Domingo de Ramos, inicio de la Semana Santa. El Sagrario de la Santa Iglesia Catedral fue el lugar elegido para bendecir las palmas e iniciar la procesión con ellas hasta la Catedral, donde, a continuación, se celebró la Santa Misa.
El Obispo de Jaén, Don Amadeo Rodríguez Magro, acompañado por un nutrido número de canónigos así como de los seminaristas, bendijo las palmas y las ramas de olivo, y con ellas, después, bendijo al pueblo fiel presente en el interior del Sagrario. D. Juan García Carrillo, canónigo de la Catedral proclamó la Palabra de Dios, con el texto de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén del Evangelio de San Marcos.
Comenzó así una procesión con las palmas, encabezada por los seminaristas, seguidos del Prelado jiennense, el canónigo que portaba el Evangeliario y el pueblo hasta entrar en el Templo de Vandelvira.
Los seminaristas fueron los encargados de hacer las lecturas. Y la Lectura de la Pasión del Señor fue proclamada por los seminaristas que el pasado día 18 de marzo recibieron el ministerio Lector.
En la homilía, Don Amadeo comenzó indicando la importancia para la vida del cristiano de esta santa Semana, «para la que nos hemos preparado desde la Cuaresma». El Obispo de Jaén expresó, «Al escuchar el Evangelio de San Marcos, es bueno que nos centremos en el relato de la institución de la Eucaristía, donde se nos muestra donde todo va a suceder por nosotros y por nuestra salvación. Se nos muestra como la pasión, la muerte de Cristo, la cruz es un acto de amor. Todo lo que se ve en el trasfondo del corazón de Cristo es un acto de amor por nosotros». Para continuar explicando, «ante los pecados del mundo, las miserias del mundo, los pecados del mundo, de nuestro mundo de siempre, ante eso, Cristo nos da su vida, por amor con nosotros y para nuestra salvación. Se pone en manos de Dios». Monseñor Rodríguez Magro insistió con sus palabras que «este misterio de la muerte y resurrección de Cristo se hace contemporáneo a nosotros, y cada vez que celebramos la Eucaristía, porque renueva la gracia amorosa de Dios para cada uno de nosotros y para nuestra salvación».
Para concluir pidió que siempre sepamos capaces de ponernos «al lado de los sencillos y humildes que son capaces de ver y entender el misterio de Cristo y de mirar a la cruz de Cristo y de ver amor por cada uno de nosotros en la cruz».
En la oración de los fieles, se pidió al Señor para que tenga piedad de los pecadores, es dé valentía para acudir al sacramento de la penitencia y les conceda la alegría del perdón y de la paz. Del mismo modo, para que el Señor, que en la cruz experimentó la amargura de sentirse triste y abandonado, se compadezca de los enfermos, de los oprimidos y de los atribulados.
Al finalizar la Santa Misa, el Obispo, en la Sacristía se tomó una fotografía con los seminaristas y con los jóvenes que durante el fin de semana habían participado en el encuentro vocacional de este mes de marzo.