El Monasterio de Santa Clara de Moguer ha ampliado hasta el próximo 30 de agosto el plazo para visitar la exposición «Santa Teresa de Jesús y el Carmelo en tierras onubenses», que muestra desde el pasado mes de febrero y que introduce al visitante en la rica espiritualidad del Carmelo y de Santa Teresa.
En el tránsito hacia el claustro de las Madres se puede encontrar el primer espacio expositivo, que intenta describir el simbolismo del monte Carmelo y el protagonismo que toma en él el profetismo de Israel. Elías convierte aquel lugar en un sitio para la adoración del Dios verdadero, frente a los idólatras. Aquí podemos encontrar obras como la de San Elías (anónimo s. XVII), procedente de Escacena del Campo; o San Eliseo (anónimo s. XVIII), del Monasterio de San Juan Bautista de Villalba del Alcor.
El segundo espacio habilitado (en la antigua despensa) está dedicado a resaltar que el Carmelo es todo de María, la Virgen es la Madre y Hermosura de la Orden. Aparecen varias imágenes de la Virgen del Carmen que se exponen por su interés histórico artístico, tal es el caso de la Inmaculada del Carmen (anónimo s. XVII), de las Hermanas Carmelitas de la Caridad de Vedruna, de La Palma del Condado.
La antigua Sala Capitular se convierte en escenario para la reflexión de varios aspectos de la vida de Santa Teresa de Ávila, hija de la Orden carmelita, maestra de oración y vida interior, fundadora de conventos «palomarcitos de la Virgen», escritora y mística, Doctora de la Iglesia. También de algunas de sus grandes devociones: la Virgen y San José. En este sentido, ee exponen varias esculturas y pinturas de Santa Teresa de Jesús, como Santa Teresa de Jesús (s. XVII), del círculo de Diego López Bueno, de la Parroquia de Nuestro Señor y Salvador de Ayamonte, y algunas ediciones antiguas de obras de la santa, como el Tomo de las Obras Completas (edición de Zaragoza, 1615. Las Cartas o escritos (Zaragoza, Diego Dormer, 1671). Entre algunas curiosidades que se pueden ver, constan también la Reliquia de Santa Teresa de Jesús, con su auténtica, de D. José Antonio Burgalat Laureano y un Billete manuscrito por la misma, de D. Manuel Espinal Halcón.
La cocina del monasterio recuerda aquellas palabras de la Santa Madre, cuando dirigiéndose a sus monjas sobre la vida de oración continua, les dijo: «Entended que, si es en la cocina. entre los pucheros anda el Señor, ayudándoos en lo interior y exterior» (Fundaciones V. 8). En definitiva, Santa Teresa lo que está queriendo decir es que la vida ha de convertirse en oración porque ha de ser una prolongación de la misma. En otras palabras suyas a sus monjas: «Para esto es la oración, hijas mías, de esto sirve este matrimonio espiritual: de que nazcan siempre obras, obras» (Moradas, séptima, IV, 6). En este apartado, podemos reparar en el busto de Santa Teresa de Jesús (anónimo, s. XVIII), del Monasterio de Santa María de Gracia, de las MM. Agustinas de Huelva.
Y si de la devoción mariana y a otros santos está impregnada la vida de Teresa de Ávila, así como la del Carmelo, no es menos cierto que el cristocentrismo de la Orden y de Teresa se colocan en el primer lugar: vivir «en obsequio de Jesucristo». El amor de la Santa por Jesús se ha expresado incluso en su nombre: Teresa de Jesús. En esta línea, destacan obras como el Niño de las Lágrimas (anónimo, s. XVIII), de este Monasterio de Santa Clara; el Cristo de la Misericordia (Juan de Oviedo, 1591), procedente del convento de San Juan del Puerto y venerado en la Parroquia de San Juan Bautista o la Transverberación de Martín Lagares (2015), realizada expresamente por el escultor palmerino para esta exposición.
Por último, en la denominada Sala de Madre Abadesa veremos los santos, amigos de los santos. La Iglesia, Cuerpo de Cristo, compuesta de muchos miembros, que se ayudan unos a otros para reproducir en sus vidas la vida de Cristo. Resalta en esta sala Santa Teresa de Jesús, de la Parroquia del Divino Salvador, de Escacena del Campo, rodeada por algunos de sus amigos santos.
La Orden carmelita se introdujo en tierras onubenses a partir del siglo XIV, proveniente de Francia, a través de la fundación que los infantes de la Cerda hacen en Gibraleón. De esa semilla sembrada entonces nacieron, como brotes, una serie de conventos de frailes y monjas carmelitas: Escacena del Campo, Trigueros, San Juan del Puerto, Aracena, Paterna del Campo y Villalba del Alcor.
A pesar de las vicisitudes históricas permanecen hoy los monasterios femeninos de la Orden carmelita: Villalba del Alcor y Aracena. Como un renuevo de la tradición teresiana, hace sólo un año, las Carmelitas Descalzas fundaron en Cumbres Mayores. Pero la siembra de los carmelitas estaba hecha, y sus frutos, especialmente la devoción a la Virgen del Carmen, están extendidos por toda la Diócesis, así como por las diversas fundaciones de congregaciones de raíz carmelitana y teresiana que pueblan la Diócesis de Huelva.