La noticia es reciente, y viene al hilo de lo que celebraremos en la próxima solemnidad de Todos los Santos: el anuncio de que se va a introducir en nuestra Diócesis de Huelva la Causa de la Sierva de Dios Carmen Nebot Soldán. Carmen, o Carmela, como muchos la llamaban en La Palma del Condado, nació en dicha ciudad el 23 de abril de 1933, y murió el 24 de marzo de 2007. La cercanía en el tiempo nos recuerda que la llamada a la santidad no es algo obsoleto, sino una consecuencia de nuestro bautismo. La sencillez de Carmen también nos puede llamar la atención. ¿Qué hizo Carmen?, ¿qué obras llevó a cabo?, ¿qué tuvo de extraordinario? Pero esa pregunta quizá desenfoque la respuesta, porque entonces es que creemos que la santidad es algo grandioso, sublime, extraño, “raro”.
La vida de Carmen no se destacó por haber promovido grandes ni extraordinarias acciones, ni fundó nada, ni tiene el brillo de otras personas que pueden ser famosas o muy conocidas por cosas llamativas que hayan realizado …, ¡no! En la vida de Carmen resuenan las palabras de Cristo: “Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has revelado a los pequeños” (Lc 10, 21). Y Carmen fue una madre de familia, una esposa, que se entregó a su esposo y a sus hijos como el Señor, “hasta el extremo”. Alguien podrá decir que como tantas, y llevan razón, pero por eso mismo es necesario y precioso el testimonio de la vida de Carmen: las madres de familia, la gente corriente como tú o como yo, también estamos llamados a la santidad.
Carmen fue pequeña, se sabía pecadora, por eso era consciente de que “la vida del cristiano es una lucha que dura toda la vida”. Carmen se sabía miembro de la Iglesia, del Cuerpo Místico de Cristo, y por eso se sentía impulsada a anunciar el Evangelio, aunque fuera como catequista de su parroquia entre los niños. También lo anunciaba en el seno de su familia. De eso podrían hablar sus hijos: Tomás, Salvador, Manuel, Juan Bosco, María del Rosario y María del Carmen (Hermana Fátima) de la Compañía de la Cruz. Y pueden hablar los pobres, los sencillos, por los que demostró un amor que le nacía de su reconocimiento de Cristo en ellos. Como era consciente de la vida es un combate, su espíritu bebía del venero del Evangelio en los grupos “Vivencias de Fe”, animados por las Hermanas de la Cruz, “escuela de evangelio y de oración”. La oración, ese “arma invencible”, “sencilla y humilde” sobre el que ella escribió, pero sobre todo, que ella experimentó y que le hacía sentir tan cercana la presencia de Dios, llenándole el alma de gozo y de paz.
Una mujer corriente, con una vida corriente, pero traspasada por la Eucaristía y por la devoción a la Santísima Virgen. Sentía especial veneración por María Auxiliadora, por estar también muy cercana a la familia salesiana. Se puede decir: como muchas madres, como muchas personas. Sí, pero por eso la Iglesia, ahora, quiere estudiar su vida, porque hay indicios muy sólidos de que puede ser un modelo para todos nosotros.
De Todos los Santos conocidos y desconocidos, – algunos familiares y amigos– , también de Carmen Nebot Soldán, podemos decir con la Iglesia en la solemnidad del 1 de noviembre: “Desde el cielo nos llega cercana/ su presencia y su luz guiadora:/ nos invitan, nos llaman ahora,/ compañeros seremos mañana”. Y unirnos con ellos en nuestra alabanza de Dios, porque como decía la Sierva de Dios Carmen Nebot: “Gracias por tus Palabras que están vivas, y aquí las van diciendo nuestros labios”. Aquí, y allá –en el cielo nuestra Patria definitiva–, las palabras del Señor son eternas. ¡Bendito sea Dios en sus santos!
Juan de Robles
