El Papa Francisco lavó los pies a los presos

Diócesis de Jaén
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La diócesis de Jaén es una iglesia particular española sufragánea de la archidiócesis de Granada. Sus sedes son la Catedral de la Asunción de Jaén y Catedral de la Natividad de Nuestra Señora de Baeza.

El Papa Francisco ha dejado a la Iglesia y a todas las personas de buena voluntad un testamento de ternura, esperanza, generosidad, paz, cercanía, fraternidad… de Evangelio. Nos ha acercado aún más al Evangelio de Jesús de Nazaret con su vida y sus gestos.

El Papa Francisco ha sido un regalo de Dios para la humanidad, incluidas las personas privadas de libertad, a quienes ha visitado en varios países y de quienes nos ha hablado con frecuencia, tanto con acciones como con palabras, reconociéndoles su dignidad como personas.

En un mundo en época de cambios, a veces tan deshumanizado, ausente y alejado de los principios éticos y morales, y tan distante de los pilares esenciales de la convivencia humana, como la justicia y la paz, marcado por el vacío espiritual, Francisco ha sembrado en las mentes y corazones de las personas, creyentes o no, una profunda dosis de humanismo evangélico.

El pontificado del Papa Francisco, reflejo de su humanidad, ha estado marcado por una visión del ser humano creado a imagen y semejanza de Dios y redimido por Cristo Resucitado. A lo largo de su vida, y especialmente desde su magisterio papal, cuatro encíclicas, 47 viajes visitando 65 países, siete exhortaciones apostólicas, 99 cartas apostólicas, 545 homilías, entre otros, nos ha mostrado la Humanidad de Cristo encarnada en cada hombre y mujer marcados por la cultura de la muerte: el sufrimiento, la exclusión y el descarte.

Innumerables e impactantes han sido los signos y gestos que Francisco ha realizado durante su pontificado. Ha visibilizado, ante los ojos atónitos del mundo, los mismos gestos salvadores y liberadores que Jesucristo realizó en su vida mortal con aquellas personas marcadas por el rechazo, el desprecio y la expulsión de la sociedad y la religión de su tiempo.

Impregnado del Espíritu de Jesús de Nazaret, Francisco ha recorrido el mundo, de un continente a otro, siempre buscando a las ovejas perdidas: abrazando, besando, acariciando, sonriendo, humanizando y evangelizando cada situación y realidad de dolor, marginación y pobreza, defendiendo los derechos humanos y la dignidad de todas las personas. Así se convirtió en servidor y profeta en las periferias, tanto sociales como eclesiales.

Desde la Verdad de Jesús, se sintió libre para ser valiente y denunciar tanto a los poderes públicos como a la misma Iglesia, por su praxis de exclusión, descarte y deshumanización de las personas más vulnerables de esta sociedad.

Solo quien se siente ungido y enviado por el Espíritu del Señor se atreve a “salir” de los aposentos de la comodidad y de la rutina religiosa marcada por la estructura eclesial, para acercarse y adentrarse en el corazón de las “periferias existenciales”, donde solo habita el desecho social, la injusticia institucionalizada y la deshumanización más vergonzosa.

Desde ese corazón tan franciscano, por su humildad y amor a la pobreza, Francisco nos ha dejado palabras, gestos y todo un quehacer cristiano con las personas privadas de libertad. Los presos y presas han sido siempre un referente importante en su vida. En sus viajes por el mundo, procuró siempre visitar alguna prisión del país. Su espíritu le llevaba a estar con los encarcelados, haciéndose presente en sus vidas, llevándoles un abrazo paternal lleno de misericordia, alentándoles a la esperanza en un futuro en libertad, animando a la conversión y al cambio de vida, fortaleciendo su fe y esperanza en medio de situaciones inhumanas, injustas y degradantes.

En Italia visitaba con frecuencia algunas prisiones. Sentía que, si no iba a ver a Cristo en la cárcel, le faltaba algo en su ministerio papal, siempre con “olor a oveja” perdida o descarriada. En prisión se sentía seguro, no por la estructura férrea del sistema, sino porque su felicidad era plena cuando compartía un saludo, un abrazo, la Eucaristía o cuando lavaba y besaba los pies a los privados de libertad, incluso si eran de otra religión.

El Papa Francisco ha sido un verdadero visitador de presos. Durante su pontificado, visitó unas 23 prisiones en países como la República Democrática del Congo, Sudán del Sur, Indonesia, Papúa Nueva Guinea y Timor Oriental.

El último y uno de los más significativos gestos de valentía y carisma de Francisco por su amor a los presos fue la visita que realizó el último Jueves Santo, el 17 de abril de 2025, cinco días antes de su muerte, a los presos de la cárcel de Regina Coeli, en Roma. “Me gusta, les dijo, hacer cada año lo que Jesús hizo el Jueves Santo: el lavatorio de los pies en la cárcel. Pero este año no puedo hacerlo, aunque sí puedo y quiero estar cerca de ustedes. Rezo por ustedes y por sus familias”.

“Hace pocos días, el Santo Padre se desplazó a Regina Coeli para gritar al mundo con toda su fuerza la necesidad de prestar atención a los detenidos. Les donó sus últimos bienes, 200.000 euros de su cuenta personal”, explicó el miércoles monseñor Benoni Ambarus, obispo delegado para la caridad y las cárceles, al periódico La Repubblica. El dinero fue destinado a diversos proyectos en la prisión de Rebibbia y en el centro de menores Casal del Marmo, según informó Corriere della Sera.

En la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (24/11/2023), el Papa nos ofreció unas líneas muy importantes que marcan el ser y hacer de la Iglesia desde su identidad misionera en el mundo actual, especialmente para quienes estamos comprometidos, por vocación y misión, a ser “discípulos misioneros” en el ámbito penitenciario.

También dejó a la Iglesia y a la sociedad un itinerario para recorrer juntos “caminos de esperanza”. Nos dio pautas claras para que todos los cristianos vivamos empapados de la misericordia de Jesús y para que la Iglesia se convierta en una verdadera Iglesia de la Misericordia.

Así lo expresó en la bula de convocatoria del Año Jubilar de la Misericordia de 2016 (11/04/2015):

“La Iglesia está llamada a ser el primer testigo veraz de la misericordia, profesándola y viviéndola como el centro de la Revelación de Jesucristo. Desde el corazón de la Trinidad, desde la intimidad más profunda del misterio de Dios, brota y corre sin parar el gran río de la misericordia” (25).

Durante ese Año Jubilar, el Papa convocó en Roma a reclusos y reclusas de todo el mundo para celebrar el Jubileo los días 5 y 6 de noviembre de 2016. Asistió un preso de Jaén, acompañado por miembros de la Pastoral Penitenciaria de nuestra diócesis: los capellanes Pepe González y Carmen Fernández, y los voluntarios Francisco Hernández Lao, Mª Carmen Martínez, Rodrigo, Isabel Gutiérrez y Ángel Cordero. Todos ellos cuentan que fue una experiencia inolvidable.

Asimismo, convocó el Año Jubilar de la Esperanza para 2025, volviendo a hacer referencia al mundo de las cárceles. Nombró como una de las Puertas Santas la puerta de la cárcel de Rebibbia, en Roma, con la intención de transmitir esperanza a los presos y sus familias.

Nos pidió realizar signos tangibles de esperanza hacia los encarcelados, personas que, además de estar privadas de libertad, sufren el vacío afectivo y diversas restricciones. Por ello, propuso medidas concretas para beneficio de los presos y presas en todo el mundo:

  • Formas de amnistía o condonación de penas para ayudar a recuperar la confianza en sí mismos y en la sociedad.
  • Itinerarios de reinserción comunitaria.
  • Actos de clemencia e indultos que permitan un nuevo comienzo (cf. Lv 25,10).
  • Reivindicación de condiciones dignas para los reclusos.
  • Respeto de los derechos humanos, especialmente la abolición de la pena de muerte.
  • Apertura de una Puerta Santa en una cárcel como símbolo de esperanza. De hecho, el 26 de diciembre de 2024 abrió una Puerta Santa en la cárcel de Rebibbia, la más grande de Italia.

La Iglesia, y en particular la española a través de la Pastoral Penitenciaria, está llevando a cabo muchos de estos signos propuestos por el Papa, así como otros gestos que se realizan en todas las capellanías de las cárceles de España.

Las personas voluntarias y los capellanes nos sentimos animados, impulsados y confortados por el profundo amor que el Papa Francisco tenía por las personas privadas de libertad. Nos queda mucho por hacer, y juntos lo conseguiremos, con la ayuda de Dios y la intercesión del Papa Francisco.

Es oportuno recordar que los presos del módulo tres de la prisión provincial escribieron al Papa el 2 de marzo de 2024 para decirle que rezaban por él y que le querían. La carta manuscrita fue entregada el Jueves Santo a nuestro Obispo, al finalizar la celebración de la Cena del Señor y el lavatorio de pies a algunos internos. Don Sebastián la hizo llegar al Papa por mediación de su secretario personal, Francisco Javier Cova, quien tuvo la oportunidad de entregársela personalmente en la Plaza de San Pedro.

Mucha es la riqueza que el Papa Francisco nos ha dejado desde una espiritualidad muy sensible al sufrimiento de los pobres, excluidos y presos. Las personas más vulnerables fueron el centro de su acción pastoral, sin olvidar las múltiples necesidades del Pueblo de Dios.

A quienes creemos en Cristo Resucitado, nos corresponde seguir evangelizando y continuar construyendo una Iglesia “en salida”, un verdadero “hospital de campaña” para acoger a todos, a todos, a todos.

Pastoral Penitenciaria Jaén

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