La Cruz de San Damián llega a Baeza

Diócesis de Jaén
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La diócesis de Jaén es una iglesia particular española sufragánea de la archidiócesis de Granada. Sus sedes son la Catedral de la Asunción de Jaén y Catedral de la Natividad de Nuestra Señora de Baeza.

La Cruz de San Damián ha estado en la ciudad de Baeza, en concreto, en el Convento de Santa Catalina de las Madres Clarisas Franciscanas, dentro de una ruta que discurre por diversas diócesis españolas. Varios actos litúrgicos, en los que han participado grupos pastorales, niños de catequesis y cofradías baezanas, se han sucedido el tiempo que esta imagen tan conocida de Cristo crucificado ha permanecido en la iglesia conventual. Por ejemplo, el primer día de permanencia de esta cruz, el 2 de diciembre, las cofradías de la parroquia de El Salvador rezaron el Santo Vía Crucis en el interior de la iglesia participando también la comunidad claustral. El sábado día 3, se celebró una Vigilia de Oración, a las 8 de la tarde, y finalmente el día 4 a las 10:30 de la mañana se celebró una Misa de Despedida de la Cruz de San Damián.

El crucifijo de San Damián es un icono de Cristo glorioso. El icono fue pintado sobre tela, poco después del 1100, y luego pegado sobre madera. Obra de un artista desconocido del valle de la Umbría, se inspira en el estilo románico de la época y en la iconografía oriental. Esta cruz, de 2'10 metros de alto por 1'30 de ancho, fue realizada para la iglesita de San Damián, de Asís.

Ante este mismo crucifijo oró San Francisco de Asís y se obró el milagro que nos cuenta San Buenaventura (LM 2,1): Salió un día Francisco al campo a meditar, y al pasear junto a la iglesia de San Damián, cuya vetusta fábrica amenazaba ruina, entró en ella -movido por el Espíritu- a hacer oración; y mientras oraba postrado ante la imagen del Crucificado, de pronto se sintió inundado de una gran consolación espiritual. Fijó sus ojos, arrasados en lágrimas, en la cruz del Señor, y he aquí que oyó con sus oídos corporales una voz procedente de la misma cruz que le dijo tres veces: «¡Francisco, vete y repara mi casa, que, como ves, está a punto de arruinarse toda ella!» Quedó estremecido Francisco, pues estaba solo en la iglesia, al percibir voz tan maravillosa, y, sintiendo en su corazón el poder de la palabra divina, fue arrebatado en éxtasis. Vuelto en sí, se dispone a obedecer, y concentra todo su esfuerzo en la decisión de reparar materialmente la iglesia.

El de San Damián es, se dice, el crucifijo más difundido del mundo. Es un tesoro para la familia franciscana. A lo largo de siglos y generaciones, hermanos y hermanas de la familia franciscana se han postrado ante este crucifijo, implorando luz para cumplir su misión en la Iglesia.

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