Concluye, como cada Viernes de Dolores, el Triduo en honor al Santo Rostro

Diócesis de Jaén
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La diócesis de Jaén es una iglesia particular española sufragánea de la archidiócesis de Granada. Sus sedes son la Catedral de la Asunción de Jaén y Catedral de la Natividad de Nuestra Señora de Baeza.

En el umbral de la Semana Santa, en esta semana de Pasión, se ha desarrollado el triduo en honor al Santo Rostro. Daba comienzo el pasado miércoles, en una celebración presidida por el canónigo D. Andrés Segura; el jueves fue el turno del vicedeán, D. José López Chica y este Viernes de Dolores, el Obispo de Jaén, Don Sebastián Chico Martínez, fue el encargado de cerrar este tradicional culto en la sea jiennense.

En el mismo se dieron cita el Provicario General de la Diócesis y canónigo, D. José Antonio Sánchez Ortiz; el Deán de las Catedrales, D. Francisco Juan Martínez Rojas; el vicedeán; el canónigo emérito, D. Antonio Aranda Calvo; un presbítero de la Diócesis de Toledo y el secretario particular del Prelado, y vice delegado de Liturgia, D. Francisco Javier Cova. El grupo de acólitos de la Catedral ayudó en el servicio del altar, así como el seminarista, Alberto Toledo. Al órgano, D. Alfonso Medina.

Además de los miembros de la Cofradía de la Buena Muerte, con sede canónica en el primer Templo diocesano, miembros de la de la Orden de Caballería del Santo Sepulcro de Jerusalén también quisieron participar de la celebración eucarística y el posterior Vía Crucis.

Homilía

El Obispo, tras los saludos, quiso poner de relevancia la mirada misericordiosa de Cristo hacia cualquier ser humano. Una mirada que persona, que consuela, que transforma y que lleva a la acción. “Es un rostro que, aunque callado, habla. Un rostro que, aunque herido, nos consuela. Un rostro que, aunque oculto tras el velo, revela la ternura de Dios.En este mundo de hoy, muy saturado de imágenes, contemplar el rostro de Cristo se convierte en una escuela de profundidad. No es una imagen cualquiera: es el icono del Amor hecho carne, que ha querido dejar su huella impresa en la historia y en el corazón del hombre. Tended presente que ‘el verdadero rostro de Cristo no se ve solo con los ojos del cuerpo, sino con los del alma’”.

Después, el Prelado reflexionó sobre las lecturas para regresar a la invitación de Dios para encontrarnos con Él a través de su hijo, un encuentro que siempre conduce al amor y a la misericordia: “Contemplar el Santo Rostro es contemplar esta verdad: Dios no es una idea abstracta. Dios tiene un rostro. Y ese rostro es el del que ha llorado con nosotros, el del que ha sufrido por nosotros, el del que ha muerto y resucitado por nosotros. Un rostro que no impone, sino que invita. Un rostro que no juzga desde lo alto, sino que mira desde abajo, desde la cruz, con ojos de misericordia. Recordad que, al contemplar este Rostro, lo que demos buscar y encontrar es la manifestación del amor y la misericordia de Dios hacia todos y cada uno de nosotros”.

Del mismo modo, el Obispo quiso preguntarse en voz alta qué significado venerar al Santo Rostro, para recordar que es un encuentro mismo con el rostro del Señor: “Lo hacemos no solo por tradición, sino por necesidad. Porque necesitamos dejarnos mirar por Cristo. Porque necesitamos que su rostro nos devuelva nuestra dignidad, nos limpie las heridas, nos reconcilie con la verdad de lo que somos, y podamos ya ver en él la esperanza a la que estamos llamados. Porque, como dice el salmista, “Tu rostro buscaré, Señor””.

Por último animó a desde la mirada de Jesús ponerse en clave del otro Sería incoherente contemplarlo y no actuar conforme a él: “Eso significa ser rostro de compasión con el que sufre. Rostro de luz para el que camina en tinieblas. Rostro de perdón para el que ha fallado. Rostro de ternura para el que se siente despreciado. Como la Verónica, estamos llamados a enjugar el rostro del Señor en los más pobres, en los más débiles, en los más olvidados. Y al hacerlo, su rostro se queda grabado en nosotros, en nuestro corazón y en nuestra alma” – y que esa mirada trasforme las vidas de quienes lo contemplan para, “también nosotros comenzamos a reflejarlo”.

Al finalizar la Eucaristía, miembros de la Cofradía de la Buena Muerte portó en andas el relicario por el que se levantó la Catedral de Jaén, el Santo Rostro.

Mientras recorría las naves, se meditó en cada una de las catorce estaciones del ejercicio piadoso del Vía Crucis, con una mirada especial sobre los migrantes, las personas excluidas y los que se encuentran en las periferias existenciales, para que en el rostro de Cristo veamos reflejado a cada uno de los que sufren.

Ya, de regreso al altar, se rezaron las letanías del Santo Rostro, para después, Don Sebastián impartir la bendición con él. Será ya el Viernes Santo, tras la celebración de la pasión y muerte del Señor, que se celebrará a las 5 de la tarde, cuando el Obispo imparta con el paño de la Verónica la bendición por los cuatro puntos cardinales de la Catedral.

Galería fotográfica: «Triduo en honor al Santo Rostro 2025»

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