“Queridos diocesanos:
La próxima Jornada de la Iglesia Diocesana quiere llamarnos la atención sobre nuestro ser vocacional. Todos somos llamados en la Iglesia, todos hemos sido invitados a seguir a Jesús, todos hemos podido, de una u otra manera, escuchar: «Ven y sígueme» (cf. Mt 9,21). Nuestro bautismo ha sido la primera llamada, cuando el Señor ha puesto en nosotros la semilla de la fe, una semilla que está llamada a crecer para seguirle.
El seguimiento de Cristo es para una misión, una misión que es universal, la de anunciar el Evangelio a todo pueblo y nación (cf. Mt 24,14). En nuestra Iglesia diocesana esta misión se cifra en unas personas concretas, en unos rostros concretos, los que nos rodean, los que están más próximos. Cada uno de nosotros ha sido llamado para llamar a otros a contemplar el amor de Dios. La Iglesia es misionera y nosotros somos discípulos-misioneros, como nos pide el papa Francisco:
«¡Que todos nosotros, los bautizados, estemos dispuestos a salir de nuevo en misión, cada uno según la propia condición de vida, para iniciar un movimiento misionero, como en los albores del cristianismo!» (Mensaje par la Jornada Mundial de las Misiones, 20224, n. 1).
La vida de la Iglesia diocesana, bajo la guía del obispo, está orientada a la misión, la misión de anunciar el Evangelio, para que todos vivan como llamados por el Señor. Hay que tener en cuenta que la Iglesia diocesana «es una porción del pueblo de Dios que se confía a un obispo para que la apaciente con la cooperación del presbiterio, de forma que unida a su pastor y reunida por él en el Espíritu Santo por el Evangelio y la eucaristía, constituye una Iglesia particular, en la que verdaderamente está y obra la Iglesia de Cris- to, que es una, santa, católica y apostólica» (Christus Dominus, 11).
En la diócesis, pues, se concreta la Iglesia a la que pertenecemos por el bautismo, en ella, los llamados a seguir a Jesús, hemos de actuar impulsados por el Espíritu para hacer presente a Cristo Se- ñor. Muchas son las vocaciones a las que nos convoca Jesús en su Iglesia: a unos al matrimonio vivido como verdadera llamada a ser fecundos y a vivir en comunión; a otros a la vida consagrada mediante los votos evangélicos, y a otros al sacerdocio. Todas estas llamadas son concreciones para crecer en la vocación bautismal y desarrollar las potencialidades de la vocación bautismal en beneficio de toda la Iglesia. Hoy son necesarios los ejemplos de vivir estas llamadas con espíritu eclesial.
Vivir como llamados, vivir como consagrados a una misión, vivir como discípulos misioneros, es nutrir de vigor a la Iglesia, siendo conscientes de que este vigor no parte de nosotros, sino del Espíritu que la impulsa. Y para vivir como llamados, la Iglesia despliega toda una actividad que pretende hacer efectiva la misión, una misión que necesita de unos espacios y de unos recursos materiales, de los que todos los miembros de la comunidad diocesana somos responsables.
La Jornada de la Iglesia Diocesana quiere hacernos crecer en diocesaneidad, en sinodalidad, en responsabilidad por nuestra Iglesia particular. Os animo a participar en la vida diocesana, también con vuestras aportaciones materiales, porque estas servirán para un fin que es el de la Iglesia misma: ser discípulos-misioneros para anunciar el Evangelio.”
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