Esta es la música que suena de una manera muy especial en la villa milenaria de Ibros en el florido mes de Mayo. Días grandes, días esperados, días festivos, días santos, días de Pascua en los que florece perennemente la flor más hermosa en estas tierras me María en el centro de la diócesis: la Santísima Virgen de los Remedios.
Si la Pascua es hermosa en todos los lugares, aquí lo es de una forma singular ya que está engalanada por la presencia maternal de la Madre Dios. Ella es el orgullo y la alegría del pueblo ibreño. Ella es la Madre buena que aúna a todos. En torno a Ella se hace fiesta solemne y devota.
En Ibros, María Santísima de los Remedios va abriendo paso a la luz de la gloria de Dios. Engalanada con las mejores joyas, vestida de fiesta, resplandeciente como el sol… proclamando la grandeza de Dios que ha obrado maravillas no sólo en Ella sino también en la persona de su Hijo Santísimo y en cada uno de nosotros.
Realmente se respira un ambiente festivo que sorprende a cuantos nos visitan estos días. De modo especial Ibros ha contado la presencia de su obispo D. Amadeo que ha querido hacerse presente para animar en la fe a los fieles cristianos de la parroquia “San Pedro y San Pablo” presidiendo la solemne Eucaristía del día tres de Mayo y participando con alegría en una multitudinaria procesión.
Éste es el “Día Grande de Ibros”. Es el día de la Virgen que se ha visto engrandecido con la presencia de nuestro estimado obispo que admiró a los ibreños con su elocuencia y cercanía. D. Amadeo se sintió ibreño bajo el manto de la “Remediadora” a la que “rezaba de pequeño en la iglesia de su pueblo natal” según indicó el mismo en la homilía.
Juan Antonio Marín
Párroco de Ibros
