“Aquí estoy, oh Señor, para hacer tu voluntad” (Hb 10,7)
La tarde del 30 de Junio nuestro párroco D. Andrés Nájera Ceacero, celebraba, en el templo de Ntra. Sra. de la Asunciónde Villacarrillo, las Bodas de Plata de su Ordenación Sacerdotal.
Muy bien arropado por familiares, amigos, y un buen número de sacerdotes y feligreses (de las Parroquias de Segura de la Sierra, Orcera, Iznatoraf…; y San Francisco y la Asunción de Villacarrillo) el calor que destilaba la tarde se unía al -no menos cálido- reconocimiento de su labor a lo largo de estos veinticinco años dedicados al servicio de Cristo y de su Iglesia.
Ante la atenta mirada de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús que presidía el Altar, una hermosa Eucaristía de Acción de Gracias-precedida por la Exposición del Santísimo Sacramento- nos permitía participar, a los allí presentes, de la emoción sentida por nuestro párroco, y conocer algunos retazos y anécdotas de su vida como sacerdote (vida sacerdotal que se iniciaba el día 30 de Junio de 1991, cuando D. Santiago García Aracil-Obispo de nuestra Diócesis en ese momento- le ordenaba como sacerdote en la Santa Iglesia Catedral de Jaén).
En su Homilía, D. Andrés comenzaba reconociendo la dificultad que entrañaba para él pronunciar la misma, y la iniciaba con las primeras estrofas del SALMO 137:
“Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para Ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre:
Por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma”.
Este Salmo -como bien nos aclaraba- le servía para expresarsus sentimientos de gratitud y de confianza en el Señor, en un momento tan importante de su vida.
El 30 de Junio de 1991, nos decía, le hacía recordar “una vocación, una consagración y, sobretodo, un inmenso e inmerecido regalo de Dios nuestro Señor”. También insistía en reconocer que “ser cura no es un privilegio humano, sino una gracia de la Misericordia infinita de Dios”. “Dios me llamó y me consagró para ser ministro suyo, para participar del sacerdocio del único Sacerdote que es Cristo”. Nos presentaba, así, su vida sacerdotal como “una preciosa historia de amor de Dios hacia mí, y de Dios hacia los demás por medio de mí. Y esto es muy grande; que el cura sea instrumento del Amor de Dios en medio de su pueblo”.
Toda una historia, con rostros, nombres y apellidos, con aciertos y errores, que -como él mismo nos contaba- había pasado muy rápido, pero había dado para mucho… Presidida siempre, claro está, por la Gracia de Dios, y en la que siempre ha visto la mano de Dios en todo.
Y toda una historia de agradecimiento a Dios por convertirlo en “puente”, en instrumento de la Gracia y la Misericordia Divina…
También daba gracias a Dios por las personas que ha puesto en su camino, y solicitaba su perdón por no haber hecho, quizá, todo lo que le pedía o por no haberlo hecho como a Dios le hubiera gustado.
Tras la Eucaristía, nos reuníamos para compartir un ágape en el que se le hizo entrega de diversos regalos, homenaje afectuoso de los fieles de las distintas parroquias allí presentes.
Desde aquí, nosotros quisiéramos, también, dar gracias a Dios por haberle otorgado el don de la vocación sacerdotal, y por haberle mantenido fiel en la misma durante estos veinticinco años (que esperamos sean sólo la antesala del resto de su labor pastoral la cual, seguramente, seguirá siendo fructífera como lo ha sido, hasta ahora, en las distintas parroquias por las que ha ido dejando su impronta y, entre las cuales, Dios nos ha bendecido con su presencia).
¡Enhorabuena, D. Andrés!
María Teresa Serrano
Parroquia de Villacarrillo