
El próximo 13 de diciembre, la Iglesia de Jaén se dispone a vivir un gran acontecimiento, la beatificación de 124 nuevos mártires: ciento nueve sacerdotes, una religiosa y catorce laicos. Es una oportunidad que el Señor nos regala para reavivar nuestra fe compartida y alentarnos en el camino de la santidad.
Para anunciar esta celebración se ha elaborado este cartel, en el que podemos contemplar al numeroso grupo de los nuevos mártires, que, con actitud expectante, dirigen sus miradas al cielo. Allí se abre una alegoría gloriosa centrada por el Santo Rostro, el icono más emblemático de la Iglesia de Jaén, sostenido y flanqueado por ángeles. Uno de ellos porta una corona de laurel, como galardón de triunfo, y otro una palma, insignia del martirio. El color rojo, por su parte, es símbolo de la sangre de los mártires. Aparece también una filacteria con la inscripción latina “Martyres giennensis pro fidei” (Mártires giennenses por la fe).
En la oscuridad de la persecución, del dolor y la tragedia, estos mártires pusieron su esperanza en la luz que irradia del rostro de Cristo. En su vida entregada y, sobre todo, en su muerte, brilla la esperanza fundamentada en Cristo resucitado. Con su martirio participan plenamente de la victoria de Cristo sobre la muerte.
Para ellos, seguir a Cristo de forma radical supuso persecución, violencia y muerte. Pero, en medio de las dificultades, asimilaron con esperanza las palabras de Jesús en el sermón de la montaña: “bienaventurados vosotros cuando os insulten, os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo” (Mt 5, 11-12).
Su sangre derramada riega la tierra del Santo Reino, haciéndola fecunda, dorada y fértil, donde siguen brotando los frutos del Evangelio: “La sangre de los mártires es semilla de la Iglesia” (Tertuliano). La muchedumbre de los mártires acaba confundiéndose con la infinidad de olivos que crecen en nuestra patria giennense, como símbolo de esa cosecha abundante y copiosa.
En el horizonte se alza la Catedral de Jaén, como centro y corazón de la Diócesis, lugar donde se celebrará la beatificación y donde algunos de aquellos mártires pasaron encarcelados sus últimos días antes de morir.
Aunque por desgracia no se conservan fotografías de todos y cada uno de los 124 mártires, a la hora de retratarlos se ha procurado, en la medida de lo posible, tomar sus rasgos de los testimonios gráficos que sí han llegado hasta nosotros. Así, concretando sus características, “poniéndoles cara”, podemos tomar conciencia de que fueron personas normales y corrientes como nosotros, con sus historias cotidianas detrás. Historias recogidas durante años con primorosa paciencia y dedicación, recopilando testimonios, documentos, recuerdos, pruebas fidedignas y jurídicas que nos hablan de sus vidas y de las circunstancias de su muerte.
Entre ellos hay sacerdotes: unos, con una larga trayectoria pastoral; otros, apenas recién ordenados, comenzaban su ministerio con la ilusión del que emprende una nueva aventura. También hay laicos: hombres y mujeres de fe sencilla, catequistas, jóvenes, padres y madres, viudas, profesionales de distintos ámbitos (médicos, abogados, periodistas…). Algunos de ellos se dedicaron a las obras de caridad, atendiendo las necesidades de los enfermos o de los más desfavorecidos; otros se aplicaron en formar en la fe a jóvenes y niños, trabajando activamente en dar a conocer el mensaje de Cristo.
Su testimonio precioso es un tesoro de gran valor. Aquellos hombres y mujeres no murieron en vano, sino por Cristo y su Evangelio. Su martirio ilumina a todos: pastores, consagrados, laicos, familias y jóvenes. Supieron ofrecer su sufrimiento uniéndolo a la Cruz de Cristo y, como Cristo, murieron perdonando, sin buscar venganza ni odio.
Decía el Papa Francisco que “la santidad es el rostro más bello de la iglesia”. Los 124 mártires giennenses nos dan la oportunidad de descubrir esa belleza en hombres y mujeres que han formado parte de nuestra Iglesia diocesana, que vivieron en nuestros pueblos, que recorrieron nuestras calles y plazas, y que cultivaron su vocación a la santidad en su vida ordinaria: en el trabajo, en la familia, en el compromiso social y en el servicio a los demás.
Estos mártires, que serán beatificados el próximo 13 de diciembre, “permanecerán para siempre –en palabras de nuestro Obispo D. Sebastián- inscritos en la memoria viva de nuestra Iglesia de Jaén como semilla de vida nueva y de santidad para todos nosotros, invitándonos a ser, como ellos, Testigos de Esperanza”.
Fernando Curiel Palomares
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