Somos Iglesia, no una ONG», Mons. Santiago Agrelo Martínez, arzobispo de Tánger

Con ocasión de los ejercicios espirituales para nuestro clero diocesano que ha dirigido esta semana en la Casa de Espiritualidad de la Cinta, Mons. Santiago Agrelo Martínez, arzobispo de Tánger, nos concedió esta entrevista.

¿Cómo es la Diócesis de Tánger?

Como territorio es una diócesis grande, como número de fieles es una diócesis pequeñita, yo diría que es una pequeña parroquia, no creo que pasemos de los 2.000 católicos en toda la diócesis. En cuanto a presencia significativa, veo que es una Iglesia muy radicada en la sociedad marroquí y tiene una vida muy intensa. Son seis parroquias. El clero, fundamentalmente, es franciscano y sus obispos han sido siempre franciscanos.

Este fin de semana la Iglesia celebra las Jornada por las Migraciones. Su diócesis tiene la particularidad de que está integrada, sobre todo, por emigrantes en un espacio que le acoge, pero con un ámbito cultural totalmente distinto.

Eso es así, es una características de la Iglesia católica en Marruecos, todos somos emigrantes…, pero nosotros como Iglesia no padecemos los problemas que sufre un emigrante subsahariano, por ejemplo, que viene hacia Europa y que se encuentra en estos momentos en el territorio de la diócesis.

Pero esa situación le puede hacer más cercano y propiciar que le presente a la Iglesia la realidad.

La Iglesia siente la realidad de los emigrantes muy profundamente y no porque ella se considere a sí misma emigrante. Supongo que muchos de los católicos que están en Marruecos desde los tiempos del protectorado, que se quedaron después de la independencia de Marruecos, no se sienten emigrantes, como en el fondo yo tampoco me siento emigrante, sino residente. Mi vida allí es tan normal como pudiera serlo en Santiago de Compostela. Sin embargo, la Iglesia es muy sensible a los problemas de los emigrantes. Haría falta tener una piel de caballo, porque ves demasiadas cosas que te hieren, de modo muy especial con la mujer, que padece problemas relacionados con la prostitución, embarazos, abortos… Eso lleva a Iglesia a implicarse muy directamente.

Las tragedias vividas en el Estrecho también marcan la vida de los emigrantes. Escribía usted recientemente: «nuestros hijos mueren ahogados, unos en el Estrecho, otros en el Madrid Arena. No habrá justicia para nadie si no la pretendemos para todos».

Cuando fue lo del Madrid Arena uno toma contacto con la realidad de las familias de las víctimas. Es lo primero que uno piensa. Comprendes que un acontecimiento como ese sea noticia y que se pidan responsabilidades, pero quien vive al lado del Estrecho de Gibraltar y lleva cinco años enterrando a personas a las que diste de comer el día anterior y compruebas que esas muertes no importan… Uno tiene necesidad de gritarlo. No habrá justicia para los que mueren en Madrid si no la hay para los que mueren en el Estrecho. El mundo estaba muy lleno de muertos cuando a nosotros nos iba bien, cuando no teníamos crisis. El hambre hacía estragos en África y en otros continentes y parecía que para nosotros eso no era un problema. Mientras alguien en el mundo padezca algo que es indigno de la condición humana, los demás tenemos que preocuparnos. Y no por ser Iglesia o creer en Cristo, sino por creer en el hombre. Lo que pasa que, si crees en Cristo, ya las cosas te tienen que llevar incluso a dar la vida por el otro.

¿Cuáles son los proyectos sociales más relevantes en su diócesis?

En mi diócesis, dan el rostro de la Iglesia los diferentes institutos religiosos que trabajan allí. Son proyectos muy relacionados con las necesidades de la sociedad y con problemas que necesitan una respuesta urgente: atención a los inmigrantes, promoción de la mujer, atención a personas con discapacidad (sordomudos, síndrome de down, acogida a discapacitados profundos), escolarización para niños que tienen dificultades en la escuela, escuelas de formación profesional que intentan capacitar a la gente para que consiga un trabajo que luego no le haga sentir la tentación de dar un salto hacia fuera, centros de acogida para niños y niñas de la calle, reconocidos por las autoridades marroquíes, que los confían a nosotros… Se trata siempre de presencia de una comunidad de fe, el peligro es que la Iglesia se transforme en una ONG, no lo somos. Somos Iglesia, Cuerpo de Cristo, sabemos quién nos ama y a quién amamos y sabemos que en ese amor entra todo el mundo, especialmente, los pobres. Cristo fue enviado para los pobres. Yo sé que también para todos, pero sólo los pobres lo recibirán. Quien se sienta satisfecho por lo que es, por lo que tiene, no va a recibir al Cristo que yo le llevo.

¿Cuál es su experiencia en las redes sociales? Nos consta que es usuario de las mismas.

Para mí la red es una novedad. Soy muy torpe para todas esas cosas… No estaría en facebook si no hubiera habido un alma caritativa que me metiera allí. Después aprendí poco a poco. Comprendo que se ha hecho necesario estar en la red para llegar a donde puedas llegar. Tengo unas 2.000 direcciones de correos electrónicos, ya son casi más de los fieles que tengo en la diócesis. Muchos remiten a sus contactos lo que reciben del mío. Yo escribo y después lo difundo a través de los medios a mi alcance. Alguien lo leerá y a alguien le dirá algo, pero trato de escribir siempre desde la experiencia personal, desde la fe vivida.

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