Ser consciente de esta frase que acabo de enunciar es el resumen de un antes y un después en tu vida. El momento en que descubres que tienes una vocación, que Jesús ha salido a tu encuentro estirando de ese hilo que nos une con Él y que respetando tu libertad espera ese ansiado sí que dio María, que dieron tantos santos y que han dado tantas personas, esos “santos de la puerta de al lado” como dice el Papa Francisco.
Yo, al igual que tantos otros, descubrí mi vocación tras un período de crisis personal donde nada me llenaba, descubrí que Jesús tenía un plan pensado para mí, mucho mejor que cualquier idea que me hubiera podido haber imaginado, y descubrí que poniéndome en pie y ayudando a la construcción de su Reino, que es el Reino del Amor, podía ser verdaderamente feliz.
Mi nombre es Fran, soy seminarista diocesano y este año he estado trabajando en la Pastoral Vocacional de la Diócesis de Jaén.
Para mí, la vocación ha sido poder dotar de sentido mi existencia, ver que todos estamos llamados a algo en este mundo, que debemos de ser los protagonistas de nuestra vida, y que somos instrumentos de Dios para hacerle ver a otra gente su vocación.
Es por ello que recibí con gran felicidad la noticia de mis formadores del Seminario Diocesano cuando me dijeron que iba a trabajar en la Pastoral Vocacional, pues posiblemente, entre otros tantos motivos, si quiero ser sacerdote es para ayudar a la gente a encontrar el rostro de Cristo en un mundo donde la mayoría de las personas afronta su presente y futuro sin esperanza, sin perspectivas, viviendo una vida que no quieren.
Este año en la Pastoral Vocacional hemos realizado numerosos actos que han tenido como eje vertebrador el que cada uno de nosotros entienda que está siendo llamado a algo. Es ante todo una función de acompañamiento para que todos descubran lo que les pide el Señor.
Se podría decir que la función que hemos desempeñado es el intentar que la gente se dé cuenta que el Señor les está llamando a la puerta, que quiere entrar en su corazón, y que descubran que lo mejor, con Él, está por venir.
Como seminarista, mi función principal (junto con mis compañeros) se ha centrado en trabajar con los seminaristas menores, las “Convivencias vocacionales Beato Manuel Aranda” y los monaguillos.
El trabajo con los seminaristas menores ha sido verdaderamente enriquecedor, ver a través de sus ojos tu propia vocación, volver a experimentar lo que viviste un día porque se los ves a ellos. Los valientes que son por dar ese paso hacia delante a una edad tan temprana, y sobre todo poniendo en el centro al Señor. A través de numerosos talleres de oración darles las herramientas para que sepan relacionarse con el Padre, pues solo podemos saber que nos pide si hablamos con Él. Con los itinerarios darles claves en su formación humana y en el discernimiento, pues lo más importante es que crezcan como personas. En general, han sido momentos no solamente de enseñanza, sino de aprendizaje mutuo, pues cada día el
Señor me enriquecía con una nueva enseñanza por parte de ellos. Un descubrir, que, en cada gesto de amor y afecto, ahí está Él.
En las diversas “Convivencias vocacionales Beato Manuel Aranda” desde la Pastoral Vocacional, y en un sentido más amplio desde el aspecto vocacional, hemos trabajo para guiar a los menores de dieciséis años en ese proceso de discernimiento. Desde una inquietud interior de saber que el Señor me llama a algo, yo al menos personalmente, he visto a jóvenes valientes que no tienen miedo en decirle al Señor “hágase tu voluntad”.
Con los monaguillos, uno ve en los hijos más pequeños de Dios esa maduración de la fe, de la niñez a la adolescencia. En los varios encuentros realizados hemos contribuido a través de la formación y de actividades, a esa mejor compresión de la fe así como al desarrollo de actitudes importantes en todo cristiano como son el compañerismo, la humildad, gratitud…
Como broche final, se podría decir que una de las actividades más grandes en las que hemos puesto todo nuestro esfuerzo como equipo fue la “Vigilia Diocesana de oración por las vocaciones” del pasado diecisiete de abril. En ésta, decenas de personas nos reunimos en la catedral para compartir testimonios de los diferentes caminos por los que nos ha llamado el Señor. A algunos el camino del matrimonio, otros el de la vida consagrada o el sacerdocio, y seguramente muchos que aún sin saberlo, o sabiéndolo, pero no queriéndolo reconocer, le pidieron al Santísimo Sacramento durante la Adoración Eucarística, lucidez. En general, un encuentro en el que ante todo le dimos gracias al Señor por estar ahí, siempre, guiando nuestros pasos, saliendo a los caminos, dándole plenitud a nuestro día a día.
Por concluir, aunque podría estar escribiendo folios y folios de vocaciones encontradas gracias al trabajo de tanta gente buena, este año para mí ha sido muy especial en el desempeño de la tarea de esta pastoral. Una pastoral que ha tenido como misión el acompañar a jóvenes para que libremente se levanten y se ponga en camino, un camino que nos lleva a una meta nueva, grande y plena, la de los brazos del Padre.
Todos tenemos un papel, todos podemos ayudar a que un joven se levante cada día con ganas de darse al resto, desde la Pastoral Vocacional Diocesana lo tenemos claro, di fuerte y alto “HÁGASE”.
Francisco Jesús Comino Castro
Seminarista
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