Queridos diocesanos:
En la solemnidad de la Santísima Trinidad, la gran fiesta del Dios uno y trino, del Dios amor comunidad, celebrarnos la Jornada Pro Orantibus, en la que recordamos a las personas que dedican su vida a la contemplación de Dios Trinidad.
En nuestra Diócesis de Huelva contarnos en este año con seis comunidades contemplativas, si unimos a las de las Agustinas de Huelva, las Carmelitas de la Antigua Observancia de Aracena y Villalba del Alcor, las Carmelitas Descalzas de Cumbres Mayores y las Oblatas de Cristo Sacerdote de Huelva, la nueva comunidad de las Hermanas de la Familia Monástica de Belén, de la Asunción de la Virgen María y de San Bruno, que han llegado recientemente, en la última Cuaresma, a Marigenta, en Zalamea la Real.
Es un motivo de acción de gracias que la vida contemplativa se vea incrementada en nuestra Diócesis, constituyendo un pulmón de oración más para esta Iglesia de Dios que camina en Huelva. El Papa Francisco decía que: «Las personas consagradas, quienes por la consagración «siguen al Señor de manera especial, de modo profético», son llamadas a descubrir los signos de la presencia de Dios en la vida cotidiana, a ser sapientes interlocutores capaces de reconocer los interrogantes que Dios y la humanidad nos plantean. Para cada consagrado y consagrada el gran desafío consiste en la capacidad de seguir buscando a Dios «con los ojos de la fe en un mundo que ignora su presencia», volviendo a proponer al hombre y a la mujer de hoy la vida casta, pobre y obediente de Jesús como signo creíble y fiable, llegando a ser de esta forma, «exégesis viva de la Palabra de Dios» ( Vultum Dei Quaerere, 2).
Por eso es un gran bien la existencia de estas seis comunidades contemplativas en nuestra Iglesia diocesana, y un recordatorio constante de la primacía de Dios en la vida. Ellas, las monjas contemplativas, han elegido la mejor parte (cf. Le l O, 42), para tratar con Dios en una conversación continua y constante, en la que las necesidades de toda la Iglesia y la humanidad están presentes. Oran con fe y viven con esperanza, sostiene nuestra fe y nuestra esperanza.
Os animo a tratar con mucho afecto a las comunidades contemplativas, a buscar el consejo y el calor de las Hermanas que en clausura gastan sus vidas, siendo el amor en el corazón de la Iglesia (cf. De la narración de la Vida de santa Teresa del Niño Jesús, virgen, escrita por ella misma). Y a ayudarlas en cuanto necesiten, estaremos contribuyendo a sostener la alabanza continua que supone su vida. Que las puertas de los monasterios de nuestra Diócesis no os sean ajenas.
Con afecto os bendigo.

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