Un recuerdo de la Cruz de Lampedusa en el aniversario de su recorrido por la Diócesis de Huelva

A las 12h del sábado 22 de febrero de 2020 llegaba la Cruz de Lampedusa a la Diócesis de Huelva, en un furgón de la Diócesis de Asidonia-Jerez, custodiada por tres hermanos, con el celo propio de conocer el bien que transportaban y tras haber disfrutado de su estancia allí durante la semana anterior. Así relata su estancia el director del Secretariado Diocesano de Migraciones, Emilio Muñoz Jorva:

Fueron recibidos en la parroquia de San Juan Bautista de La Palma del Condado, por el párroco y miembros del Secretariado de Migraciones de Huelva, quienes serían portadores en su recorrido por nuestra diócesis.

En cuanto se instaló esta cruz realizada con restos de maderos de naufragios en el Mediterráneo llamaba a nuestros corazones.

El papa Francisco la bendijo en 2014 con el ruego de que recorriera el mundo como signo de fraternidad y acogida entre todos. “Portala Ovunque” -Llévala por todas partes-. Y así, bajo este mandato, recorrió nuestra diócesis y se encontró con nosotros.

Despintada, con la huella de muchos clavos, con madera astillada, sencilla, trabajada, dolida, rodeada de salvavidas, una brújula y claveles, florecidos y mustios, completaban una escena con muchas lecturas.

La corta distancia a esta cruz nos acercaba a nuestros hermanos migrantes, convirtiéndose en una oportunidad para encontrarnos con el sufrimiento de tantas personas, para despertar nuestras conciencias adormecidas y alejadas de la realidad, en particular de lo que pasa en nuestra frontera sur.

El servicio de comunicación diocesano, en una entrega especial, siguió minuto a minuto su tránsito y lo difundió para que llegara a todos. Las noticias diarias en redes sociales anunciaban que algo extraordinario estaba pasando.

Pudimos acompañar la Cruz, reflexionando y orando, en muchos puntos de encuentro.

Inició su recorrido silenciosamente en La Palma del Condado, después Trigueros donde comenzaros los testimonios de quienes consiguieron llegar desde distintos puntos dejando atrás un pasado tortuoso y afrontando un futuro incierto, con sus familias allí, lejos, sin saber cuándo ni cómo se reencontrarán. Tocó Huelva en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús en un acercamiento a la realidad de los menores acogidos en centro tutelados.

Visitó Cartaya entre multitudes, Palos de la Frontera, recordando que el mundo de la fresa encierra posibilidades de promoción al migrante, pero también explotación en un momento en el que la producción agrícola se ve ninguneada por los vaivenes de la economía y los mercados europeos… ¿a qué sabe la fresa?

Volvió a Huelva iniciando un recorrido por colegios, magnífico trabajo de educadores redefiniendo el significado que la cruz encierra para que los más jóvenes pudieran conocer y palpar una realidad fuera de su confort. Las mañanas se llenaron con los más jóvenes en torno a la cruz. San Vicente de  Paul –Hijas de la Caridad-, María Inmaculada -HH de la Cruz,  Santa María de Gracias –Agustinas-, Funcadia –Jesuitas- ,… muchos niños y niñas, adolecentes y jóvenes, cientos, en turnos para recibir una enseñanza entre la catequesis y las humanidades, entre el hoy y el mañana, entre la fe y el sentido común. Todo por un mundo mejor.

La cuaresma entró con la cruz en la Catedral el miércoles ceniza. Circunstancialmente oportuna la coincidencia que permitió que la llamada a la conversión permanente tuviera un marco especial en los que sufren hoy.

La presencia en la Concepción referenció el sufrimiento de migrantes con las madres, que ven a diario cómo se les van sus hijos e hijas, muchas veces sin rumbo, y con el eco de noticias inciertas en el deseo y la esperanza de que no tengan nombre de los suyos. María migrante, María ante el dolor, María expectante,… cuántas María esconde esta cruz. En la Milagrosa -Estrella del Mar- nos adentramos en la trata de personas, un mal que trae sufrimiento a millones de personas en todo el mundo y cuyo origen está en la vulnerabilidad que infringimos a los más débiles.

El Condado volvió a recibir la cruz como bien sabe responder a las citas importantes, con estampas únicas, en Villalba del Alcor contemplativa, en Rociana jubilosa y cercana, en Moguer romántica, en Almonte rociera, pero en todas con una oración sentida. Una comarca con altos índices de migración.

Del Condado a la Costa, Isla Cristina, Lepe, Ayamonte,  donde la cercanía al mar con referencias al naufragio hizo que esta cruz se hiciera aún más cercana y más doliente. También llegó a los asentamientos.

Rompiendo distancias y horarios la cruz arribó a Santa Olalla de Cala, en vigilia de oración nocturna. Al alba salía para presidir el retiro de la cuaresma en el Seminario Diocesano, y seguir por barrios periféricos.

El domingo 8 de marzo, cuando empezábamos a mirar con sorpresa la llegada del “virus” que nos arrasa, se despidió la cruz de nuestra Diócesis en Chucena. Nos acompañó Graziella Cuccu, embajadora para la cruz, quien manifestó tras la marcha “…he asistido a actos de despedida más multitudinarios pero no tan cercanos como en Huelva…”

En la Ermita de la Divina Pastora, fue despedida. Esta cruz, que nos habló de migrantes, de refugiados, de personas que sufren un verdadero “calvario” en su camino en busca de un futuro mejor, partía hacia Cádiz, para seguir su peregrinación por el mundo.Como curiosidad referir que el confinamiento la retuvo en Algeciras, en la iglesia de los Trinitarios, mirando a África al fondo del estrecho de Gibraltar.

En definitiva, quince días en nuestras tierras avivando ese sentimiento oculto que nos invade, que nos divide entre débiles prioridades que siguen permitiendo que esta tragedia humana sea permitida y se haya normalizado, sin que encontremos soluciones. Todos los que la acompañaron se vieron retratados ante esta cruz.

A ver si entendemos que aunque queramos enmascararlo “no se trata solo de migrantes”, se trata de nosotros, de nuestros miedos, de nuestra sociedad, de la condición humana, … y de tanto sufrimiento inútil.

Como describía ante la cruz un voluntario que la portó, “… siento muchas manos agarradas al tablero sin dejar de mirar, a un horizonte si es de día y a la nada si es de noche, mucho miedo. Si te acercas hasta llegar junto a la cruz, comprenderás el final. Ninguno de ellos llegó. Ninguno volvió…”.

Ahora en Cuaresma, cuando se incrementan los cultos y los viacrucis que recuerdan el valor redentor del sufrimiento de Cristo, debemos valorar que los sufrimientos de Jesús continúan en el sufrimiento de cada persona que lucha por encontrar una vida digna, dejando su casa y su familia para aventurarse en un futuro tan incierto como peligroso.

Emilio Muñoz Jorva,
dir. Secretariado diocesano de Migraciones

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