
El mes de noviembre comenzaba con la Solemnidad de Todos los Santos, una de las festividades más significativas del calendario litúrgico. Así, la celebración jubilar fue presidida por el Obispo de Jaén, Don Sebastián Chico Martínez, en la Santa Iglesia Catedral, acompañado por el Canónigo Prefecto de Liturgia, D. Antonio Lara Polaina.
El Obispo quiso comenzar su homilía recordando que estábamos celebramos una de las fiestas más hermosas y entrañables del año litúrgico: la solemnidad de Todos los Santos. “Fiesta luminosa, popular y cercana. Fiesta del cielo y de la tierra. Fiesta del amor de Dios derramado en hombres y mujeres de toda raza, lengua y nación, que han dejado que su vida se llene de luz”.
En su predicación, Monseñor Chico Martínez destacó el valor de los santos anónimos, esas personas que, sin ser reconocidas públicamente, viven su fe con entrega y constancia. “Es el día del reconocimiento a los santos sencillos, a los que no tienen altares ni procesiones, pero que están inscritos en el corazón de Dios: madres y abuelos creyentes, sacerdotes entregados, religiosas fieles, jóvenes valientes, trabajadores honrados, enfermos que han sufrido con amor… ¡Cuántos santos anónimos sostienen el mundo con su fidelidad silenciosa!”

Don Sebastián quiso recordar, además, que este año la Catedral de Jaén, dedicada a la Asunción de la Virgen María, conmemora el 75º aniversario del dogma de la Asunción, proclamado por el Papa Pío XII en 1950, cuando declaró que María fue llevada al cielo en cuerpo y alma. “Ella, la primera redimida, es también la primera glorificada”. “Bajo su mirada maternal, la Iglesia de Jaén celebra hoy con gratitud y esperanza su propia vocación a la santidad”.
Asimismo, en el contexto del Año Jubilar de la Esperanza, el Obispo invitó a los fieles a contemplar a los santos como ejemplo: “ellos son los primeros ‘peregrinos de esperanza’: los que han llegado a la meta y nos tienden la mano desde la orilla del cielo”. En este sentido animó, también, a mirar a los santos como modelos en medio de las dificultades: “Vale la pena amar, vale la pena creer, vale la pena seguir a Cristo. Cuando la vida se hace cuesta arriba, mirar a los santos nos enseña a mirar más alto”.
El Pastor diocesano quiso subrayar la vocación a la santidad, ya que todos estamos llamados a ella, para añadir: “La santidad no es un ideal abstracto. Es un programa concreto de vida, hecho de oración y amor al prójimo en las circunstancias de cada día”.
El Prelado quiso invitar, también, a vivir la esperanza con alegría. “La fiesta de hoy es una invitación a levantar la mirada. A creer que la santidad es posible y que vale la pena. Si hoy el mundo necesita algo, es testigos de esperanza, hombres y mujeres que con su vida sencilla hagan creíble el Evangelio. La esperanza endereza el camino y moviliza al caminante. Y en este camino, María, la Reina de todos los Santos, camina con nosotros, como madre y maestra de santidad».

Finalmente, el Prelado pidió al Señor que “como los santos, nos dejemos transformar por su gracia. Que podamos vivir las bienaventuranzas con alegría. Y que un día, cuando llegue nuestra hora, nos encontremos con esa muchedumbre inmensa, cantando con ellos eternamente: ‘Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios del universo’”.
La celebración jubilar concluyó con un canto mariano y una oración por las intenciones del Papa.
Galería fotográfica: «Solemnidad de Todos los Santos»
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