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Diócesis de Jaén
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La diócesis de Jaén es una iglesia particular española sufragánea de la archidiócesis de Granada. Sus sedes son la Catedral de la Asunción de Jaén y Catedral de la Natividad de Nuestra Señora de Baeza.

Mons. Manuel Basulto Jiménez, Obispo de Jaén.

Su origen y vida sacerdotal

Nace en Adanero (Ávila) el 17 de mayo de 1869; a los seis días, 23 de mayo, en la Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. de la Asunción recibe el Santo Bautismo y comienza su caminar como hijo de Dios en la Iglesia Católica, en la que llegaría a se Obispo-Pastor. Hijo de buenos cristianos que le educan consecuentemente; Joaquín Basulto romo y Francisca Jiménez Lumbreras fueron sus padres y su padrino Manuel Ramos. El Cura Párroco D. Antonio Álvarez es quien le bautiza.

Estudia en el Seminario de Ávila, a donde es enviado hacia 1880; allí muestra su inteligencia y cualidades, su pasión por los libros. Se revela amante de las letras y digno de toda confianza, tanto que mediados los cursos de Teología es nombrado superior interino del Seminario de Ávila y profesor de los cursos de primero y segundo de latín.

En Ávila es ordenado sacerdote en el año 1892; al año siguiente. En Salamanca, recibe el título de licenciado en Sagrada Teología y el mismo año se le confía «en comisión de servicio, la parroquia de Santo Tomás de Ávila, siendo a la vez profesor de metafísica en el Seminario Mayor.

Por oposición accede a la Catedral de León, como magistral, en 1897, donde ejerce con maestría su cargo, como han recordado por mucho tiempo quienes acudía a escuchar los sermones de aquel joven canónigo. En León realizó una intensa labor pastoral en el campo social y caritativo, atendiendo el Círculo Católico de Obreros, el Apostolado de la Oración y las Conferencias de San Vicente Paúl. En la Ciudad y en la Diócesis dejo patente su preocupación por la formación de seglares, que en la oración y el estudio trabajaran por el Reino de Dios. En medio de tanto quehacer apostólico, obtuvo en la Universidad Literaria de Valladolid, la licenciatura civil en derecho y preparó las oposiciones para una canonjía simple en Madrid, la cual consigue frete a 24 opositores más. En nuevas oposiciones accedió, con unos exámenes brillantes, a Lectoral de la Catedral de San Isidro de Madrid. En el seminario mayor matritense será profesor de Sagrada Escritura, Teología, Derecho Canónico, Romano y Civil; fue un profesor competente y un amigo sencillo y cordial para sus alumnos.

Obispo de Lugo (1909-1920)

Es nombrado obispo de Lugo el 4 de septiembre de 1909 y consagrado el 16 de enero de 1910, cuando contaba con cuarenta años. Fue consagrado en la iglesia de los Padre Paules de la calle García de Paredes y actuó de consagrante el Nuncio de Su Santidad en España Monseñor Antonio Vico y como asistentes el obispo de Madrid D. José María Salvador y el obispo de Sión D. Jaime Cardona Esteban. A la consagración asistieron sus padres, consanguíneos y amigos de tantos sitios; desde luego para Adenero fue algo inolvidable. El 6 de marzo de 1910 el Dr. Basulto hace su entrada en la diócesis lucense y es recibido con gran entusiasmo y grandes expectativas, y cierto que las dejó satisfechas en los 10 años que permaneció en aquella diócesis. De trato sencillo y cercano con los fieles y, sobre todo, con los sacerdotes quienes sin protocolo alguno tenían acceso al obispo, padre y pastor. Urgía abrir casa rectorales, donde los sacerdotes estuvieran cerca de los fieles y del Gran Amigo, Jesús Sacramentado, se avanzó en la formación permanente del clero, el obispo se hacía presente en todo momento, ya fuera bendiciones de templos, casas parroquiales, secciones de Adoración Nocturna, actos múltiples que le llevaron a desgastar su vida en un trabajo intenso y no siempre reconocido.

Obispo de Jaén (1920-1936)

El 2 de enero de 1920 se anunciaba en Jaén que el Papa Benedicto XV había nombrado para la Diócesis a Mons. Basulto, trasladado desde Lugo, sede que ocuparía el que hasta entonces había sido Obispo-Administrador Apostólico del Santo Reino. Llega a Jaén el 27 de junio de 1920, es recibido en la Estación Linares-Baeza por representantes del Cabildo, sacerdotes y autoridades de ambos pueblos. Nueva parada en la Estación de Espeluy, nuevo saludo a Sres. Capitulares, sacerdotes de la zona y autoridades llegadas a recibirle. El mismo prelado había dispuesto que todo se organizara del modo más sencillo posible. En la fonda de la estación se hospedó con sus familiares, allí celebrará la Santa Misa, por primera vez en su diócesis y rodeado de un grupo fieles de aquel nudo ferroviario. Después del desayuno y una breve tertulia con los capitulares, prosigue en automóvil el viaje hacia la capital. Dos paradas todavía hasta llegar a Jaén: Mengibar y Las Infantas (aquí llegan las autoridades de Villargordo). A la entrada de Jaén, eran las 19,05 horas, le recibe el Deán Sánchez de la Nieta, las autoridades provinciales y locales; el Sr. Obispo ocupa un conche descubierto en el que le acompañan el Sr. Gobernador Civil, Sr. Delegado del Alcalde y Sr. Deán. Cuarenta coches forman la comitiva y se encaminan hacia la Catedral. Jaén, pequeña ciudad entonces, aparece jubilosa y adornada de colgaduras para recibir al Pastor. En la plaza de Santa María, a las puertas de la Catedral, el clero, los religiosos, el seminario en pleno… esperan al Sr. Obispo quien recibe el agua bendita y revestido de Pontifical entra bajo palio a «su Cátedra». Las notas vibrantes que salen del órgano, prestan un gozoso homenaje al que viene en nombre del Señor. Se hace un silencio aguardando el discurso de entrada, pero Don Manuel de modo sencillo, aunque con lenguaje elegante y vivo, saludó a los presentes, doy las gracias y pidió a todos que con sus oraciones y con espíritu colaborador y dócil le ayudaran en su misión. Había dado su primera lección, que en palabras de los capitulares acompañantes desde Espeluy, había sido de humildad y sencillez; «en todo el recorrido nunca hizo alusión a sí mismo».

El 29 de junio, festividad de los Apóstoles Pedro y Pablo celebrará solemnemente en la Catedral de Jaén y al día siguiente en la de Baeza; a la puerta de la Catedral se le recibe por los capitulares, clero, seminaristas, superiores y pueblo fiel. Monseñor Basulto en este viaje comienza a conocer la geografía giennense y con ello la vida de sus hijos, aunque su trato con el Obispo-Administrador Fray Plácido, al que sucedía, le diera ya una visión amplia de la situación pastoral de la Diócesis.

Jaén descubrió en Mons. Basulto, un obispo de capacidad intelectual y buena preparación teológica, de costumbres sencillas, no dado al boato ni a las apariencias, de prudencia y equidad a la hora de tratar con los sacerdotes y repartir los cargos. Buen gobierno, bondad, sabiduría y piedad. Fue un obispo cercano al pueblo y por ello el pueblo le estaba cercano, así lo prueba la conmoción que supuso (octubre de 1928) una enfermedad grave (bronconeumonía) que padeció el Prelado: todos los estamentos y fieles en particular elevaron oraciones por el restablecimiento de su pastor. El lema de su escudo episcopal fue aquella conocida expresión de Santa Teresa de Jesús «quien a Dios tiene nada le falta» y, al igual que ella estaba convencido de su profunda verdad, lo experimentaba día a día y estaba dispuesto a llevarlo a la práctica hasta sus últimas consecuencias. Y en el mismo escudo aparece un corazón herido por transverberación y con la frase «¡oh, Señor, quien no os conoce no os ama!» Signo de que el espíritu de la mística Doctora lo llevaba muy adentro.

Sobre todo, Mons. Basulto fue un pastor bueno y fiel, amó a la Iglesia y dio testimonio de ello con su vida, totalmente al servicio al servicio de la misma, y con su muerte, pues nadie tiene más amor que quien da la vida por la persona amada, pero nada podría mejor definir la persona de Don Manuel que el texto de San Gregorio Magno en su comentario al Evangelio del Buen Pastor, aplicado a los obispos. «No se llama pastor, sino mercenario, a quien apacienta las ovejas del Señor no por amor íntimo, sino por las ganancias temporales. En efecto, es mercenario quien ocupa, sí, el puesto de pastor, pero no busca la ganancia de las almas; quien codicia las comodidades de la tierra, goza con el honor de la prelatura, se apacienta con las ganancias temporales y se alegra de la reverencia que le tributan los hombres, porque estas son las recompensas del mercenario, que encuentra aquí lo que busca y por lo que trabaja en su gobierno y queda después extrañado de la heredad del Rey. Mas, en verdad, no puede reconocerse si uno es pastor o mercenario mientras falte la ocasión oportuna; porque en tiempo normal, generalmente el mercenario también atiende al cuidado de la grey, como el pastor, pero cuando viene el lobo, da a conocer con qué disposición de ánimo estaba uno guardando las ovejas». (San Gregorio Magno. Homilías sobre los Evangelios, 1, 14)

Mons. Basulto no buscó su propio bien, ganancias terrenas u honores mundanos, buscó la gloria de Dios y el bien de la Iglesia; el don que había recibido con la plenitud del Sacerdocio no lo consideró como propia ganancia, sino para el bien espiritual de sus diocesanos, para el servicio a la Iglesia. Recordemos un hecho que demuestra, más allá del hecho mismo, la visión que tenía de su ministerio: muerta su madre el Domingo de Resurrección de 1932 a las 8 de la mañana cuando tenía anunciada la Misa Pontifical en la Catedral, optó por celebrar dicha Pontifical e impartir la bendición papal, dejando a su madre de cuerpo presente, pues decía que nada debía interponerse en su misión de Pastor y que él no debería privar a sus fieles del don episcopal recibido y que se concretaba en esa bendición.

En su haber hemos de destacar la conclusión del Seminario Diocesano en la ciudad de Jaén. Aquel edificio iniciado por el Obispo Don Victoriano Guisáosla, fue concluido en la parte llamada Seminario Mayor y establecidos los cimientos en el Menor, gracias a los desvelos y a la confianza puesta en Dios por Mons. Basulto fiel a «quien a Dios tiene nada le falta». Fue su amor a los sacerdotes, al seminario, a los seminaristas lo que le dio fuerzas para conseguir el objetivo: en el curso 1928-29, pasaron los estudios filosóficos a Jaén y así todo el seminario Mayor.

Durante su Pontificado prosperó en la diócesis la Acción Católica y la Adoración Nocturna y la Catequesis; actividades de acción social, de caridad y beneficencia, actividades culturales y en general la iglesia avanzó en el apostolado seglar, en la piedad y en la formación de los sacerdotes. Siendo tiempos difíciles, sorprende y hasta maravilla las muchas actividades llevadas a cabo y la categoría de las mismas:

En la Adoración Nocturna se inauguraron muchas Secciones, el Obispo asistía con frecuencia a ello y cuando le era imposible enviaba a los que nombrara Consiliarios Diocesanos, entre ellos D. Félix Pérez Portela.

La Asociación de Maestros Católicos, un movimiento que se origina en España con la peregrinación a Roma en 1925 para ganar el jubileo del Año Santo; se formaría la federación de Maestros Católicos y de aquí a la Internacional Católica; ya en 1929 se crea la Asociación Provincial de Maestros Católicos Santo Rostro y se realiza una Semana Pedagógica de perfeccionamiento profesional; se organizaron Ejercicios Espirituales para maestros y maestras con excursiones culturales y científicas.

La Semana de Acción Católica (13 al 20 de mayo de 1931) en la que participaron los sacerdotes y seglares más relevantes en este campo. Algunos sacerdotes de nuestra diócesis por iniciativa del Sr. Obispo marcharon a Madrid para formarse en la Casa del Consiliario.

Elevación del nivel de estudios y vida espiritual de los Seminarios, dirigidos por los Sacerdotes Operarios Diocesanos y los profesores de mayor valía del clero diocesano. Actividades culturales en los Seminarios que repercutían en los fieles y despertaban el aprecio de la más importante institución educativa de la Provincia.

La Semana de Catequesis (junio de 1932) con gran asistencia de sacerdotes y catequistas, con actividades prácticas y conferencias de las grandes autoridades del momento en la pastoral de catequesis. Presentaba este campo una atención especial, pues los niños en edad escolar habían sido privados de la enseñanza religiosa con la entrada de la República; ahora era necesario montar esa enseñanza religiosa infantil y para adolescentes en el ámbito parroquial.

Amante de la Virgen María, Mons. Basulto tuvo ocasión de celebrar en el Santuario de la Virgen de la Cabeza el séptimo centenario de su aparición en el cerro del Cabezo (agosto de 1927) y celebró en Jaén la coronación de la Virgen de la Capilla en junio de 1930.

Y el trabajo diario, precedido y concluido con la oración; el estudio de temas morales, teológicos y pastorales, con frecuencia se podía ver en su mesa la Suma Teológica de Santo Tomás, audiencias, visitas… y la Visita Pastoral, pueblo por pueblo, Sacramento de la Confirmación, en fin, todo lo que lleva la atención a los problemas pastorales y administrativos de una Diócesis con unos 10,000 Km2. (entonces el Arciprestazgo de Cazorla pertenecía a la diócesis de Toledo) con dos Catedrales, dos Seminarios (Jaén y Baeza) Santuarios, el de la Virgen de la Cabeza en Andujar para cuya atención consiguió la venida de los PP. Trinitarios y el de la Virgen de la Fuensanta que ya era dirigido por aquella Orden; bastantes Conventos o Monasterios de Religiosas de Clausura, religiosas / os dedicados a la enseñanza que empiezan a llegar y las dedicadas a la acción social, enfermos, huérfanos y necesitados, que ocupan las principales instituciones de beneficencia.

He aquí el campo donde desarrolló su acción pastoral un obispo bueno, sencillo, dotado de capacidad intelectual y tacto pastoral, pero sobre todo, amante de Cristo y de la Iglesia, cada vez más convencido de que su vida tiene razón de ser en la entrega total e incondicionada. ¿Acaso vislumbraría el martirio en los últimos años de su vida?

El gran sufrimiento del Obispo Basulto

El quehacer pastoral del Obispo diocesano y del clero, de los religiosos y religiosas, cada vez más, con grupos de seglares insertados en las ramas de Acción Católica, de la Adoración Nocturna Española, las Conferencias de San Vicente, Cofradías y otras Asociaciones laicales, se fue desarrollando en la década de los años 20 y progresando adecuadamente. La vida de la iglesia diocesana se hacía sentir en los pueblos y ciudades, a través de la Parroquias, Conventos y Monasterios, centros de culto e instituciones; a todo ello ayudaba en modo significativo las Visitas Pastorales y presencia frecuente del Pastor a lo largo y ancho de la Diócesis del Santo Reino. Pero es cierto que la sociedad española estaba sufriendo unas trasformaciones muy profunda y tomaba una dirección bastante ajena y aún contraria a los valores tradicionales y entre ellos las cosas de Dios y de la Iglesia; Jaén no estaba fuera de esta corriente y era terreno bien preparado para fomentar toda clase de anticlericalismo; podrían analizarse al respecto causas de índole social, distribución de riquezas; la existencia de un proletariado, gran parte de la población, pendiente de los pocos y bajísimos jornales producidos por la agricultura; la falta de cultura expresada en un alto índice de analfabetismo; las injusticias de toda clase; la falta de formación religiosa del pueblo en general y aún de los cercanos a la iglesia…; en realidad todo venía de muy atrás y se desarrollaba paso a paso, pero con acciones decididas y con efectos irreversibles, desde la Revolución francesa: los criterios innovadores que llevaban a la trasformación rápida y radical de las estructuras de la sociedad y del Estado, la desamortización de los bienes eclesiásticos, la exclaustración de religiosos, el sexenio revolucionario, primera república (1873-1874) y restauración borbónica hasta el régimen militar con Primo de Rivera, culmina en la proclamada la segunda república en el 14 de abril año 1931 hasta el 1 de abril de 1939. El nuevo régimen, II República, es aceptado oficialmente por la Iglesia y los obispos españoles orientan a sacerdotes y fieles en el respeto a las autoridades y a las leyes que van emanando. Por desgracia, muy pronto queda en evidencia el carácter anticlerical, antirreligioso y anticatólico de la nueva situación; por otra parte, la problemática socioeconómica del campesinado andaluz se agudiza y se hace insoportable; en Jaén, como se ha indicado, los problemas generales de España se acentúan; es una provincia totalmente rural y predomina el monocultivo; sólo algunas zonas mineras ofrecen otro trabajo, pero igualmente insuficiente y sin la cobertura social para la enfermedad, el paro, la familia y la vejez. Así familias numerosas viven pobremente, en la miseria, hacinadas en viviendas, carentes de todo; escasos jornales que no cubren las necesidades mínimas, mortandad infantil, falta de higiene, ancianos sin subsidio de ninguna clase y con pocas instituciones que le ofrezcan cobijo, cariño y alimento. La propaganda en mítines y revueltas enfrentan a toda esta masa contra la Iglesia, siendo así que por mucho tiempo las actuaciones de beneficencia, el cuidado de enfermos, la educación de niños y acogida de ancianos había estado, seguro que se podía y debía haber hecho más y mejor, en manos de la Iglesia contra la que ahora se vociferaba. El clero queda desamparado económicamente, al desaparecer la ayuda estatal como compensación a los bienes sustraídos. Junto a todo ello, la influencia del marxismo, hecho régimen político en Rusia, llega a España con una fuerza poderosa y la visión de que la Religión y por ello la Iglesia es el «opio del pueblo», un pilar fundamental del capitalismo y por ello debe ser destruido.

La nueva situación hace sufrir hondamente al Obispo Mons. Basulto: los ataques a la Iglesia, las leyes que van saliendo y que son claramente lesivas de la libertad religiosa; el progresar las desavenencias entre los ciudadanos, manifestaciones y revueltas callejeras, pillajes y asesinatos, incendio o profanación de lo sagrado. Pero ante todo a don Manuel le preocupa sus sacerdotes; se ha dicho que este fue el primera cuidado para él, tanto en Lugo como en Jaén: los sacerdotes; y ahora se ven atacados por aquí y por allá; se sienten faltos de libertad en los actos religiosos, sobre todo si son públicos de algún modo: traslado de cadáveres para el entierro católico, procesiones, toque de campanas, conducción pública del Santísimo Viático a los enfermos, pero además, como personas perdieron sus derechos y libertades «eran curas y eso bastaba, no merecían vivir»… La situación cambia mucho según los sitios, pero el Sr. Obispo atiende a unos y otros, se preocupó de que los sacerdotes tuvieran estipendios sobre todo en los pueblos pequeños, aconsejó y escuchó pacientemente; procuró reservar unos fondos económicos para afrontar las situaciones más difíciles…y esto le sirvió en contra, pero la verdad es que en tiempos difíciles se mostró más padre y pastor si cabe.

Muestras de afecto, que le sirvieron de consuelo.

Las alegrías de un Pastor como Mons. Basulto, que no buscaba los beneficios propios sino el servicio de su esposa la iglesia en Jaén debieron ser muchos: el Seminario y la marcha del mismo, cada vez más centro de estudio, piedad y disciplina sacerdotal; las vocaciones al sacerdocio, los nuevos sacerdotes, la entrega de los mayores y el intenso trabajo de los maduros; la piedad del pueblo sencillo; las fiestas marianas de la Cabeza y de la Capilla; la piedad eucarística de nuestros pueblos en los que se iba implantando la Adoración Nocturna etc. Pero se podrían destacar: La respuesta a las convocatorias, Cursillos y Semanas especiales, que en los últimos años hiciera el Prelado a sacerdotes y laicos, fue muy abundante y su desarrollo positivo y digno de alabanza, más aún si tenemos en cuenta las dificultades del momento. El año 1935 celebró el Prelado sus bodas de plata episcopales, 25 años de obispo (y lo hizo sencilla y discretamente) en ellas recibió el afecto y felicitación del clero y de los fieles. Quizá su última alegría fuera el poder ordenar sacerdotes en junio de 1936, en la Capilla del Seminario fueron ordenados seis nuevos sacerdotes; será la última vez que confiera el Orden Sacerdotal, dando vida a la Iglesia en cada uno de ellos. En aquella ocasión les comenta las palabras del Señor Jesús: «Mirad que os envío como corderos en medio de lobos…», pero había que salvar a las ovejas; aunque todo está cargado de emoción, brilla la alegría y la esperanza en Aquél que nos llamó. Hay que estar muy dispuestos para ordenarse sacerdotes en aquellas circunstancias, las familias, los fieles, los seminaristas, los neo-sacerdotes miran al obispo y se unen a Cristo, quien también les dice: el discípulo no es más que su Señor y si a Mi me han perseguido, otro tanto harán con vosotros. Efectivamente uno de los nuevos ordenados Don Manuel Casado Garrido con 27 años de edad, sacerdote de Arjona en cuya Parroquia de San Juan Bautista había cantado misa el día 24 de junio, su fiesta titular, cuando aún no había ejercido en ninguna parroquia, se le ofreció el poder dar la vida por Cristo y testimoniar su amor hasta la muerte. Y venció su amor a Cristo y la Gracia del Espíritu.

Prisionero en su propia Catedral

El 2 de agosto de 1936 fue asaltado el Obispado; la policía realiza un minucioso registro en todas las dependencias del viejo palacio episcopal (más de viejo que de palacio) oficinas, archivos, biblioteca y la misma vivienda del Obispo. Esa misma noche el Obispo fue hecho prisionero en la Catedral con su hermana Teresa, su cuñado Mariano, junto al Vicario General y Deán de la Catedral don Félix Pérez Portela. Mandaron al Obispo dejara la sotana y vistiera de paisano y hacia las 11 de la noche llegaron a Sagrado Tempo. La población reclusa en la catedral era ya muy numerosa, bastantes sacerdotes, cristianos de toda índole y de toda la geografía provincial habían sido concentrados en ella; estos recibieron la noticia de la entrada del obispo con dolor y respeto, a la vez que con un cierto gozo espiritual: el Pastor no deja a las ovejas y está aquí con nosotros los más perseguidos. La familia episcopal queda incomunicada, precisamente en la sala llamada hoy «de fabricanía», primera puerta a la entrada en la nave derecha y, aunque pudiera parecerlo, no fue por deferencia el tenerlos en una sala aparte del común de los presidiarios, sino para tenerlos mejor vigilados y así poder evitar el que tuvieran conversaciones y dieran «consignas» a los demás; en fin eran considerados tan peligrosos que debían custodiarlos con sumo cuidado (una mujer, un obispo con 66 años, un sacerdote teólogo y canonista y un familiar dedicado a asuntos caseros y de oficina). Pero he aquí los designios de Dios: Mons. Basulto va a tener una inestimable oportunidad, y bien que la aprovechó, para poner en práctica el lema de su episcopado «Quien a Dios tiene nada le falta. Sólo Dios basta». El obispo preso en su propia Catedral se convertía en un signo de pobreza, humildad y confianza plena en Dios. Así se le oía ante cualquier comentario por la situación «Todo sea por Dios Nuestro Señor…»

Los días que pasaron recluidos en tan magnífico y sagrado recinto, fueron un verdadero suplicio: las noticias que se filtraban sobre asesinatos de sacerdotes, destrozos de todo lo religioso, la misma presencia de su hermana, única mujer encarcelada, llevaba al obispo a la verdadera angustia, un prolongado «huerto de los olivos», pues sabía tener la muerte asegurada y a ella se preparaba cada día con la oración y el sacrificio. Apenas tenía acceso a otros presos, sacerdotes o seglares de confianza con los que poder conocer claramente los acontecimientos y prever sobre ellos para la mucha de la diócesis; el Sr. Obispo quedó sumido en un silencio meditativo, apenas interrumpido por el diálogo con su Vicario General y algún rápido cambio de palabras con los sacerdotes don Juan Montijano o don José Antonio del Río. Padeció también en su salud, aquejado de fiebre y el malestar general que se recrudecía en su cuerpo ya anciano y quebrantado. Trascribo el escuelo relato de uno de los presos, supervivientes del llamado «Segundo Tren de la Muerte»: «El Obispo de Jaén que con su hermana ocupaba unas habitaciones de la catedral a las que se entra por unas escaleras que hay a mano derecha de la puerta principal, paseó algún día por las naves del templo, y aunque la mayoría de los presos no supieron quien era, Tamayo supo reconocerlo inmediatamente y con él fui a besarle el anillo… ya no volví a verle más que el día 12 de agosto a las tres de la madrugada… de aquel día que camino del martirio salió y salimos 500 presos de la catedral con la Cruz a cuestas».

Traslado del Sr. Obispo y familia, se decía, a la cárcel de Alcalá de Henares.

De toda la provincia habían llegado presos a los dos principales centros carcelarios: la Provincial y la Catedral, había otros lugares para mujeres y otros para arrestos; tal era la aglomeración en ambos lugares que se hablaba del traslado de presos a otras cárceles y en concreto se decía que sería a Alcalá de Henares. Efectivamente, las órdenes llegaron el día 10 y se dieron las disposiciones pertinentes y a las 2 de la mañana del día 11 salía el primer convoy con unos 322 prisioneros de la Cárcel Provincial. Fueron en camiones hasta Espeluy y aquí partieron en tren: durante el viaje sufrieron ultrajes y burlas; en algunas estaciones pudieron oír cómo pedían la muerte para todos. De esta primera expedición fueron asesinados en el trayecto once reclutados de los cuales dos eran sacerdotes; otros varios sacerdotes y el resto lograron llegar a la dicha cárcel de Alcalá de Henares, tras sufrir múltiple incidencias.

La Catedral no podía contener aquella cantidad de presos llegados de todos los pueblos; llegarían a pasar del millar. Por todas partes llegaba el rumor de que era necesaria una evacuación; por otra parte conocieron, noticias que se filtraban de una manera u otra, el traslado el día anterior, desde la Provincial y ahora, se decía, preparaban otro y tocaría a ellos; la cuestión produjo inquietud en la población reclusa por la incertidumbre, la falta de seguridad en el traslado y porque tal vez ya se supiera de que algunos de los trasportados había sido asesinados.

Finalmente, con cierto nerviosismo e indecisiones, se avisa a los reclusos a estar atentos y se organicen según se les vaya llamando por pueblos: Cazorla, Peal de Becerro, Villacarrillo, Villanueva del Arzobispo…. Son sacados en la noche del 11 de agosto, mejor dicho, a las 24,30 -ya día 12- comenzaron a llegar los camiones para el trasporte a la estación; eran tratados como materia de carga. Atravesaron Jaén y así cuenta un superviviente: «se puso a nuestra vista un Jaén que parecía estar como en plena fiesta, un Jaén alumbrado con verdadero derroche de luz, con los cafés llenos, con las bocacalles por que pasamos llenas de curiosos, y que tiene el camino de la estación animadísimo, y todo ello con euforia de berridos marxistas…y puñitos en alto al por mayor…» Fueron cargados en los vagones, ya eran casi las tres de la mañana, todo había que hacerlo con el control de rigor. Cuando ya parecía iban a salir se nos cuenta que «cuando creemos que el tren está lleno, vemos penetrar en el andén a una persona vestida de luto, de mediana estatura, de una edad no muy avanzada, ágil, rodeada de una capa de rojos que, a juzgar por el trapío debían de ser de los gordos todos ellos y no faltaba ni el Director de la cárcel. Tras él entra una mujer, también vestida de luto, que también es de una estatura media. Por la dirección que llevaban se dirigían a los primeros vagones del tren. Pregunté a Balboa que si sabía quién eran y, me contestó que el Obispo y su hermana y todos dijimos: ¡A Alcalá, pasando por mil sitios y con el Obispo! Aquel comentario sintético tenía un gran fondo de verdad. Desde luego, la presencia del obispo era un motivo de animación para las masas…»

Por fin salieron hacia Espeluy, de modo que casi al amanecer llegaron a la Estación Linares-Baeza, una masa de gente armada y vociferante, conforme avanzaban iba aumentado el gentío, los gritos y las protestas; así en Valdepeñas y Manzanares, aquí una joven comenzó a gritar: ¿y el obispo?, ¡a ver si vemos al obispo? Y el griterío se hizo general, ¡al obispo! ¡al obispo! Peor fue el paso por Alcázar de San Juan, donde la multitud que subía al tren iba pidiendo la cabeza del obispo, quien soportaba con paciencia todas las ofensas y palabras soeces que contra él y contra la Iglesia se coreaban. Mons. Basulto, según todos los testimonios, perdonaba a sus agresores.

Muerte martirial

Llegados al apeadero de Santa Catalina por el lugar llamado Pozo del Tío Raimundo, cerca de la finca «La Capona», en el pueblo de Vallecas, se realizó la gran matanza. Se oía discutir si pegar fuego a los vagones; por fin, mandaron que fueran saliendo hacia la explanada de enfrente. Así lo cuenta quien pudo escapar por tener doble nacionalidad: había nacido en San Juan de Luz e hizo valer su condición de francés- «Quiero dejar para el final la muerte del Obispo don Manuel Basulto Jiménez. Me aseguraron que no murió entre otros fusilados, sino completamente solo. Siendo objeto de toda clase de burlas y mofas, fue tal la descarga que recibió que pasó directamente al cielo. Añadieron que cuando lo llevaban al sitio donde iba a morir al ver tanto cadáver los bendijo haciendo otro tanto con todo el grupo de criminales, ejecutantes y espectadores que tan alborozados estaban con la hazaña que iban a llevar a cabo: ¡matar a un Obispo!. A la hermana del obispo no la mataron los milicianos, La mataron dos mujeres: una tabernera de Villaverde y una muchacha jovencísima que fue la primera que disparó, metiéndole todo el descargador de su pistola en la nuca, y a poquísima distancia de la víctima, produciendo un clamor de entusiasmo en la masa al ver «tanta valentía» como ellos decían en aquella joven. Sé también que la hermana del obispo, como el obispo, se pusieron de rodillas al morir». El Obispo iba con un abrigo largo y negro, con alzacuellos morado y llegó en silencio al terraplén flanqueado por un montón de cadáveres, caminó en silencio y con un rosario en la mano, pide el perdón de Dios para todos, un miliciano le dispara y quedará fuertemente impresionado de aquella muerte, tanto como para indisponerse y no poder salir de casa por unos cuatro días; no conseguía olvidar cómo había muerto el Prelado.

Sepultura, exhumación de los restos y traslado a Jaén

Terminada la operación, los cadáveres fueron llevados en camiones al cementerio del Puente de Vallecas, fueron sepultados en fosas comunes que habían mandado abrir al efecto, así junto al obispo quedaron los cadáveres su hermana, su cuñado y el vicario general de la diócesis, seis sacerdotes más y 179 compañeros de prisión. Las noticias llegaron a Jaén y poco a poco se fue sabiendo toda la verdad y la magnitud de la masacre. El hecho impresionó profundamente y en voz baja, en la ciudad y en la diócesis, se iban pasando la noticia. El carácter martirial de la muerte del Sr. Obispo fue reconocido, desde el primer momento. La vida del Pastor de la Diócesis, ya era ejemplar y modelo para sus sacerdotes y fieles, pero su muerte fue el testimonio más firme de caridad pastoral, de seguimiento del único Pastor, Cristo, y de responsabilidad con su comunidad, una iglesia local con la que se había desposado. Había desoído la oferta de escondite o salida de Jaén, pues sabía muy bien que quien pone la mano sobre el arado y mira hacia atrás, no es digno del Reino y menos aún puede dirigir hacia el Reino. Don Manuel Basulto Jiménez había recibido la plenitud del Sacerdocio con la fuerza de Espíritu; ese don fructificó en él a lo largo se su vida y en el momento definitivo se hizo de tal manera presente que confesó su fe a costa de la propia vida. «Quien a Dios tiene nada le falta, sólo Dios basta»

Terminada la guerra, muy pronto los miembros del Excmo. Cabildo Catedralicio iniciaron las investigaciones pertinentes sobre la muerte del Prelado, miembros del mismo, sacerdotes y fieles; ya el día 4 de abril recibieron la visita del Excmo. y Rvdmo. Sr. Arzobispo de Granada, designado Administrador Apostólico de la diócesis de Jaén y que a su vez había nombrado como Vicario General de la misma al Ilmo. Sr. Don Rafael García y García de Castro. Muy pronto los Sres. Capitulares celebraron tres Misas Solemnes: por el Sr. Obispo, por el Clero y por los fieles muertos en la contienda; así mismo pidieron al Obispado de Madrid-Alcalá se pusiera especial interés en la exhumación que se realizaba en el cementerio del Puente de Vallecas, y que los restos del querido Prelado jiennnense fueran identificados e individualizados. Así fue.

El Obispo de Madrid Dr. Eijo-Garay, antiguo Canónigo de Jaén, agilizó los trámites y el 15 de diciembre de 1939 se autorizó la exhumación; los restos del Sr. Obispo son identificados por una prótesis dental y algún signo episcopal. En un tren funerario partieron de Madrid hacia Jaén los restos de cuantos habían muerto en aquella cruel matanza del 12 de agosto de 1936; por donde pasaban recibían el reconocimiento debido. El 11 de marzo de 1940 los restos del Sr. Obispo, junto a los demás, fueron recibidos en la capital del Santo Reino por clero y fieles que rindieron un fervoroso homenaje a aquellos testigos de la fe, capitaneados por su Padre y Pastor. Al pie del Altar de la Cripta de Sagrario de la Catedral, presidido por un impresionante Crucifijo del escultor jiennense Jacinto Higueras, quedaron guardados los restos del Obispo de Jaén Siervo de Dios Manuel Basalto Jiménez y una lápida de mármol recuerda a cuantos la vieren: «A la Buena Memoria del Obispo Mártir Excmo. y Rvdmo. Señor Don Manuel Basulto Jiménez, que apresado en su casa por los marxistas y conducido a Madrid en un tren de presos, antes de llegar a la Capital, postrándose de rodillas y bendiciendo a sus impíos ejecutores, fue inicuamente fusilado el día 12 de agosto de 1936. Piadoso. Afable. Sabio. Elocuente. Vivió 67 años. Recibió público y solemne homenaje fúnebre en la ciudad de su título episcopal el día 10 de marzo de 1940. Sus restos fueron depositados en esta cripta de su Iglesia. En espera de la resurrección de la carne».

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Solemne celebración de la Resurrección del Señor

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Concluyen, con la participación de más de 2000 fieles, los jubileos por Vicarías territoriales

La Vicaría territorial V, que comprende los arciprestazgos de Alcalá,...

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