En la primavera de 1933 una mujer judía de 41 años, Edith Stein, tomaba los hábitos en el Carmelo de Colonia recibiendo el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz. En 1962 el cardenal José Frings abría el proceso de beatificación de la sierva de Dios sor Teresa Benedicta de la Cruz. El año 1987 era beatificada y once años después, el 11 de octubre de 1998, era canonizada por San Juan Pablo II, quien la nombraba copatrona de Europa. Pero, ¿quién es esta filosofa, teóloga y mística?
Edith Stein nació en el año 1981 en Breslau en una acomodada familia judía de profunda fe. Sin embargo, como ella misma confesara, en su adolescencia perdió la fe, y desde los 13 a los 21 años le fue imposible creer en la existencia de un Dios personal.
En 1911 ingresó en la universidad. El sistema educativo de la universidad alemana le permitió matricularse en estudios sobre historia, filología germánica y psicología. En aquella época los pensamientos de Edith giraban en torno al alma como eje de la persona humana. Sin embargo, el método naturalista que utilizaba la psicología le supuso una gran decepción, pues más que penetrar en el sentido del alma pretendían mostrarle que el alma no existía. Este fue el momento clave en el que descubrió la filosofía de Husserl. La fenomenología de Husserl, al contrario que la psicología naturalista le habría un camino para descubrir el ser de las cosas, ofreciéndole un método y un aparato conceptual para reivindicar el espíritu. . Esto le hizo que marchara a Gotinga para estudiar con el ya famoso profesor. Aquí comenzaba su prometedor camino como filósofa.
En 1916 Husserl es nombrado catedrático en Friburgo y escoge como ayudante particular a Edith. En 1917 muere Adolfo Reinach uno de los más eminentes discípulos de Husserl que se había convertido al cristianismo. La actitud de la joven esposa de Reinach que, a pesar de la profunda pena, rebosaba una santa esperanza tuvo el efecto de ser un rayo luminoso para la descreída Edith. La propia Edith afirmaría más adelante que “la causa decisiva de su conversión al cristianismo fue la manera en que su amiga aceptó por la fuerza del misterio de la cruz el sacrificio que se le impuso debido a la muerte de su marido”. Ante esta experiencia se desmoronan los contraargumentos de la razón. Su encuentro con Cristo le hace brotar un anhelo de Dios, que no deja de ser un anhelo de la verdad: “Mis ansias de verdad, dice, constituían una única oración”.
En 1921 en casa del matrimonio Conrad-Martius, ambos cristianos evangélicos. Edith, encontrándose sola, comienza a leer la “Vida de Santa Teresa de Jesús”, se engolfa en su lectura toda la noche, y, cuando termina de leer, dice para sí: “esto es verdad”, su opción será el catolicismo. Pero ¿qué es verdad? Que Dios más que un objeto del pensamiento es amor. Y que sus misterios, por lo tanto, los descifrará más la entrega amorosa que el entendimiento. Edith se considera como un caminante que tras larga y trabajosa noche de camino, vislumbra de pronto la luz del alba, y, a medida que se va elevando el sol de Dios, se le va descubriendo el paisaje del alma. Su bautismo, el 1 de enero de 1922, fue un acontecimiento realmente ecuménico, pues con la licencia del obispo su madrina fue su amiga y también la filósofa evangélica Eduvigis Conrad- Matius.
Edith intenta entrar en la vida monástica, pero es rechazada en diversas ocasiones dado que se piensa que es más necesaria en otros menesteres (trabajo filosófico, cursos, conferencia, charlas). Por fin a sus 42 años es aceptada para ingresar en el Carmelo de Colonia, corre el año 1933. En el claustro, animada por sus superiores, prosigue con sus estudios filosófico-teológicos en los que intenta aunar la tradición y modernidad. En este proceso de búsqueda de la Verdad Edith descubre el momento en el que la filosofía enmudece para dejar su paso a la contemplación de la sabiduría divina, a la mística.
La persecución de los judíos en Alemania hace que la envíen al convento de Etch (Países Bajos). En 1939 escribe: “ya desde ahora acepto la muerte que Dios me ha destinado, con total sumisión y alegría. En 1942 Edith es arrestada y empieza el camino de la muerte que termina siendo el camino de la fe. Sus palabras respiran el fervor de la primitiva Iglesia el día de la transfiguración: “Si es verdad que nuestros sufrimientos se han intensificado un poco, también la gracia correspondiente será mucho mayor, y una magnífica corona nos está preparada en el cielo. Alégrense ustedes conmigo. Voy con ánimo y confianza; también las religiosas que están conmigo. Podemos dar testimonio de Jesús y testimoniar a favor de la verdad”. Pocos días después, el 9 de agosto de 1942 en Auschwitz, Edith Stein nacía a la vida eterna.
Juan Jesús Cañete Olmedo
Sacerdote diocesano y Profesor de Filosofía
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