La Catedral de Jaén celebró, con solemnidad, la Octava del Corpus, y último día del triduo Eucarístico, que cada año organiza el Excmo. Cabildo Catedral y la Cofradía Sacramental de la Buena Muerte, con sede canónica en el primer Templo de Jaén.
El triduo estuvo predicado por el sacerdote diocesano, y párroco de «Santa María, Madre de la Iglesia», D. José López Chica, quien el domingo comenzó su homilía diciendo: «Que esté el Señor en nuestra alma para que tengamos paz». Para continuar exhortando a los fieles congregados, «pidámosle hoy a Dios no perder nunca la paz interior, fruto de nuestra profunda confianza en el Señor, que se pondrá siempre de nuestra parte ante su Padre del cielo. Confiemos en que no nos va a dejar de su mano el Señor, nunca. Caminemos por la vida con esa confianza. Aunque la lucha se vista de negro, aunque no entendamos ni comprendamos, digamos como San Pablo, ‘Todo lo puedo, en aquel que me conforta'».
López Chica también explicó en su homilía que «El Señor nos da su fuerza en esta Eucaristía para que demos un testimonio valiente y coherente de nuestra fe». Aludiendo a San Pablo, recordó que ‘nada nos puede separar del Amor de Dios’: «El Señor se quedó en la Eucaristía para ser la fortaleza de nuestra vida, el faro brillante que arde en la oscuridad de nuestra noche, la presencia callada de Jesús en el Sagrario, es la fuerza de nuestra debilidad, es el lugar donde podemos y debemos acudir para derramar nuestra alma, para encontrar palabras de paz, sentimientos de aliento y fortaleza en nuestro peregrinar cristiano». Concluyó sus palabras pidiendo a los fieles, que en su día a día «seamos un Sagrario viviente, y que llenos de alegría, proclamemos nuestra fe en un Dios que se quedó en la Eucaristía».
La Santa Misa estuvo participada por otras Hermandades y Cofradías Sacramentales de la ciudad de Jaén. Y contó con el Coro de San Ildefonso, que dirige el canónigo, D. Alfonso Mediana.
Tras el Acción de Gracias, se realizó la exposición del Santísimo y la adoración a Cristo Eucaristía, para a continuación, llevarlo hasta la Custodia que procesionó, acompañada del pueblo fiel y con cantos eucarísticos, por las naves de la Catedral.
