenaria que quiere expresar la plenitud del perdón de Dios que no conoce límites, «porque su misericordia es eterna». Esta misteriosa realidad se hace presente a través del sacramento de la penitencia y de los signos de caridad y esperanza que se establecen. La indulgencia permite liberar al corazón del peso –o «pena temporal»– del pecado ya absuelto, que permanece a pesar de haber recibido el perdón del sacramento de la reconciliación. La indulgencia repara, de alguna manera, las consecuencias que hayan podido tener nuestros pecados. Pero esta experiencia de misericordia pasa a través de algunas acciones espirituales que han sido indicadas por el para Francisco. No basta solamente con pasar la puerta santa –o del perdón– de nuestra catedral. Es necesario el sacramento de la reconciliación –celebrado antes o en el mismo día de la peregrinación– y la celebración de la Eucaristía, recibiendo la comunión sacramental, preferiblemente cuando se obtiene la indulgencia. Solo se puede ganar una vez al día, y puede ser aplicada por sí mismo o por un difunto. Rezando por quienes han finalizado su camino terreno para que obtengan también misericordia; solidarizándose en la intercesión orante, que encuentra su propia eficacia en la comunión de los santos. A estas condiciones se añade la oración por las intenciones del papa; siendo una señal de unidad con toda la Iglesia y su pastor supremo. Se puede rezar un padrenuestro y una avemaría, aunque cualquier oración puede ser válida, haciéndola con esa intención. Aquellos que por enfermedad u otra causa, no puedan realizar la peregrinación están invitados a tomar parte del movimiento espiritual del jubileo, ofreciendo su sufrimiento, participando en la celebración de la Eucaristía, en la medida de sus posibilidades. Para el santo padre el espíritu penitencial es «como el alma del jubileo»; abriendo la indulgencia a otras posibilidades siendo signos de esperanza para nuestros hermanos que viven en la indigencia: visitando a los enfermos, a los que están en centros hospitalarios, a las personas que viven solas y en situación de abandono, obteniendo la indulgencia jubilar en cada visita. También se nos invita a abstenernos durante, un día, de distracciones reales y virtuales, de consumos superfluos, donando una cantidad proporcionada a los pobres. No pueden faltar otros signos de esperanza hacia los migrantes, exiliados, refugiados y desplazados. Ocupándose también de los jóvenes, estudiantes, novios; implicándose en tareas de voluntariado, y en aquellas actividades encaminadas a potenciar y proteger la vida. El jubileo ha de ser vivido en clave de eternidad, para abrirnos al encuentro definitivo con Cristo, puerta de salvación y esperanza que no defrauda.
Tras la lectura de la concesión de la indulgencia plenaria, la celebración eucarística ha culminado con la bendición con el Santo Rostro y la oración del Jubileo. Para concluir con el himno de la Diócesis.
Este Año Santo, que hemos iniciado en nuestra Iglesia particular del Santo Reino, y que concluirá con la solemnidad de la Epifanía del Señor en 2026, se presenta como una gran oportunidad para que los creyentes profundicen en la fe y renueven compromiso cristiano, mediante gestos de peregrinación, oración, reconciliación, y caridad. Una llamada a ser luz y esperanza en medio de este mundo, convirtiéndonos en testigos del amor que Cristo encarnado entregó a toda la humanidad.
Galería fotográfica: «Apertura diocesana del Jubileo de la Esperanza 2025»
Galería fotográfica: «Apertura fase diocesana del Jubileo- Pedro Narváez»