Beatificaciones 2013: José María Poyatos Ruiz, joven de Acción Católica

Diócesis de Jaén
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La diócesis de Jaén es una iglesia particular española sufragánea de la archidiócesis de Granada. Sus sedes son la Catedral de la Asunción de Jaén y Catedral de la Natividad de Nuestra Señora de Baeza.

Ahora veremos el ejemplo de un joven apóstol seglar, de 22 años por cumplir, que supo dar testimonio de su fe en su pueblo y en el mundo del trabajo, ante su familia y conocidos, ante los mismos compañeros de Acción Católica y de Adoración Nocturna. Terminó dando la vida por Aquél a quien tanto había amado, o dicho de otro modo: correspondió con la propia vida a Aquel que ya la había dado por toda la humanidad en la Cruz: Cristo Jesús.

Nacimiento y primeros años

Nace José María en Vilches (Jaén) el día 20 de octubre de 1914, allí es bautizado en la Pila Bautismal de la Parroquia de San Miguel que aún se conserva. Era miembro de una familia de tradición cristiana, todos ellos, padres y abuelos, naturales de Rus provincia de Jaén. Del matrimonio formado por Blas Poyatos Sánchez y María Ruiz Rodríguez nacieron quince hijos, de los que José María hacía el número trece; bien es verdad que cinco murieron a muy corta edad, a pesar de lo cual la familia seguía siendo muy numerosa, aún en aquellos tiempos. El padre de José María trabajaba en Obras Públicas, construcción o reparación de carreteras, a modo de encargado, capataz o contratista, por lo que la familia vivió en diversos pueblos de la provincia, según el lugar donde surgía el trabajo; es la razón por la que a nuestro mártir le tocó nacer en Vilches, cercano a Sierra Morena. Vivió también por la Sierra de Cazorla en el bello lugar de Tiscar, donde se ubica el Santuario de la Virgen de su nombre, patrona de Quesada. No obstante la mayor parte de su vida de niño y joven se desarrolló en Rus, cercano a Úbeda y Baeza y en las inmediaciones de la entonces importante estación ferroviaria de Linares-Baeza. En Rus la familia Poyatos Ruiz abrió una tienda de comestibles para ayudarse en su trabajo; por algunos años estuvo al frente de ella José María y este pequeño comercio fue testigo de la generosidad y caridad de nuestro mártir: en ella repartía a los necesitados tanto como vendía; de este modo, el negocio se venía abajo y junto con los tiempos que corrían, con el consentimiento de los padres marchó a Úbeda para trabajar allí en una fábrica de orujo.

Infancia y adolescencia

Pero volvamos a la infancia y adolescencia de José María. En Rus asistió a la escuela pública que regentaba el maestro don León Marín Sanz. Era un niño despierto, alegre, religioso, respondiendo al ambiente familiar y a una niñez sana. Hizo la Primera Comunión en la Parroquia de Ntra. Sra. de la Asunción de Rus, con unos seis o siete años, por el 1921 o 1922, siguiendo las orientaciones de San Pío X sobre la Comunión a la edad de discernimiento o del uso de razón. En su estancia en Tiscar, dado que allí no existía escuela pública, debió de recibir lecciones de «maestros idóneos» personas que sabían más o menos, pero sin titulación. En estos lugares, los padres preocupados de la enseñanza de sus hijos procuraban contratar a uno de estoa maestros que iban por las casas y dedicaban unas horas a los niños de la misma. La familia pagaba diariamente o a la semana según el tiempo que dedicaran a sus hijos, a veces comían en casa con el descuento correspondiente. En el campo religioso fueron sus padres los primeros educadores, no sólo con la palabra y consejos, sino también con el ejemplo y el ambiente familiar. La fe que recibió en el Bautismo iba fructificando y la devoción a la Virgen María, estando en el Santuario de Tiscar, debió ser profunda y muy sentida; participarían en la fiestas y celebraciones, que grupos de fieles de toda la comarca celebraban en el Santuario. El espíritu cristiano anidaba en el corazón de José María de modo que aún niño hababa de la vida cristiana y dejaba admirados a cuentos le oían. Por lo demás, el Espíritu Santo, que actúa sin barreras «como quiere y donde quiere», iba preparando el corazón de este niño para dar testimonio de esa fe, confesando a Cristo en los momentos difíciles que le esperaban.

Juventud

José María en su juventud. Los trabajos de Obras Públicas se terminaron y la familia Poyatos-Ruiz volvió de Tiscar a Rus; aquí se estableció en una casa adquirida en la calle Iglesia número 3; por aquellos tiempos pasaron momentos difíciles en el plano económico, a lo que contribuyó en gran manera el que los trabajos realizados no le fueron pagados en su totalidad, fue el momento de abrir la tienda de comestibles a la que hacíamos referencia más arriba y que atendida por José María dio ocasión a descubrir su espíritu de generosidad y caridad cristiana. José María asistía todos los días a la Santa Misa, al rezo del Rosario y a las demás prácticas religiosas organizadas en la Parroquia; si a esa hora estaba en la tienda dejaba algún chico encargado de la misma. Ya en Rus tuvo alguna dificultad por sus convicciones cristianas, sobre todo cuando se inició la República, pues él confesaba abiertamente su fe y con valentía y decisión reclutaba a chicos y jóvenes para la Iglesia. Junto a bajo rendimiento de la tienda, la avanzada edad de los padres, las dificultades en la pública confesión de la fe en un pueblo donde todos se conocían, se decide en familia buscar trabajo para José María en una población más próspera, con más posibilidades y más libre para el ejercicio de la vida cristiana: se pensó en la cercana Úbeda. Así nos lo cuenta su hermana María del Castillo, además amiga y confidente de José María que le acompañaría en la última etapa y que sería depositaria de los sentimientos y vivencias más profundas de nuestro mártir; a ella y a su testimonio recurriremos con frecuencia:

«En vista de que la tienda no marchaba nada bien y hasta que la difícil situación económica de la casa se resolviese, pensó José María y así se lo propuso a mi padre, trabajar en la fábrica de extracción de aceites de orujo de don Baltasar Lara en Úbeda. Podía colocarse en ella a través de Miguel el hermano de mi cuñado Manuel, pues era el encargado de la misma. Mi padre accedió a ello y Miguel le prometió que tan pronto comenzase la entrada de orujo le avisaría. Así lo hizo».

Mientras llegaba el momento de entrar en la fábrica, tanto José María como María del Castillo decidieron trabajar en la recolección de aceituna, ella como recogedora y él como acarreador con las caballerías; el trabajo se lo proporcionaba su tío Diego. Ambos jóvenes se mostraron buenos trabajadores, rindiendo lo que debían y con la alegría de poder aportar algo a la economía familiar. El trabajo agrícola era bien duro y especialmente la recogida de aceituna por darse en pleno invierno con días cortos, trabajo que se iniciaba y se terminaba de noche, por el frío, la lluvia y los barrizales de los caminos y los campos, pero José María lo asumía con fortaleza y buen ánimo, decidido a seguir ayudando en la casa con su trabajo fuera el que fuera y convencido de que pronto entraría en la fábrica. Padres e hijos veían las circunstancias económicas adversas con la voluntad de Dios, de las que saldrían por la misma voluntad del Padre de las Misericordias. Así era la fe de aquella familia y que crecía día a día en el corazón joven de José María.

Traslado a Úbeda

El trabajo en la recogida de aceituna doró unos días, estamos en diciembre de 1935; el tío Diego sintió perder a dos tan buenos obreros, pero se conformó en bien de sus sobrinos; por fin, nuestro José María se incorporó a las tareas de la orujera; ahora se planteaba el tema del trasporte; entre Rus y Úbeda había un servicio de tranvía, el llamado «de la Loma», pero los horarios eran incompatibles con los de la fábrica, así que José María comenzó a hacer el recorrido andando. Así nos lo cuenta María del Castillo:

«El desplazamiento lo comenzó realizando a pie, ya que según decía, el irse en el tranvía le suponía tener que levantarse a las cinco de la mañana para incorporarse a las ocho a la fábrica, en cambio, andando desde Rus, con salir a las siete, le sobraba tiempo para estar puntualmente en su puesto. También el regreso lo realizaba a pie, pues le suponía perder mucho tiempo el ajustarse al horario del tranvía».

Los padres pensaron que así no podían seguir las cosas y decidieron se alquilara una vivienda en Úbeda y que María del Castillo marchara con José María y le atendiera. Fue exactamente en la calle «14 de abril» número 12 y allí residieron los dos hermanos, desde diciembre de 1935, allí hicieron prisionero a nuestro mártir y allí sufrió y gozó la buena hermana de haberse despedido de su hermano y ser testigo de sus últimas palabras. Aunque era poca la distancia entre Rus y Úbeda, el cambio de domicilio supuso de alguna manera arrancarse del ambiente del pueblo y más aún de la familia. Así escribe la hermana protagonista: «La despedida no fue muy agradable, ya que suponía la separación de una familia íntimamente unida. Nos quedaba la tranquilidad de que en nuestra casa se quedaba nuestra prima Sebastiana, que para nosotros era como una hermana y para mis padres como una hija, y nos íbamos con la seguridad de que ella continuaría atendiendo perfectamente a nuestros padres y al resto de la familia».

Ya tenemos a José María y a María del Castillo instalados en Úbeda; los primeros meses pasaron desapercibidos y vivieron día de paz y tranquilidad; se encontraban en una ciudad con muchas posibilidades; sólo el pasear por sus calles y plazas descubría a sus visitantes una gran riqueza cultural: La Iglesia de Santa María, la del Salvador, el Ayuntamiento y todo el conjunto de aquella plaza; en el plano religioso, las cuatro parroquias existentes San Pablo, San Isidoro San Nicolás y Santa María ya mencionada, ofrecían celebraciones y prácticas religiosas abundantes para unos jóvenes que en medio de las dificultades tenían a gala el ser cristianos; la misma vida ciudadana, aunque ya bastante revuelta, presentaba una novedad atrayente: el abundante comercio, el ir y venir de mucha gente que de los pueblos vecinos se volcaban en Úbeda; y también algunas revueltas que podía sorprender a quienes habían vivido en pueblos pequeños; pero los dos hermanos rusenses procuraban encajarse en el nuevo ambiente y conseguir sus objetivos.

Obrero cristiano y competente

Ya hemos hecho alusión a su trabajo en la tienda familiar, en él valió más la generosidad y buen hacer con los necesitados que el instinto comercial; pero después en la recogida de aceituna, contratado como jornalero para el acarreo, cumplió perfectamente; el dueño de la finca quedó contento porque su puntualidad y celo, aún cuando no estaba especialmente acostumbrado a esas tareas, compensaba bien el jornal de cada día y la confianza puesta en él. Finalmente, en el trabajo de la fábrica, se distinguió por el cumplimiento de su deber, siguiendo las directrices de la doctrina cristiana. Bien es verdad que al comienzo se le encargó un trabajo consistente en descargar camiones el patio de la orejera, trabajo duro que él no rehuía sino que por el contrario lo realizaba con gusto y disponibilidad. Pasado un tiempo, por intervención del Superior Claretiano del Convento de la Santísima Trinidad, fue cambiado de empleo y ocupó otro puesto. Así lo cuenta su hermana Castillo:

«Un día el Superior de la Iglesia de la Trinidad, se interesó por el sueldo y por el puesto que desempeñaba mi hermano, a lo que le contesté que era de 7,50 ptas. Diarias, y que su trabajo consistía en descargar camiones…Hizo referencia de que era muy poco. Hizo estas preguntas para ayudarnos, pues tenía mucha amistad con la madre de don Baltasar Lara y sabiendo de la valía de mi hermano era una pena que desempeñase ese trabajo». También los dueños apreciaban ya a José María, por lo que la intervención del Religioso surtió su efecto, aunque pasados unos días, precisamente el día de San José (19 de marzo) a quien profesaba una especial devoción. Después de asistir a la Misa, José María marcha al trabajo, está alegre y contento, manifiesta a su hermana que espera un obsequio de San José en esta su fiesta onomástica. Está seguro y va a esperar hasta la noche. Efectivamente vuelve a casa, abraza a su hermana y le dice: «¿No anuncié que esperaba una cosa de San José? Pues ahí la tienes. Por hoy dos jornales, por haber hecho dos turnos, y cambio de puesto.» Al cambiar de puesto había tenido que hacer los dos turnos y el recado no había llegado a la hermana. Lo que sí sabía Castillo era que su hermano, sabedor de la intención del Religioso le había puesto la condición de que el cambio en nada podía perjudicar a otro compañero de trabajo: «Al día siguiente, al terminar el rezo del Rosario, el sacerdote, pasó a mi hermano a la Sacristía y le dijo que pronto pasaría a la refinería y después a la oficina. José María se lo agradeció, pero hizo hincapié en que su ascenso no fuese a costa de despedir o perjudicar a alguien, pues el trabajo que desempeñaba tampoco le pesaba»

Joven apóstol de profunda vida espiritual

José María conectó muy rápidamente con la Parroquia de San Nicolás de Bari y allí solicitó pertenecer a la Acción Católica; tenemos un recibo que se le expide el 31 de marzo de 1936 y que es testimonio de su pertenencia a aquella gloriosa asociación:

«Juventud Masculina de Acción Católica. Centro Parroquial de San Nicolás de Bari. El asociado Aspirante D. José Mª Poyatos Ruiz ha satisfecho 25 céntimos por su cuota correspondiente al mes de la fecha. Úbeda 31 de Marzo de 1936. El tesorero. E. Molina rubricado. Calle 14 de Abril nº 12». Su condición de aspirante de Acción Católica le llevó, desde el primer momento, a ser testigo de la fe y de Cristo ante sus compañeros de trabajo, por lo que rápidamente quedó fichado, después perseguido y finalmente expulsado de su trabajo: «ser apóstol y mártir si acaso…» decía el himno que se cantaba por aquellos jóvenes. Pero igualmente frecuentaba la Iglesia de Santa María, cuyos sacerdotes y en concreto el joven Coadjutor….eran los responsables de la Adoración Nocturna tan pujante entonces. Su pertenencia a esta asociación eucarística esta garantizada por el siguiente testimonio de su hermana: dice que el día 18 de julio estuvo trabajando toda la noche y por la mañana del domingo día 19 al poco de volver a casa fue detenido y encarcelado en la Inspección de Policía; el segundo día de estar detenido le hubiera correspondido hacer la hora de Adoración al Santísimo Sacramento y hubo de ingeniárselas para poderla hacer, este es el relato que se nos ofrece: «Cuando te fuiste (José María se refiere a la visita de su hermana en la cárcel) nos dijeron que no saliésemos aquí. Le dije al que estaba conmigo anoche que me tocaba la Hora Santa de la Adoración Nocturna. Él se ofreció para hacerme la guardia en el pasillo y yo me metí en el calabozo y así lo hicimos, y aunque no tenía libro, tampoco lo precisé, pues la lecturas me las sé de memoria»

José María llevaba una honda vida religiosa y de piedad, oración profunda y vida interior, contacto íntimo con Dios: se rezaba todos los días el Santo Rosario, la celebración de la Santa Misa y la Comunión frecuente, visita diaria y Adoración al Santísimo, mantenía buena relación con sacerdotes y religiosos, lo que le ayudaba a tener una buena dirección espiritual y con su ayuda iba progresando en la formación cristiana. El lema de estudio, oración y acción de la Acción Católica lo estaba llevando a la práctica. Todo esto era alimento para la acción en el apostolado y en el servicio a los más necesitados. Daba la Doctrina Cristian aún a los hijos de sus compañeros de trabajo y también montó una especie de «escuela» para chicos que no podía ir a la oficial. Él ya había abierto un Centro de Acción Católica en Rus, en la calle el Agua, en una humilde cochera, allí reunía a chicos y jóvenes y les instruía en la fe: » era para mí un placer, un deleite, oír sus ideas y su fervor en todo lo divino y católico» (De un testigo J. M. M.)

Problemas y dificultades

El ambiente creado en la República contra lo religioso, el anticlericalismo y la falta de respeto a todo lo cristiano y a quienes trataban de vivir la fe, creció en modo desmedido con la entrada de 1936. La situación en Úbeda revuelta social, laboral y políticamente, como en toda la provincia de Jaén. Muy pronto, José María comenzó a sentir una soterrada persecución de parte de algunos compañeros de trabajo en la fábrica misma, a la salida o entrada de ella: la razón claramente era por ser cristiano y no esconderse de serlo. Nos quedan referencias muy concretas sobre el tema, las cuales vamos a relatar a continuación.

Episodio de las cruces: Comenzaron por poner o pintar unas cruces sobre el montón de orujo por el que tenía que pasar, y así tuviera que pisarlas; quienes lo hacían se escondían; para ellos esto era motivo de risas, pero José María estaba dispuesto a resolver la cuestión: «te digo para que sepas, que si vuelven a hacerla no me aguanto»… «No hay duda de que lo hacen por mí, si no la hubieran hecho en otro lugar, era bastante grande, la tapé y les dije algo, pues si los dejo van a creer que soy un cobarde. En esto y en otras cosas demuestran que son unos desgraciados marxistas». Su hermana le recomienda lo diga al encargado de la Fábrica, pero él responde: «¡No, eso no! A mí me lo han hecho y yo lo tengo que resolver, ya que si no, los demás me van a tomar como un juguete, aunque todos son mayores que yo no les temo, prefiero la muerte a ve la Cruz por el suelo»

Presiones ante un conflicto laboral: Intentaron, presionándole, que participara en un comité para pedir aumento de sueldo, él se negó pues quería ser libre y porque la revuelta no le parecía justa. Tenía que ir a Jaén hablar…»pues aunque parece tonto, sabe más que todos nosotros» o tenía que presentar unos papeles protestando contra la fábrica; a ambas cosas se negó y un día le acorralaron y amenazaron; él se mantuvo firme en sus convicciones, «Yo no les temo, lo único que pueden hacer es hablar o quitarme la vida, pero no cederé a lo que no esté bien, ni ante las injusticias».

Despedido del trabajo

La Fábrica extractora de aceite, cayó en manos de un comité de trabajadores, destituyendo a los dueños y directivos. Todos decidieron despedir a José María, menos el encargado y el personal de oficina; eso sí, muy «democrática y legalmente», firmando todos en contra de él por tener ideas contrarias a la de ellos y dándole lo que le correspondiera por «despido». Esta actitud de los obreros hizo sufrir a María del Castillo quien pensaba en tan gran injusticia, cuando su hermano había hecho tanto por los hijos de algunos de ellos, dándole clase gratuitamente y educándoles… José María la consoló diciendo: en realidad yo lo hacía por Dios y por el bien de los chicos.

Presentimientos y predicciones

Llama la atención los muchos presagios que José María anunció a su hermana Castillo y que después se cumplieron con fidelidad. Esto lo sabemos porque ella se encargó de comunicarlos y dejarlos por escrito.

Sobre la persecución que se iniciaría a los pocos meses, él ya hablo de que serían perseguidos muchos sacerdotes, religiosos, religiosas y cristianos, que un gran número de unos y otros alcanzaría la corona del martirio, que se destruirían muchas iglesias y objetos de valor, todas desmanteladas y saqueadas y que en España se derramarían muchas lágrimas.

Anuncio de la construcción de un Centro Educativo, así le dijo a su hermana: «Voy a revelarte otra cosa. Este barrio en que vivimos quedará moralmente saneado y todos esos terrenos, me señaló la zona que había por detrás del patio a la derecha junto a la carretera de Baeza, serán adquiridos por una Orden Religiosa, que se establecerá en ellos, edificando Escuelas o Colegios y que en el interior de su recinto levantarán una iglesia que consagrarán al Sagrado Corazón de Jesús, y el oro de este ajustador, señalando al suyo, pasará a formar parte de la primera llave del Sagrario de esa Iglesia». Esa entrada de Úbeda, por el paseo de León, la denominarán Avenida de Cristo Rey» Todo esto realmente se ha cumplido y es a lo que el jesuita Padre Villoslada, el día uno de enero de 1952, se refería al poner la primera piedra de las Escuela Profesionales de la Sagrada Familia (SAFA) Presidido por el entonces Ministro de Hacienda y otras personalidades. Decía: «No queremos silenciar hoy el nombre de uno de esos mártires, porque, además de haber contribuido con su sangre a la regeneración de España, está íntimamente unido a nuestras Escuelas, ya que antes de morir predijo su establecimiento en este mismo sitio que hoy ocupan y sus profecías, selladas con la autoridad que le dan el haber derramado su sangre por la defensa de la fe, nos hace pensar la inspiración divina de esta Institución. Tres partes abarca la profecía: el anuncio de su muerte, la Institución de las Escuelas en este sitio y el nombre de la Avenida por la que tantas veces pasó».

Predicción de su propia muerte: Hablando con su hermana le afirmó que el día de Santa Teresita, 3 de octubre, habría un nuevo mártir y que sería él. «El día de Santa Teresita y San Francisco jamás se te olvidarán. Vendrá por mí, porque yo desde luego no voy a buscarme la muerte, y me llevarán al sitio a que tenga que ir para declarar; mas allí por mucho que me pregunten nada diré nada diré contra nadie ni contra nada, puedes estar tranquila. Entonces me atarán y me conducirán al lugar destinado; mas yo por el camino les diré: me lleváis a matarme, ¡ya podéis hacerlo! –No este no es el sitio. Y yo diré ¡vamos donde sea!» Así mismo predijo que el lugar elegido sería a la entrada del Cementerio donde había una Cruz, que allí algunos no estaban de acuerdo con matarle pero que otros enfurecidos le dirían que se volviera de espaldas pero que él, de frente, presentaría su pecho al que tenía atadas las manos. Manifestaría su confianza en Dios, daría vivas a Cristo Rey en medio de una lluvia de balas que le llegaban a todo el cuerpo hasta que una le llegaría a la nuca y caería exánime. Seguía anunciando que «me envolverá la sangre del martirio y mi alma volará inmediatamente al cielo, donde me estarán esperando los muchos amigos que allí tengo».

Y es que José María intuía los sucesos que se avecinaban en España y la persecución que se desencadenaría contra la Iglesia, pero él estaba firme en la fe y pediría como el padre del paralítico en el Evangelio: «Señor yo creo, pero aumenta mi fe». Por eso se nos presenta hoy como testigo de la fe. Él, un joven seglar de nuestra tierra, en el que habitaba el Padre, el Hijo y el Espíritu por los Sacramentos del Bautismo y de la Confirmación. Llamado a seguir a Cristo hasta ser «perfecto como vuestro Padre Celestial es perfecto». Vocación universal a la Santidad. Él un joven, todavía cercano a nosotros, muestra que Jesús y su mensaje es actual y para los jóvenes, que Él puede enamorar un corazón grande y que puede hacer surgir en los jóvenes un amor tan grande como para dar la vida por la persona amada. Nadie tiene más amor que quien da la vida…

En torno al martirio

Ya hemos relatado el despido del trabajo, también supo del incendio de la Iglesia de Rus y de la detención de su padre y de casi todos los varones de la familia. Todo le hacía sufrir, pero a la vez veía más claro su fin y se preparaba a ello; apenas salía de la casa, leyendo, orando, meditando. Supo también que un grupo de milicianos hacían guardia cerca de la casa con el propósito de dispara r contra él nada más que verle salir; así se lo avisó una vecina, después de prometer y jurar no lo dirían a nadie. La situación de los hermanos Poyatos – Ruiz se hacía insostenible: sin trabajo, sin ingresos, prácticamente vigilados y el varón casi detenido en casa, la familia expulsada de Rus y o detenida… María del Castillo pidió auxilio a don Alfonso Moreno, quien después de escucharle atentamente, no vio más salida que proponerle salir de Úbeda, les proporcionaría una ambulancia (nadie los detendría pues es era la órdenes) irían como enfermeros y sólo hacía falta que decidieran el lugar donde querían ir pero siempre dentro de Jaén; los hermanos pensaron, sospecharon pro y contra, al fin decidieron declinar la oferta, todo era muy arriesgado y ¿dónde ir?. También intentaron a través de conocidos guardias civiles, escapar con ello en alguna de las evasiones que se produjeron hacia la zona nacional, pero al fin desistieron y pusieron su suerte en manos de Dios.

José María tenía conciencia clara de la proximidad de su martirio, no sólo eran las predicciones sino la certeza de los hechos que atenazaban cada vez más su libertad y con ella su vida. Con frecuencia hablaba y reflexionaba con su hermana de la muerte y de lo que les esperaba. Siempre que hablaba de la muerte su rostro se iluminaba y tenía expresión de vida, de vida eterna. Decía: En el cielo me uniré a los que me esperan y, desde allí, pediremos y lograremos el triunfo de la fe en España». Tanto es gozo que demuestra hablando de la muerte que la hermana le dice si es que no le gusta vivir, a lo que él responde: «Desde luego que la vida así es triste, han matado a tantos que conocía y quería. Pero a mí cómo no me va a gustar vivir. Es lástima que me maten a los veintiún años. Quedaría Melchor en la casa, pero él sólo para todo. Trabajo le tiene que costar afrontar la situación y terminar los estudios, pero Dios le ayudará. Tú has de verlo y estará con ello. También Antonia, cuanto está sufriendo, estará y morirá con vosotros. Por otro lado, ¡qué dicha perder la vida por salvar el Alma! Todos hemos de morir, pero de esta forma es seguro que se salva el Alma. No sientas Dios está con nosotros».

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