Reflexión del Obispo de Huelva sobre la cruz de los jóvenes

Carta Pastoral del Obispo de Huelva, Mons. Vilaplana Blasco, con motivo de la próxima llegada de la cruz de los jóvenes a la diócesis.

Queridos jóvenes:

El próximo 10 de abril llegará a nuestra Diócesis de Huelva la Cruz que el Papa Juan Pablo II entregó a los jóvenes, hace ya más de veintiséis años, con estas palabras: “Os confío … ¡la Cruz de Cristo! Llevadla por el mundo como signo del amor del Señor Jesús a la humanidad y anunciad a todos que sólo en Cristo muerto y resucitado hay salvación y redención”.

Os invito, pues, a que participéis todos en la recepción de la Cruz y a que reflexionéis sobre lo que significa para los cristianos, como preparación espiritual a nuestro encuentro con el Papa Benedicto el próximo mes de agosto en Madrid. Con todo afecto os ofrezco unos pensamientos que os ayuden a mirar la Cruz como un árbol de vida, porque Cristo, al entregarse en ella por nosotros, cambió lo que era un instrumento de tortura en el signo del amor más grande.

La Cruz, signo del amor de Dios

La Cruz nos muestra hasta qué punto Dios nos ama: “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Unigénito”(Jn 3, 16). Todos sabemos lo que un padre ama a su hijo, no hay tesoro más grande; pues Dios Padre nos regaló a su Hijo, que nos amó hasta el extremo (cf. Jn 13, 1), dando su vida por nosotros en la Cruz. “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”(Jn 15, 13). Cristo ha dado su vida por nosotros, sus amigos, y nos enseña a amar como Él. La vida vale la pena vivirla para darla. Esta es la lección que aprendemos en el libro de la Cruz.

La Cruz, llamada al seguimiento

Al mirar la Cruz del Señor debemos recordar sus palabras: “El que quiera venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga” (Mc 8, 34). Es una invitación a seguir los pasos del Señor, a ser sus discípulos. Ser discípulo significa convivir y compartir con el Maestro su estilo de vida. No tengamos miedo a las exigencias que Él nos propone, porque, caminando con Él, la carga es ligera y todo lo podemos en Aquel que nos conforta (cf. Fl 4, 13). La Cruz es señal del discípulo de Cristo.

La Cruz, signo de unidad

Jesucristo, aludiendo a la muerte que había de sufrir, dijo: “ Y cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”(Jn 12, 32). La Cruz es como un imán que nos atrae hacia Dios y hacia los hermanos. Está formada por dos palos: uno vertical, que nos orienta hacia Dios; y otro horizontal, que nos invita a abrazar a todos los hombres y mujeres del mundo con el amor sin límite que nos mostró Jesús.

La Cruz de las Jornadas Mundiales de la Juventud, que llega a nosotros, ha recorrido el mundo; ha estado en ciudades y pueblos, en parroquias y monasterios, en cárceles y hospitales; ha recibido el beso de miles de personas que han descargado en ella su preocupación y angustia, y en ella han encontrado consuelo y fortaleza.

Queridos jóvenes, acercaos a la Cruz y tomad conciencia de que formáis parte de esta gran familia de los hijos de Dios, que Cristo ha reunido en torno a su Cruz.

La Cruz, llamada a la solidaridad

Jesús, el Hijo de Dios, se ha unido de alguna manera a todos los hombres, especialmente a los que sufren. Lo que hagamos en favor de las personas pobres y humilladas, solas o enfermas, a Cristo mismo se lo hacemos. La Cruz nos recuerda a todos los que sufren y nos trae el eco de las palabras de Jesús en el momento de su muerte: “Tengo sed”(Jn 19, 28). Que la presencia de la Cruz entre nosotros nos estimule a servir con mayor generosidad a los que nos necesitan.

La Cruz y la Virgen María

La Cruz de las Jornadas llegará acompañada por un icono de la Virgen María, también entregado por el Papa a los jóvenes. María estuvo junto a la Cruz de Jesús. También estaba el joven discípulo al que Jesús tanto quería (cf. Jn 19, 26). Este discípulo nos representaba a todos y Jesús le regaló a su Madre. Ella nos acompaña en la peregrinación de nuestra vida, como modelo de fe, y nos enseña a decirle sí a Dios y a ser fieles.

Espero, ilusionado, que estos días que viviremos junto a la Cruz estimulen en vosotros, queridos jóvenes, la alegría de ser amigos de Jesús, y os ayuden a vivir “arraigados y cimentados en Cristo, firmes en la fe”(cf. Col 2, 7).

Os bendigo con todo afecto.

+ José Vilaplana Blasco
Obispo de Huelva

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