«Casa Besana fue para mí mucho más que un refugio físico, fue un refugio para mi corazón cansado»

Diócesis de Jaén
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La diócesis de Jaén es una iglesia particular española sufragánea de la archidiócesis de Granada. Sus sedes son la Catedral de la Asunción de Jaén y Catedral de la Natividad de Nuestra Señora de Baeza.

Una víctima de violencia de género, acompañada en el Programa de Mujer de Cáritas, comparte su experiencia en Casa Besana con motivo del 25N.

En este 25N alzamos la voz por todas las mujeres que han tenido la valentía de romper el silencio. Desde Cáritas Diocesana de Jaén, recursos como la Casa Besana muestran que el acompañamiento cercano puede abrir caminos nuevos hacia la libertad y la dignidad. Hoy compartimos el testimonio de una mujer que, con coraje y esperanza, ha reconstruido su vida. Su voz es un recordatorio de que siempre hay salida y de que cada historia de superación merece ser escuchada. Aquí comienza la suya.

Hoy, 25 de noviembre, no es solo una fecha en el calendario. Es un día que nos recuerda lo que muchas mujeres hemos vivido en silencio, con la voz apagada y el corazón quebrado: el miedo, la humillación, la manipulación y ese desgaste del alma que provoca el maltrato. Porque la violencia no empieza con un golpe. Empieza con palabras que hieren, con miradas que controlan, con dudas que te siembran para que creas que no vales nada sin esa persona. Y poco a poco te vas apagando, sin darte cuenta, hasta que un día ya no te reconoces.

El maltrato es una cárcel sin barrotes visibles. Una cárcel donde la puerta parece abierta, pero estás tan debilitada, tan culpabilizada, tan confundida, que no sabes cómo salir de ella. Es vivir con miedo a hablar, a contestar, a decir “no”. Es caminar con el corazón encogido, vigilando cada paso para no provocar la próxima explosión. Es sentir que el mundo se reduce a él y que tu vida deja de pertenecerte.

Hoy escribo desde el otro lado. Desde la libertad de saber que ya no soy aquella mujer herida, ni la sombra que el miedo moldeaba. Pero esta libertad que hoy me abraza no nació sola. Nació en un lugar que nunca imaginé: Casa Besana, recurso del Programa de Mujer de Cáritas Diocesana de Jaén. Allí encontré algo que creí perdido para siempre: la esperanza de una mañana distinta. Casa Besana fue para mí mucho más que un refugio físico. Fue un refugio para mi corazón cansado, para mi alma que ya no encontraba fuerzas. Hay momentos que la vida nos regala y que el dolor a veces borra, pero yo sí los recuerdo: las miradas serenas, las voces que me hablaban con ternura, las manos que sostuvieron las mías cuando ya no podía levantarme. Esos rostros, esa forma de amar sin preguntar, sin juzgar, sin condiciones… se grabaron en mí hasta los huesos. Cambiaron mi historia. Cambiaron mi rumbo. Y sé que permanecerán no solo en mi memoria, sino también en mi descendencia, porque lo que allí recibí no fue ayuda: fue dignidad, fue humanidad, fue vida.

Por eso le pido a Dios y a la vida que me permitan seguir abriendo caminos, no para alejarme, sino para poder devolver, aunque sea un poco, de todo lo que recibí. Porque en Cáritas entendí una verdad que me hizo llorar de alivio: Lo peor ya había pasado. Ya no estaba allí. Ya no era esa mujer rota.

Y mientras escribo estas palabras, las lágrimas no me avergüenzan. Son lágrimas de memoria, de gratitud, de alma que por fin está en paz. Quizás muchos nunca lean esto, pero quienes lleguen hasta aquí y conozcan Casa Besana sabrán que Cáritas no es solo comida, calzado o vestido. Cáritas es un renacer. Es la mano que te impulsa. Es el puente hacia una vida que parecía imposible.

Allí te acompañan para avanzar académicamente, profesionalmente, laboralmente y, sobre todo, personalmente, donde más duele y donde más se necesita. Porque cada paso que das con ellos deja de ser un final triste y se convierte en el comienzo de muchas historias nuevas.

Mi historia no terminó con el dolor. Mi historia comenzó cuando descubrí que no estaba sola.

Y hoy, 25 de noviembre, en este Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, mi voz se levanta para honrar no solo a todas las mujeres que siguen luchando, sino también a quienes un día me ayudaron a volver a ser yo, hablo por mí y por tantas mujeres: no somos culpables por haber sufrido. Somos valientes por haber sobrevivido. Y somos libres por haber encontrado la fuerza de salir de donde nadie debería haber estado nunca.

Ojalá nuestras historias no se repitan. Ojalá ninguna mujer vuelva a sentirse presa en su propia vida. Y ojalá este día no fuese necesario. Pero mientras lo sea, seguiremos alzando la voz, porque el silencio es el mejor aliado del maltratador y la voz es la fuerza más poderosa de una mujer libre.

Desde el programa de Mujer de Cáritas Diocesana de Jaén hoy, 25 de noviembre, queremos alzar la voz por todas las mujeres que han sufrido violencia, por las que ya no están y por las que aún luchan en silencio. Esta es la historia de una de tantas mujeres que acompañamos, historias reales y ejemplo de superación.

Para nuestro equipo es un placer el poder llevar a cabo un acompañamiento integral a estas mujeres, proporcionándoles nuestra escucha y apoyo emocional. Haciendo qué gracias a estas herramientas y a sus capacidades de superación, se vaya recuperando poco a poco la libertad.

Cada mujer que lo ha logrado es un recordatorio de que tú, o cualquier persona que lo necesite, también puede encontrar un camino hacia la luz.

25N Que nuestra voz no se apague.

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