El servicio como modo de vida de la Iglesia: el Obispo lava los pies en la celebración de la Cena del Señor

Diócesis de Jaén
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La diócesis de Jaén es una iglesia particular española sufragánea de la archidiócesis de Granada. Sus sedes son la Catedral de la Asunción de Jaén y Catedral de la Natividad de Nuestra Señora de Baeza.

Este Jueves Santo, día en el que se rememora la institución de la Eucaristía y en el que se celebra el día del amor fraterno, han sido muchos los jiennenses que se han acercado hasta el primer templo diocesano para celebrar, junto al Prelado del Santo Reino, la Cena del Señor. Es el primero de los cuatro días en los que el Obispo presidirá las celebraciones en la Catedral en las que rememorará, junto al pueblo fiel, el misterio de la redención, que empieza con la pasión y concluye con la resurrección.

El Obispo de Jaén, Monseñor Chico Martínez, que por la mañana presidía en la Prisión Provincial el lavatorio de los pies, participaba, por la tarde, en la Cena del Señor en la Catedral jiennense.

Una celebración que daba comienzo a las 7 de la tarde con la llegada hasta la Puerta del Perdón del Prelado. Los seminaristas, que participan como comunidad en el Triduo Pascual, ofrecían para besar el Lignum Crucis al Prelado jiennense antes de adentrarse en el Templo.

Las lecturas han estado participadas por miembros de la Cofradía de la Buena Muerte. El Evangelio ha sido proclamado por el diácono Samuel Valero.

El acompañamiento musical corrió a cargo del coro de la Catedral que dirige el canónigo y organero, D. Alfonso Medina Crespo.

En la homilía

El Prelado jiennense ha comenzado su predicación explicando las lecturas proclamadas y deteniéndose en el momento de la Última Cena, como anticipo de la Pasión: “Hoy entramos en la noche más sagrada, en la intimidad de un cenáculo donde el Señor nos dejó el testamento más precioso: su presencia viva en la Eucaristía, el ministerio del sacerdocio, el mandamiento nuevo del amor, manifestado en el ejemplo del servicio. Es la noche de la memoria sagrada, de la Cena deseada, la noche en que el Amor fue entregado, partido, compartido, arrodillado ante la humanidad. Lo decía Jesús con claridad: “Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros” (Lc 22,15). En este sentido ha abundado en la idea del gran don de la Eucaristía: En esa noche, Jesús se convierte en Hostia viva, tomando el pan con sus manos santas, pronunciando las palabras que han cambiado el curso de la historia: “Esto es mi cuerpo, entregado por vosotros”. La primera exposición del Santísimo se hizo en las manos mismas del Señor, y fue seguida del reparto del Pan Vivo a cada uno de los suyos”. Para afirmar, a continuación: “En esa entrega, se unen la Eucaristía y el sacerdocio, inseparables. Porque el pan eucarístico necesita manos consagradas que lo partan y lo repartan, y el corazón sacerdotal necesita alimentarse del Pan que da la vida. Por eso hoy damos gracias, también, por el don del ministerio ordenado, sin el cual no tendríamos Eucaristía. Pedimos, de manera especial en esta celebración, que el Señor nos envíe abundantes vocaciones para este ministerio”.

Del mismo modo, ha querido enfatizar el sentido de la comunión para los que son miembros de la Iglesia y partícipes en la vida en comunidad. Así, ha expresado: La Iglesia tiene un nombre muy concreto. Es comunión. Quien no viva la comunión no vive en la Iglesia, no es Iglesia. Y la comunión se tiene que manifestar en la vida, la comunión se tiene que hacer objetiva. Y cuando no se hace objetiva no estamos siendo Iglesia ni parte del sacratísimo cuerpo de Cristo. Estamos siendo otra cosa, pero no Iglesia. Tenemos que ser comunión con Dios, que se nos da como alimento. Comunón con los hermanos, porque comemos de mismo pan; comunión con los pobres, porque el que no parte el pan con los necesitados no ha entendido la Última Cena”.

Después, ha subrayado el gesto que a continuación iba a llevar a cabo con el lavatorio de los pies: “Hermanos, la Iglesia se construye lavando los pies del mundo: en los hospitales y en los hogares, en las parroquias y en los márgenes, en Cáritas, en los voluntarios que acogen, que enseñan, que acompañan, que sanan… El amor hace la Iglesia, y el amor verdadero siempre acaba de rodillas”.

 Para finalizar su homilía y antes del lavatorio de los pies, Don Sebastián animó a los fieles a ser hombres y mujeres con María como modelo de vida: “María, la mujer que supo vivir en adoración, en gratitud y en entrega. Ella nos enseña el camino del amor silencioso, de la fe sin fisuras, del corazón que se hace ofrenda. Con Ella, adoramos a Cristo, con Cristo y en Cristo, que esta noche se hace Pan para la vida del mundo”.

Lavatorio de los pies

El servicio como modo de entender la Iglesia. Imitando el amor, el servicio y la entrega del Señor con sus discípulos, antes de la última cena, el Obispo ha rememora el primer lavatorio de los pies de Jesús a sus discípulos. Para ello, Don Sebastián, despojado de sus atributos de obispo: la mitra, el pectoral, la casulla y el anillo, se ha ceñido una toalla a la cintura y con una jofaina ha lavado, besado y secado los pies de un grupo de doce personas. Entre ellos, un sacerdote; un seminarista; una familia; un fiel del rito siro malabar y un grupo de las personas que residen en el Hogar Santa Clara De Cáritas.

Monumento

Al concluir la Eucaristía, se realizó la reserva del Santísimo. Ya no habrá consagración hasta la solemne Vigilia Pascual. Los seminaristas abrían la procesión con la cruz y los ciriales. A continuación, los concelebrantes, con velas que abrían paso al Cordero Eucarístico. El Obispo, con la reserva eucarística, bajo palio cerraba el cortejo. Desde el Altar Mayor del templo Catedral, se dirigieron, acompañados por un numeroso grupo de fieles, hasta la iglesia del Sagrario, allí estaba instalado el Monumento. Tras proceder a la reserva del Santísimo, el Obispo se arrodilló ante Él, y se hicieron unos minutos de silencio y adoración, que concluyeron con el cántico Tantum Ergo.

De nuevo, en procesión, el Pastor del Santo Reino, junto con el resto de los canónigos, seminaristas y concelebrantes regresaron a la Catedral, concluyendo así la Cena del Señor del Jueves Santo.

El Sagrario permanecerá abierto hasta las 12 de la noche para que sea lugar de oración y acompañamiento al Señor que se entrega por la humanidad.

Este Viernes Santo, en el que se celebrará el oficio de la Pasión y Muerte de Nuestro Señor, dará comienzo a las cinco de la tarde en la Catedral. Al concluir, tendrá lugar la secular costumbre de la bendición con el Santo Rostro desde los balcones de la Catedral a toda la ciudad, sus gentes y sus campos.

Galería fotográfica: «Misa de la Cena del Señor 2025»

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