
Este domingo, Cristo Rey, final del Año Litúrgico, la Catedral acogió una hermosa celebración en la que seminaristas y aspirantes al diaconado permanente recibieron de manos del Obispo de Jaén, Monseñor Chico Martínez, los misterios del acolitado y del lectorado. Un paso más en su camino vocacional que a unos los conduce hacia el sacerdocio, configurándose con Cristo, buen pastor; y a los otros a su vocación como servidores del altar y de los pobres, como diáconos permanentes.

La Catedral fue acogiendo a las comunidades parroquiales de estos hombres, que iban a recibir los ministerios: la de San Ildefonso; San Bartolomé; San Eufrasio y La Merced de Jaén. La de San Juan Bautista de Veracruz; Santa María de Andújar; La Rábita de Albuñol de Granada. Desde el canal de Youtube se sumaba a la celebración los familiares y miembros de la comunidad parroquial de John Makubhi, Ntra. Sra. del Perpetuo Socorro de Bunda en Tanzania. Del mismo modo, familiares y amigos de los seminaristas y aspirantes al diaconado acudieron a arroparlos.

Junto al Obispo, los párrocos, formadores del Seminario y profesores de los que se preparan para recibir el orden sacerdotal o el diaconado permanente, junto a sus compañeros del Seminario, no quisieron perderse la celebración, que contó con las voces del coro de la Cofradía de la Santa Cena, con sede en la parroquia de San Juan Pablo II.
Las lecturas estuvieron participadas por familiares y amigos de los aspirantes. El Evangelio en el último domingo del año litúrgico, fue proclamado por el diácono permanente, natural de Andújar, D. Francisco Javier Cano.

Al inicio de la celebración el Rector del Seminario, D. Juan Francisco Ortiz, presentó la idoneidad de sus candidatos. D. José Antonio Maroto, responsable diocesano de los Diáconos permanentes, hizo lo propio con los suyos.

Homilía
El Obispo de Jaén, Monseñor Chico Martínez, comenzó sus palabras dando la bienvenida a los aspirantes al ministerio, y lo hizo, llamándoles por su nombre. “Celebramos la solemnidad que corona el Año litúrgico: Jesucristo Rey del Universo, el Señor que no reina dominando, sino entregando la vida. Y en este marco luminoso, nuestra Iglesia diocesana instituye como Lectores y Acólitos a varios de nuestros seminaristas y de nuestros aspirantes al diaconado permanente: a Daniel Cano, Ángel de la Torre, Vicente Ángel Fernández, Juan Alfonso Guirao, Antonio José Partal, Salvador Ruiz, Víctor Vitutía, Jerónimo Francisco Gómez y Jacinto Quesada, como lectores; y a John Makubhi, Vicente Ángel Fernández y Joaquín Messía, como acólitos”. Para añadir, “Hoy la Iglesia confirma públicamente vuestra vocación y vuestro deseo de seguir a Cristo de cerca. Es un paso precioso en vuestro camino de configuración con Él, el Siervo que reina desde la cruz”

Después, quiso enfatizar el significado que para los cristianos tiene la realeza de Cristo; “La solemnidad de Cristo Rey nos ofrece la clave para entender todo lo que hemos celebrado durante el año. Cristo no es un rey que vive en palacios, sino el Rey que se deja ver en la ternura con los pobres, en la cercanía con los enfermos, en la misericordia hacia los pecadores, en la fuerza de la verdad y en la entrega hasta la cruz. Su realeza no se sostiene en el poder, sino en el amor. No se impone, sino que se propone. No destruye, sino que salva”, afirmó el Prelado.
En este sentido, siguió su homilía, “Cristo, es el Pastor de los pastores, el Rey cuyo trono es una cruz y cuya vara es la misericordia. Su pastoreo no conoce distancia: entra en la historia humana, camina con su rebaño, busca a la oveja perdida, cura a la herida y carga sobre sus hombros a la cansada. Este es el Cristo que hoy os llama a vosotros y ante cuyo rostro recibís estos ministerios”. Y aterrizando en los nuevos ministerios que iban a recibir, expresó: “El lectorado que hoy recibís os introduce en este pastoreo, porque el primer modo en el que Cristo guía a su pueblo es por su Palabra. El Pastor habla: llama por su nombre a las ovejas; su voz las sostiene, las corrige, las anima, las ilumina. Cuando proclaméis la Palabra, no estaréis recitando un texto: estaréis dejando que el Pastor hable a su rebaño; estaréis prestando vuestra voz al Rey que cuida, al Señor que guía”. A la vez que les insistía, “pero para ser voz del Pastor, debéis primero escuchar al Pastor. Tenéis que conocer de verdad su voz, como las ovejas que conocen el timbre, el modo, la intención amorosa de quien las conduce. Y eso solo se aprende en la oración, en la fidelidad cotidiana a la Escritura, en el silencio que deja que la Palabra cale, purifique, consuele y transforme”.
También, quiso dirigirse de manera directa a los que recibían el acolitado para recordarle el significado profundo de lo que iban a recibir: “Y el ministerio de acólito os acerca al corazón mismo del pastoreo de Cristo: la Eucaristía. Allí Cristo se nos muestra Rey y Pastor a la vez: Rey porque entrega su vida y desde esa entrega reúne a su pueblo; Pastor porque parte su Cuerpo y lo reparte para que su rebaño viva. En el altar se hace presente el Pastor que conoce a sus ovejas y da la vida por ellas hasta el extremo”. Y añadió, Don Sebastián, “Vosotros, acólitos, seréis servidores de este Misterio. Seréis los que, de manera especial, cuidaréis del altar, de la mesa donde Cristo se ofrece, de los signos que expresan su presencia y su entrega. Cuidar el altar es cuidar el corazón del rebaño, porque allí se alimentan los hijos de Dios; allí la comunidad encuentra fuerza, unidad, perdón y esperanza”
Para terminar, y antes de la profesión de fe, el Obispo de Jaén, hizo, como culmen al año litúrgico, otra solmene en nombre de toda la Diócesis: “Al terminar el Año litúrgico, confesamos con toda la Iglesia que Cristo es Rey:
Rey desde la cruz, Rey que salva, Rey que abre caminos de vida. Que Él reine en nuestros corazones, de manera especial pedimos que reine en el corazón de estos hermanos que hoy reciben los ministerios. Que reine en sus familias, en nuestras parroquias y en toda la diócesis.

Rito
Los primeros que recibían el lectorado, eran los seminaristas y dos aspirantes al diaconado. Tras ponerse todos juntos de rodillas ante el Prelado para la imposición de manos, fueron pasando uno a uno por delante del Obispo quien les hacía entrega del evangeliario, sellando con un beso sobre la Sagrada Escrituras este ministerio laical.

Después, los que iban a ser instituidos acólitos subieron hasta el presbiterio para recibir la patena de manos del Prelado como símbolo del servicio al altar que desde ahora podrán desarrollar.
Ya en la comunión, los nuevos acólitos dieron la comunión a sus familiares y al pueblo fiel congregado.
El Obispo concluyó con la bendición solemne la celebración, para después tomarse una foto de familia con los nuevos lectores y acólitos.
Galería fotográfica: «Ministerios del lectorado y el acolitado»
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