Es la romería más universal. En ella, la guitarra no está reñida con el rosario, porque a la Blanca Paloma se le reza cantando.
Ya ha partido la gran mayoría de los romeros hacia la aldea almonteña de El Rocío para encontrarse, un año más, con la Reina de las Marismas. Son numerosas hermandades las que han iniciado su peregrinar, con el corazón colmado de gratitud y promesas, para convivir juntas arropadas bajo el manto de la Virgen del Rocío en una romería marcada por el fuerte sentimiento de fraternidad.
La Virgen, Madre de todos, acoge a las hermandades en la puerta de su santuario, mientras que el rosario pone el acento devoto a las infinitas noches de albero. Y es que en la romería del Rocío, la guitarra no está reñida con el rosario, porque a la Blanca Paloma se le reza cantando.
El rotundo silencio de la Misa Solemne de Pentecostés irrumpe en la mañana del domingo. Es el Espíritu Santo que conforta a la Iglesia con sus dones. Son intensos y muy emotivos esos momentos en que los romeros, anclados en la reja y postrados ante la Virgen hacen sus plegarias con lágrimas en los ojos hasta que un reloj sin agujas, a golpe de latidos, marca la hora a los almonteños del salto a la reja. Es cuando la Madre visita a sus hijos . Es éste un Rocío que empapa a todos y a todos impregna.
